Inmigración
madame_vastra14 de Octubre de 2013
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La inmigración es la entrada a un país o región de personas que nacieron o proceden de otro lugar. Representa una de las dos opciones o alternativas del término migración, que se aplica a los movimientos de personas de un lugar a otro; estos desplazamientos conllevan un cambio de residencia bien sea temporal o definitivo. Las dos opciones de los movimientos migratorios son: emigración, que es la salida de personas de un país, región o lugar determinados para dirigirse a otro distinto, e inmigración, que es la entrada en un país, región o lugar determinados procedentes de otras partes. De manera que una emigración lleva como contrapartida posterior una inmigración en el país o lugar de llegada.
El proceso de inmigración se dio con mucha frecuencia y en gran cantidad en el período de 1880 a 1916 por varios motivos. Los inmigrantes, mayormente agricultores pobres, tuvieron que irse de sus países de origen por crecimiento demográfico, la crisis agrícola que generaba desocupación y hambre, o por causas bélicas y conflictos religiosos. Este hecho fue visto como una gran válvula de escape a muchos problemas locales. Mayormente eran italianos y españoles, aunque también provenían de Rusia, Uruguay, Francia, Austria, Suiza, Alemania, Bélgica, Montenegro, Siria, Portugal y Grecia.
Argentina era el foco de recepción de los inmigrantes gracias a la Ley 817 de Inmigración, promulgada en 1876 por Nicolás Avellaneda, y que rigió la política inmigratoria de los siguientes gobiernos. Se fomentaron campañas en Europa buscando traer gente, asegurando su seguridad, comodidad y salubridad en el buque conductor, prometiéndoles tierras, traslado, estadía gratis por los cinco días siguientes a su desembarco y trabajo, fundamentalmente en las colonias agrícolas. Además las políticas migratorias implementadas en este país les permitían venir contando con alojamiento, alimentación, comodidades, régimen higiénico y seguridad. Estas atenciones eran importantes, porque Argentina necesitaba a los inmigrantes, ya que aportaban la mano de obra necesaria para el proyecto agroexportador, que, junto con su ideología liberal, ayudaba a insertarse en la economía mundial. El país se estaba autoabasteciendo de trigo, e incluso quedaban algunas cantidades para la exportación, que pronto, con la inmigración, se multiplicarían.
Desde los países de origen, por ejemplo en Italia en 1902, también se apoyaba la inmigración hacia nuestro país, ya que las compañías de inmigración difundían “El manual del inmigrante,” que daba consejos sobre como debían comportarse los italianos frente a las costumbres argentinas.
Al llegar, los asentamientos principales eran Buenos Aires, Rosario y el campo; las ciudades eran elegidas por aquellas personas que no supiesen trabajar el campo, ya que allí podían realizar otros oficios como zapateros, sastres, costureras y demás. Un tercio de los inmigrantes que llegaron al país se quedaron en Capital Federal. Los italianos, en su mayoría, eligieron la Boca y barrios como Monserrat, San Cristóbal, San Nicolás y Constitución. Los sirios y libaneses se agruparon en Retiro, y los judíos y rusos en la zona norte de Balvanera, cerca de Once. Los criollos preferían Flores y Palermo.
Muchos inmigrantes esperaban poder comprar o alquilar un terreno para dedicarse a la producción agropecuaria, por lo que se instalaron en regiones rurales en Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba y la Patagonia; pero la mayoría de ellos no lo logró, ya que la mayor parte de las tierras pertenecían a grandes propietarios locales, o su precio era demasiado elevado, aunque en la época de siembra y de cosecha, como se necesitaba mucha mano de obra, algunos migraban al campo. La inmigración, junto con la ampliación de las vías férreas, ayudaron al crecimiento agrícola: en poco más de diez años, Buenos Aires pasó de cultivar del 18% de trigo (1895) al 41% (1908).
Los inmigrantes europeos recién llegados que no tuvieron posibilidades de trabajar en el campo debieron emplearse como trabajadores asalariados en la ciudad y pasaron a formar parte de la clase obrera urbana. Otros, que ya contaban con algunos recursos económicos y desempeñaban un oficio en su ciudad natal, lograron establecerse manteniendo su trabajo, montando pequeños comercios o talleres, trabajando por su cuenta propia como zapateros, sastres, ebanistas o relojeros. Otro sector se dedicó a trabajar como obreros de los puertos, los ferrocarriles, los frigoríficos, la construcción, las industrias de alimentos, bebidas y tabaco, y otras. De este modo se fue conformando aceleradamente un sector obrero numeroso y muy concentrado compuesto por argentinos nativos y, mayoritariamente, trabajadores de origen europeo.
