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Guatemala - Del Ubiquismo al conflicto social

RomanRossiLoresTrabajo1 de Septiembre de 2015

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        Guatemala conservaba su influencia sustentada sobre las bases del orden colonial establecido por la corona española, considerando que era la sede civil, eclesiástica y el centro del comercio de toda la región durante la época de los virreinatos. Así fue que los programas de gobierno de los diferentes líderes, conservadores en un principio y posteriormente liberales, estarían orientados a mantener el papel de potencia regional.

        Pero tras el auge de Estados Unidos, y su intervención mediante los marines en países aledaños, este papel se vería mermado. Además coadyuvó en la introversión de Guatemala el papel de México y la revolución de aquél país en la década de 1870.

En el año 1931 asume la presidencia, tras una elección unipersonal, el general Jorge Ubico. Este régimen autocrático, en consonancia con la tradición guatemalteca, duraría trece años. Su ascenso estuvo ligado a su apoyo a la United Fruit Company (UFCO), empresa norteamericana y único explotador de frutas en el país centroamericano además de principal empleador de mano de obra, y a su papel como Ministro de Guerra en 1929 tras el hundimiento bancario.

El general declaró ilegal toda organización cívica independiente del gobierno, obtuvo un gran número de votos, dirigió un Congreso escogido y sumiso y se encargó personalmente de la supervisión cotidiana del Estado. En otras palabras, adoptó un modo de dominación paternalista en torno al pueblo de Guatemala, supervisando personalmente cada aspecto del Estado.

Tal y como destaca Leslie Bethell, y a raíz del descenso de exportaciones y precios de las materias primas tras el crack del 29, el gobierno Ubiquista se esforzó por proteger el sistema agrícola y las estructuras socioétnicas en que se apoyaba, para lo cual se valió de cierto grado de innovación además de conservación.

Ubico no pagó la deuda externa, abandonó el patrón oro, pero conservó la paridad del quetzal con el dólar, y redujo el gasto público un 30% con el fin de evitar una crisis fiscal progresiva. Además, por un lado suprimió las deudas de los jornaleros con los hacendados, pero para garantizar el aprovisionamiento de mano de obra, sancionó la “Ley de Vagancia” que obligaba a todo aquel que cultivase menos de 3 hectáreas a trabajar entre cien y ciento cincuenta días al año en las fincas. Además proveía de mano de obra corvée (trabajo impago impuesto por el Estado) para la construcción de carreteras. Por otro lado substituyó el sistema de alcaldes indígenas, por el de intendentes nombrados por el gobierno central.

La segunda guerra mundial sería la que comenzaría a desgastar  la dictadura. En cuestiones económicas, Ubico había reducido los vínculos con el régimen nazi porque este último le retribuía marcos aski que eran únicamente canjeables con Alemania. Fue en 1940 que con el acuerdo interamericano sobre el café, se obtuvo un mercado garantizado en los Estados Unidos. El descenso en la exportación de bananas se compensó con el abacá. Revistieron de vital importancia también las extensas fincas cafeteras y otras propiedades (nacionalizadas en 1944) de los ciudadanos alemanes a quienes Ubico había deportado al estallar la guerra. Pero el descenso de exportaciones pronto volvió a la inversa la baja de precios y se disparó la inflación, que complicaría a la clase media guatemalteca.

En junio de 1944 los estudiantes de la Universidad de San Carlos, que exigían que los decanos y el rector de las facultades se eligieran libremente, Ubico declaró en tono agresivo «Mientras sea presidente, no concederé la libertad de prensa ni la de asociación porque el pueblo de Guatemala no está preparado para la democracia y necesita una mano dura».

Su régimen ya se veía gravemente amenazado también por el grueso de la clase media de la capital y, el factor más crítico de todos, por oficiales jóvenes que estaban descontentos con los escalafones superiores del ejército. Las manifestaciones estudiantiles de principios de junio fueron recibidas con la previsible represión policíaca, pero durante las semanas siguientes los estudiantes volvieron a salir a la calle.

El 24 de junio se leyó la Carta de las Naciones Unidas en un mitin público y se presentó al presidente una petición firmada por 311 distinguidas figuras políticas. Todo ello fue suficiente para persuadir al autócrata enfermo de que había llegado el momento de retirarse. Como última medida designó al general Federico Ponce, y ante el desconcierto y la rápida salida de Ubico, se produjo un vacío político. Sin embargo al llamar a elecciones y observarse la falsedad de los comicios propiciados por el general Ponce, los oficiales jóvenes del ejército se rebelaron contra ese régimen carente de apoyo popular. Así el levantamiento del 20 de Octubre llevaba como lema “Constitución y Democracia” de la mano de los líderes Francisco Arana y Jacobo Arbenz.  

