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Estados Unidos Y La Guerra Contra El Terrorismo


Enviado por   •  4 de Septiembre de 2014  •  3.657 Palabras (15 Páginas)  •  389 Visitas

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ESTADOS UNIDOS Y LA GUERRA CONTRA EL TERRORISMO:

ESTRATEGIAS DE FUTURO

El pasado 28 de septiembre de 2005, el Presidente Bush destacaba los cuatro puntos esenciales de la estrategia de Estados Unidos para lograr la victoria en la guerra contra el terrorismo. En su declaración presidencial titulada Fighting a Global War on Terror, Bush enfatizaba los cuatro puntos clave aplicados por su Administración para enfrentar el desafío del terrorismo global: (1) combatir al enemigo en el exterior; (2) impedir a los terroristas que obtengan el apoyo de Estados santuario; (3) impedir a los terroristas el acceso a las armas de destrucción masiva; y (4) extender la democracia[ 1].

Igualmente, en un discurso pronunciado ante el National Endowment for Democracy [ 2] el pasado 6 de octubre de 2005, el Presidente Bush señalaba los cinco elementos que configuran la estrategia antiterrorista de Estados Unidos: (1) prevenir con el fin de evitar ataques terroristas antes de que sucedan; (2) impedir el acceso a las armas de destrucción masiva a regímenes no democráticos y a sus aliados terroristas: (3) impedir el apoyo de estos regímenes a los grupos terroristas; (4) evitar que los terroristas accedan al control de un Estado o de áreas sin gobierno que sirvan de base para el terror; y (5) evitar el reclutamiento de futuros militantes fomentando la extensión de la democracia en la región de Oriente Medio [ 3].

Y más recientemente, en la nueva National Security Strategy for United States of America 2006 [ 4], publicada el pasado 16 de marzo de 2006, el Presidente Bush volvía a insistir en los cuatro puntos de su estrategia contra el terror: (1) prevenir posibles ataques perpetrados por las redes terroristas; (2) evitar el acceso a las armas de destrucción masiva tanto a los Estados hostiles como a sus aliados terroristas (3) impedir que Estados hostiles apoyen a los grupos terroristas; y (4) impedir a los terroristas el control de Estados y áreas sin gobierno que sirvan como base y santuario para lanzar su estrategia de terror.

Sin duda, la propuesta resulta reiterativa. Y es que, desde febrero de 2003, cuando se formulara la denominada National Strategy for Combating Terrorismo[ 5], la política antiterrorista de la Administración Bush, basada en un modelo construido a partir de la estrategia 4D -defeat-deny-diminish-defend-, permanece prácticamente inalterable frente a un fenómeno terrorista cambiante, difuso, creciente y, aparentemente, fuera de control.

La Administración Bush, sin embargo, se ha apresurado en constatar los éxitos de su guerra contra el terrorismo: fin de los brutales regímenes de Afaganistán e Irak; incorporación de Libia a la comunidad internacional tras el acuerdo de 2003 y su renuncia a continuar con sus programas de armas de destrucción masiva; control del mercado negro atómico abierto por el científico Abdul Qader Jan, padre de la bomba atómica paquistaní, -castigado y perdonado por el Presidente Musharraf-; control de la proliferación nuclear mediante el acuerdo logrado con India en marzo de este año, por el que este país someterá a control de la OIEA 14 de sus 22 reactores nucleares a cambio de recibir tecnología atómica civil y aviones de combate por parte de Estados Unidos; captura de líderes de grupos terroristas en Pakistán e Irak, además de las continuas detenciones de cientos de insurgentes en Irak.

Aun reconociendo estos avances, teñidos por otra parte de cuestionamientos y críticas, -los vergonzosos casos de Guantánamo y Abu Ghraib, el apoyo incondicional a Israel o la guerra civil larvada en Irak son sólo algunos lamentables ejemplos-, cabe plantearse, sin embargo, algunos interrogantes sobre la continuación de la guerra contra el terrorismo tras las intervenciones de dudosa eficacia en Afganistán e Irak. Verdaderamente, ¿qué opciones le quedan a Bush más allá de la estrategia 4D?, ¿hasta qué punto la aplicación de esta estrategia supone una garantía de victoria a largo plazo?, y aún más importante: ¿es factible la extensión de la guerra contra el terrorismo a otros países declarados hostiles como Irán, Siria o Corea del Norte?, ¿cuál será el siguiente paso de Estados Unidos en su lucha contra el terrorismo?

De acuerdo con la doctrina de defensa preventiva formulada por la Administración Bush tanto en la National Security Strategy de 2002 como el la última de 2006, es preciso prevenir y enfrentar la amenaza antes que sufrir sus devastadoras consecuencias como estrategia para garantizar la seguridad nacional de Estados Unidos. Por tanto, y de acuerdo con esta estrategia de prevención, Siria e Irán se presentan como posibles objetivos, dado su apoyo a grupos terroristas, su intervención encubierta en Irak y, en el caso de Irán, sus programas de armas de destrucción masiva. Asimismo, el grupo libanés Hezbollah se considera una amenaza aún más letal que la propia Al Qaeda, en la medida que supone un importante desafío para la estabilidad en la región, dado su apoyo a los que son catalogados como grupos terroristas palestinos, su estrategia de provocación y guerra contra Israel y su vehemente retórica antiestadounidense [ 6].

Sin embargo, una hipotética tercera fase en la guerra contra el terrorismo sería muy diferente, más compleja y desafiante, comparada con las dos fases anteriores de Afganistán e Irak. Para empezar, a diferencia del régimen de Saddam Husein, Irán y Siria no se encuentran aislados diplomáticamente; por otra parte, los regímenes de Siria e Irán gozan de una cohesión nacional más sólida que en el caso del anterior régimen iraquí, por lo que es más que probable que en caso de crisis las poblaciones de estos países apoyasen incondicionalmente a sus respectivos gobiernos.

Además, ¿cuáles son las opciones que se abren para Estados Unidos?. Los bombardeos limitados como en los casos de Afganistán y Sudán en 1998 durante la Administración Clinton dejaron en evidencia las desastrosas consecuencias y la limitada eficacia que supone la aplicación de este tipo de medidas para desactivar células terroristas; por otra parte, una intervención a gran escala contra los denominados Estados santuario de los grupos terroristas aseguraría una mayor eficacia en su eliminación; sin embargo, una hipotética intervención militar en el caso concreto de Irán sería tremendamente costosa dado que se necesitaría, cuando menos, duplicar las fuerzas desplegadas en la invasión de Irak, dada la extensión del país, la hostilidad de la población y la amenaza que supondría su programa de armas de destrucción masiva. Esta hipotética intervención convertiría, esta vez sí, en un auténtico polvorín la región de Oriente Medio con consecuencias trágicas e imprevisibles en todos los órdenes de la realidad internacional, recrudeciendo,

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