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Unidad II: Kant y la filosofía de la Ilustración

Carlos ValdiviesoResumen1 de Mayo de 2017

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Unidad II:

Kant y la filosofía de la Ilustración

Dra. Estela Fernández Nadal

Mgter. Claudia Yarza

1. La Ilustración: caracteres generales.

Iluminismo, Ilustración, designan el movimiento filosófico y literario imperante en Europa y América entre los últimos años del siglo XVII y fines del  XVIII, caracterizado por la extraordinaria confianza del hombre en la capacidad de su razón natural para resolver todos los problemas de la vida humana. Así, la Ilustración gira principalmente alrededor de la tendencia a esclarecer con las “luces” de la “razón” toda la realidad, luchando contra cualquier residuo de “oscurantismo” (sobre todo medieval). Edad Media significaba tradición ciega, rígida costumbre, autoridad opresiva, privilegio histórico; dogma, abuso, prejuicio, ideas hechas.

Ya a partir del Renacimiento se había iniciado esa especie de emancipación  del peso del pasado. La duda cartesiana rompía con la tradición, para fundar un nuevo camino del pensamiento basado en la certeza racional de un sujeto que se ponía a sí mismo como base de la verdad. Los continuos descubrimientos de la ciencia físico-natural iban desmantelando poco a poco la trama del cosmos antiguo, y convirtiéndolo en un campo de observación y experimentación. Por otra parte, los conflictos religiosos y políticos que siguieron a la Reforma protestante habían reavivado y difundido la conciencia de ciertos derechos inherentes a la naturaleza humana. El Iluminismo representa el fruto más maduro de esta obra de crítica demoledora del pasado; es la expresión de un ideal de autodeterminación y autonomía, cuyo centro es la confianza en la razón como criterio exclusivo de verdad y legitimidad.

Así, las ideas ilustradas expresan la urgencia por derribar cuanto se fundamenta en la autoridad y en la tradición, y la reconstrucción de la vida y del saber sobre la base exclusiva de la razón. Ese espíritu anti-tradicional del Siglo de las Luces pone en cuestión a todo el ámbito del saber y de la actividad humana, con una crítica que comienza por afectar a la legitimidad de nuestro conocimiento. La crítica se dirige a la denuncia implacable de todo aquello que es considerado como prejuicio: el «prejuicio de nacimiento» (títulos nobiliarios), el «prejuicio político» (absolutismo), el «prejuicio religioso» (religión sobrenatural calificada habitualmente como superstición). La lucha contra este último «prejuicio» tiene una marcada prioridad, que caracteriza la posición antidogmática de la época; en rigor no desemboca en el ateísmo, sino más bien en posiciones deístas (para el deísmo, la religión es “natural”, ajena a lo divino sobrenatural: su objeto es lo divino en la naturaleza; además es racional por su criterio de verdad, no necesita de la revelación y por ello rechaza las creencias en milagros, ceremonias, misterios y cultos refractarios a la luz de la razón).

La filosofía de la Ilustración —con su proclamación de la mayoría de edad del hombre y su convicción en el nacimiento de una época nueva, en la que éste se lanzaría al conocimiento y dominio del mundo valiéndose de su propia razón— confirió su formulación más acabada a la Modernidad.

* Crítica y razón: La crítica ilustrada se dirigió contra la tradición y la autoridad, mas no se agota en ese movimiento destructivo. Para los hombres ilustrados, la razón es anterior a los prejuicios que la han ido oscureciendo a lo largo de los siglos, y el cuestionamiento implacable a que éstos son sometidos debe conducir a restaurar a la razón y a la humanidad en sus derechos, a develar los verdaderos principios, inconmovibles y permanentes, en los que se funda toda verdad.

La razón es “natural” y es afín a la “naturaleza”, entendida como ámbito de fundamentación puramente inmanente de los fenómenos empíricos (cualquiera sea su campo: tanto la fisis, como la sociedad o bien la conducta individual); fenómenos que están sujetos a una legalidad y a un orden que la razón puede descubrir (y también reproducir en el plano histórico y social, es decir, conformar al ser de acuerdo con un deber ser).