Tras el triunfo del levantamiento se conformó una junta conformada por Arana, Arbenz y Guillermo Toriello, la cual pidió elecciones limpias para la presidencia y una asamblea constituyente. Así comenzó lo que Bethell designa como “diez años de primavera”: Los sucesivos gobiernos de Juan José Arévalo (1945-1950) y Jacobo Arbenz (1951-1954).

Arévalo había retornado desde Argentina tras 10 años de exilio, y ganó las elecciones por su gran poder de arrastre con una campaña llevada diestramente. La carta de 1945 abolió la ley de vagos que había sancionado Ubico, al mismo tiempo que amplió el sufragio. Se declaró que la propiedad era inviolable, pero sometida a una función social que preveía la intervención estatal. Desarrollando la Constitución se celebraron elecciones municipales en 1946.

Durante 1947 se consolidó la libertad de asociación estableciendo un código del trabajo que garantizaba los sindicatos y convenios colectivos, además de crear condiciones laborales. Este código tenía severas restricciones para evitar una sindicación generalizada. Arévalo siempre hizo hincapié en la necesidad de respetar las restricciones y las libertades estipuladas en el código del trabajo y la Constitución, y con apoyo del coronel Arana, procuró restringir el avance del movimiento popular.

Lo cierto es que sus medidas ayudaron a que cesara el trabajo obligado y proporcionaron al nuevo régimen cierto espacio para llevar a cabo sus reformas bajo unas limitaciones fiscales que seguían siendo notablemente severas. Así Arévalo creó un instituto crediticio estatal, pero siempre él estaba más inclinado a los avances “espirituales socialistas”. Como líder de una “revolución de maestros”, el presidente encontró terreno abonado para fomentar la educación y casi dobló el número de escuelas y maestros a partir del nivel que existía en 1940.

El presidente guatemalteco ayudó a José Figueres en la guerra civil que hubo en Costa Rica en 1948 y con ello contribuyó a la caída menos de una autocracia reaccionaria que de un régimen populista respaldado por los comunistas, pero surtió el efecto de detener durante un tiempo la sensación creciente que tenía Washington de que el gobierno Arévalo mostraba una indulgencia excesiva para con los radicales del país que sacaban provecho de las libertades democráticas en su campaña contra los intereses norteamericanos.

Sin embargo, la intervención de Arévalo en los asuntos de la región molestó mucho al coronel Arana. En julio de 1949 Arana, de quien muchos sospechaban que estaba preparando su propio golpe de estado, fue asesinado cuando volvía de inspeccionar un alijo de armas confiscadas a los colegas de Arévalo en la Legión del Caribe. El asesinato, que eliminó al principal adversario conservador del régimen reformista, se imputó de forma general a Arbenz, colega de Arana. A pesar de ser el Ministro de Defensa, Arbenz simpatizaba mucho con la izquierda y veía con buenos ojos la perspectiva de introducir reformas económicas de mayor envergadura

Con la desintegración efectiva de las fuerzas nacionales del conservadurismo, la creciente potencia de la izquierda en los sindicatos y el control de los militares en manos de un oficial comprometido sobre todo con el nacionalismo pero también capaz de interpretarlo de forma radical, el gobierno norteamericano cambió de política y de la antipatía —evidente en el boicot de armamento en 1948— pasó a una agresividad cada vez mayor, que en 1953 ya había dado paso a una desestabilización concertada.

La primera señal de una mayor consolidación en la forma de abordar las desigualdades de la tenencia de la tierra la dio Arévalo con su «Ley de Arrendamiento Forzoso» de diciembre de 1949. Esta ley disponía el usufructo provisional de algunas tierras no cultivadas . Pero fue bajo el gobierno de Arbenz que tanto las medidas del gobierno guatemalteco como los objetivos políticos de algunos de sus partidarios empezaron a preocupar seriamente a los Estados Unidos y a la clase hacendada de Guatemala. Un ejemplo sería que al formarse el Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT) en diciembre de 1952, y ser reconocido por el presidente, Estados Unidos consideró que era equivalente a una aprobación oficial del comunismo.

En 1950 el Banco Mundial envió a Guatemala una misión, de donde el gobierno Arbenz sacó muchas de sus iniciativas económicas, entre ellas la construcción de una carretera pública hasta Puerto Barrios para que compitiera con el ferrocarril de la UFCO, así como de una central eléctrica propiedad del Estado que también perjudicaba a intereses estadounidenses. El informe del Banco Mundial había mencionado, aunque sin hacer propuestas detalladas, una reforma agraria.

La respuesta del gobierno a este desequilibrio extremo resultante de la consolidación de las fincas cafeteras y las plantaciones de plátanos consistió en adoptar una propuesta claramente moderada para la redistribución con el objetivo explícito de desarrollar la agricultura capitalista mediante el aumento del sector de los “pequeños agricultores” al mismo tiempo que protegía a la mayoría de las empresas comerciales.

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