Esta cercanía en los sectores medios y obreros, favorecida por la pertenencia a una comunidad de origen, una lengua natal, una cultura, un barrio y la movilidad social que existía entre esas dos posiciones permiten designar a esta franja de la sociedad compuesta por nativos y un gran número de inmigrantes y sus descendientes como sectores populares urbanos.
Con el tiempo muchos hijos de inmigrantes obreros lograron ascender socialmente por la vía de una carrera profesional o por medio de un cargo en la administración pública.
Si bien la Argentina afirmaba el criterio del jus solis (la nacionalidad es de la tierra de nacimiento), los países de emigración sostenían el jus sanguinis (la nacionalidad se hereda por vía paterna). A la oligarquía le inquietaba que los miembros extranjeros se dedicaran a conservar vivas entre los inmigrantes la lengua nativa, la tradición y la historia, y de fomentar lazos afectivos de adhesión a la vieja patria. Esta cuestión se volvió grave cuando se entrevió la relevancia de la nacionalidad como principio legitimador de la existencia de las naciones y su relación con los nuevos rumbos expansionistas que asumía la política exterior de las potencias europeas, por lo que se gestó entre los dirigentes un movimiento destinado a afirmar la nación. Además de consolidar el principio del jus solis, se procuró formar la nacionalidad argentina, de manera que los nacidos en el país no lo fueran solo por ley, sino también por la adhesión manifiesta a esta patria. Por ejemplo, mediante la Ley Roque Sáenz Peña, se implementó el voto obligatorio, además del voto secreto y el padrón militar. Otra ley reguló la estadía de los inmigrantes en la Argentina fue la Ley de Residencia, aprobada el 23 de noviembre de 1902, durante la segunda presidencia de Roca. La misma permitía que sean expulsados aquellos condenados o perseguidos por crímenes o delitos, aunque principalmente eran expulsados los anarquistas y socialistas. Por otra parte, hubo un definido interés en los estudios y la enseñanza de la historia nacional, y se estimularon la celebración de las fiestas patrias y los homenajes a los héroes, la construcción de estatuas y monumentos, el relevamiento de sitios históricos y la creación de museos.
Al aumentar la inmigración, aumentó también un sentimiento xenófobo que asociaba la extranjerización con una disolución de lo nacional, por lo que las élites oligárquicas confiaron en el rol importante de la educación para lograr la estabilidad política y social y la asimilación de los inmigrantes a nuestro país. Esto se enfrentó a las ideologías de otros países, como Italia, que, a través de las escuelas de su colectividad, pretendían constituir una identidad nacional italiana. Finalmente, gracias a la Ley 1420, cuyos principios implicaban la obligatoriedad, gratuidad, gradualidad y tolerancia religiosa, los hijos de inmigrantes pudieron ser escolarizados en instituciones argentinas. Estas características, sumado al hecho de que esta ley alfabetizó a generaciones de hombres y mujeres, logrando que Argentina tuviera la tasa de analfabetos más baja de América Latina, inspiró a muchos inmigrantes (llegados pobres y enriquecidos después) a ponerla como ejemplo en sus regiones de origen, y a aportar fondos para la creación de escuelas inspiradas en las argentinas.
La experiencia de la emigración, el desarraigo y las privaciones no era nada sencilla. Para paliar las múltiples dificultades y carencias materiales y espirituales, los inmigrantes recurrieron a las solidaridades familiares, regionales y, en ocasiones, nacionales. Estas redes de solidaridad se tradujeron en asociaciones de carácter mutual, algunas de las cuales alcanzaron gran importancia e influencia, como la sociedad Unione e Benevolenza, de la comunidad italiana. En 1898 se creó la Sociedad Española de Socorros Mutuos. Estas redes de solidaridad no solo abarcaban la Argentina: cuando en 1908 un terremoto provocó 200.000 muertos en Sicilia y Calabria, la comunidad italiana juntó dinero para enviar desde Argentina a Italia.
El Hotel de Inmigrantes se construyo con el fin de recibir y alojar a los inmigrantes, hasta que se les consiguiera empleo y un hogar definitivos. Era un complejo conformado por diversos pabellones con funciones específicas vinculadas a los inmigrantes: su desembarco, atención médica, servicios, alojamiento y traslado. También funciona allí una oficina de trabajo, donde se tomaban los datos laborales
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