En efecto, el mundo histórico y social, por causa de factores irracionales y contingentes, puede apartarse de la razón e internarse por caminos perdidos; esta contingencia es la que descubren los ilustrados cuando ven en la historia una serie emblemática de prejuicios e injusticias; sin embargo, la naturaleza y la razón están llamadas a imponerse, de manera de sustentar la fe moderna en el progreso de la humanidad, a partir del uso de la razón y la crítica.

Esta razón ya no necesita, para legitimar su autonomía, considerarse como la región de las verdades eternas (como era en la metafísica cartesiana). Para el Siglo de las Luces, la razón se convierte en una suerte de herramienta constructiva; los principios pierden  su carácter absoluto, su validez es pensada como relativa al estado de avance de la ciencia, y ello es el anverso de su progresividad (por eso puede progresar). Incluso se reconocen y buscan los límites de la razón: de ello es una prueba la Crítica de la Razón Pura de Kant. La contracara de esta limitación y de esta crítica, es una extraordinaria apertura del horizonte ilustrado hacia la utopía de la libertad y del progreso (tanto moral como científico-instrumental).

Quien opera este trabajo crítico, disolvente y destructivo al tiempo que restaurador, es el hombre en tanto sujeto racional, como centro autoconsciente, unitario y unificador de las múltiples representaciones y acciones. A partir de ello es posible pensar al hombre como capaz de penetrar los secretos de la naturaleza “desencantada”, de cambiar las condiciones de la sociedad, y de extender su deseo de conocimiento y su voluntad de transformación hacia todos los rincones de la realidad.

* La idea de Progreso: esta idea se toma en el sentido de indefinida perfectibilidad humana. En esta celebración del progreso se expresa, por un lado, el orgullo del siglo, que es precisamente el “siglo de las luces”, contrapuesto a las tinieblas de los siglos pasados confundidos en el oscurantismo medieval; por otro lado, existe una especie de fe optimista en el porvenir, que funciona como incitación a la acción realizadora de los triunfos de la razón en contra de la barbarie.

Esta fe en el progreso predicaba, también, una especie de eficacia automática del avance científico; en otras palabras, si se quitan los obstáculos a la ciencia, la inteligencia humana logrará un saber acumulable que es causa por sí mismo de civilización y progreso moral: por las solas virtudes del uso de "la luz natural de la razón" la nueva imagen del mundo debe garantizar no sólo la prosperidad en adelantos cognoscitivos y técnicos, sino también el crecimiento económico y la organización racional y justa de la sociedad.

La convicción acerca del progreso indefinido de la humanidad es la clave de la concepción de la historia; ésta aparece unida al progreso; el hombre camina en una dirección definida y deseable, hacia la concreción de la promesa de felicidad terrena, que será posible por el creciente dominio del hombre sobre la naturaleza. La causa de que en el pasado el progreso no haya sido estable y continuo se encuentra en los prejuicios y errores que han impedido avanzar en un sentido adecuado; pero la felicidad se alcanzará en el futuro gracias al triunfo de la razón sobre los prejuicios.

El progreso pasa a ser artículo de una nueva fe, que ve en el florecimiento de las ciencias y de las artes, en las manifestaciones de la civilización, los milagros de la razón.

Los instrumentos apropiados para el progreso son la legislación y la educación, que a su vez modificarían paulatinamente la opinión pública. Mientras la ignorancia esclaviza, divide a la sociedad y obstruye el progreso, la instrucción libera, corrige las desigualdades e impulsa el avance de la humanidad. Los intelectuales ilustrados emprenden una campaña contra la superstición confiados en los efectos positivos de la difusión del saber[1]. Además, mediante la legislación puede mostrarse el origen y la causa de todo hábito vicioso; el país cuya constitución y cuyas leyes se ajusten más exactamente a la voz de la razón y de la naturaleza, será aquél en que la virtud será más fácil, en que las tentaciones de apartarse de ella serán más raras y más débiles.

* Crítica al pasado: Todo lo que la historia ha constituido y la tradición ha consagrado en materia de organización social y política, de instituciones económicas y jurídicas, de métodos y órganos educativos, y de creencias y prácticas religiosas, todo está sometido a revisión crítica en nombre de los derechos soberanos de la razón. Sólo por medio de ésta es posible liberarse del pasado, reconstruir trozo por trozo la máquina de la vida individual y social, abrir a la humanidad un camino de progreso indefinido, y suministrar los medios para realizar ese nuevo ideal de perfección y felicidad. Dice Kant:

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