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Habermas


Enviado por   •  29 de Junio de 2014  •  Prácticas o problemas  •  1.262 Palabras (6 Páginas)  •  281 Visitas

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1-La palabra moderna, proveniente del latín “modernus”, se utilizó por primera vez en el siglo V para distinguir el presente, que se había vuelto oficialmente cristiano, del pasado romano y pagano.

El término “moderno” expresa la conciencia de una época que se relaciona con el pasado, la antigüedad; el resultado de una transición de lo antiguo a lo nuevo.

Algunos escritores limitan el concepto ”modernidad” al renacimiento, pero esto, históricamente, es demasiado reducido. La Sociedad europea se consideraba moderna en aquellos períodos en los que se formó la conciencia de una nueva época a través de una relación renovada con los antiguos, y además, siempre que la antigüedad se consideraba con un modelo a recuperar a través de alguna clase de imitación.

Aquello que los clásicos del mundo antiguos habían proyectado sobre el espíritu de tiempos posteriores se disolvió con los ideales de la ilustración francesa. La idea de ser “moderno” dirigiendo la mirada hacia los antiguos cambió con la creencia inspirada porla ciencia moderna, el progreso infinito del conocimiento y el avance hacia la mejoría social y moral.

Los modernistas románticos querían oponerse a los ideales de la antigüedad clásica, buscaban una nueva época histórica y la encontraron en la idealizada Edad Media. Sin embargo esta nueva idea surgida a principios del siglo XIX, no permaneció como un ideal fijo. A lo largo del siglo XIX el espíritu romántico, que había radicalizado su conciencia de la modernidad, se liberó de remisiones históricas específicas. Ese nuevo modernismo planteó una oposición abstracta entre tradición y presente.

Todavía somos hoy, de algún modo, los contemporáneos de esa modernidad estética surgida a mediados del siglo XIX. Desde entonces lo moderno es “lo nuevo”, que es superado y condenado a la obsolescencia por la novedad del estilo que le sigue. Lo que está “de moda” será remplazado por algo nuevo pero lo moderno conserva un vínculo secreto con lo clásico.

Todo lo que sobrevive al tiempo llega a ser considerado clásico. Pero lo verdaderamente moderno no extrae su clasicidad de las épocas pasadas, sino que se convierte en clásico porque una vez fue auténticamente moderno. Nuestro sentido de la modernidad crea sus propios cánones de clasicismo. Y la relación entre “moderno” y “clásico” ha perdido así una referencia histórica fija.

2- La modernidad estética se caracteriza por actitudes que tienen su eje común en una nueva conciencia

del tiempo, expresada en las metáforas de la vanguardia que invaden territorios desconocidos, se exponen al peligro de encuentros inesperados y conquistan el futuro. Pero este volcarse hacia adelante, esta anticipación de un futuro indefinible y ese culto de lo nuevo, significan, en realidad, la exaltación del presente.

Este valor nuevo atribuido a la transitoriedad, a la celebración misma del dinamismo, revela una nostalgia por un presente inmaculado y estable. De aquí el porqué del lenguaje abstracto con el que el temperamento modernista se refiere al “pasado”. Las épocas individuales pierden sus fuerzas distintivas. Cada época no es, sino en relación con las otras. La modernidad se revela contra las funciones normalizadoras de la tradición, vive de rebelarse contra todo lo normativo.

3- En relación al planteo de una posible despedida a la modernidad o la aparición de “posvanguardias” que llevarían a la transición de la modernidad a la posmodernidad, Daniel Bell, uno de los más brillantes neoconservadores norteamericanos, argumenta en su libro Las condiciones culturales del capitalismo, que la crisis de las sociedades desarrolladas de Occidente se remontan a una división entre cultura y sociedad. La modernidad llegó a penetrar los valores de la vida cotidiana. A causa del modernismo, son hegemónicos el principio de autorrealización ilimitada, la exigencia de una auto experiencia auténtica y elsubjetivismo de una sensibilidad hiperestimulada. Bell responsabiliza de la disolución de la “ética protestante” (fenómeno que ya había preocupado a Max Weber) a la “cultura adversaria”.

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