Lenguaje Y Cultura
saraahmelanie6 de Julio de 2014
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LENGUAJE Y CULTURA
Este capítulo tiene como objetivo servir de breve introducción a la lingüística antropológica. Comienza con un análisis
de los rasgos de las lenguas humanas que hacen posible la universalidad semántica. A continuación se analiza la diferen-
cia entre unidades fonéticas y fonémicas. Después se explora la relación que existe entre lenguaje y cultura y, finalmente,
la importancia de la toma de conciencia para el cambio cultural se ilustra por medio de los procesos del cambio lingüísti-
co.
La adquisición del lenguaje
¿Cómo aprenden los niños a hablar una lengua determinada? Estudios recientes muestran que la adquisición del lengua-
je ocurre paso a paso, desde la adquisición de fonemas sencillos a morfemas y normas gramaticales, hasta vocabularios y
normas estructurales cada vez más complejas. Se ha descubierto que los niños no aprenden a hablar simplemente escuchan-
do a otros. Un niño con oído y comprensión normal, pero con padres sordos que se comunicaban en Ameslan veía y escu-
chaba todos los días la televisión. Sus padres confiaban en que el niño aprendería inglés. Debido a que el niño era asmático,
se quedaba en casa y solamente estaba en contacto con gente que se comunicaba por el lenguaje de los signos. Cuando tenía
tres años hablaba perfectamente en Ameslan, pero ni entendía ni hablaba el inglés. Esto demuestra que para aprender una
lengua los niños tienen que ser capaces de probar y mejorar sus conocimientos sobre morfemas, fonemas y gramática por
medio de intercambio de experiencias con otras personas. Es decir, que aunque los seres humanos tienen una capacidad
específica de especie única para el lenguaje, eso no quiere decir que vamos a aprender a hablar automáticamente tan pronto
como escuchemos a otros hablar. Aprendemos nuestras lenguas usándolas para hacer preguntas y para responder a las pre-
guntas que otros hacen (Moskowitz, 1978:94b).
¿Existen lenguas superiores e inferiores?
Los lingüistas europeos del siglo XIX estaban convencidos de que las lenguas podrían ordenarse en jerarquías. La lengua que invariablemente se llevaba el premio por su eficacia, elegancia y belleza era el latín; dominar su gramática fue durante mucho tiempo una condición previa para el éxito en los estudios en el mundo occidental.
Sin embargo, comenzando por el estudio de las lenguas indias americanas, lingüistas antropólogos, capitaneados por
Franz Boas, mostraron que la creencia en la superioridad de una gramática civilizada era insostenible. Se descubrió que las
normas gramaticales recorrían toda la gama desde los sistemas más simples hasta los más complejos entre pueblos de todos
los niveles políticos y tecnológicos. La conclusión del gran lingüista antropólogo Edward Sapir (1921:234) permanece en
pie: «Cuando se trata de la forma lingüística, Platón camina junto al porquero de Macedonia, y Confucio con los salvajes
cazadores de cabezas de Assam.» A menudo se citan otros tipos de diferencias en lenguajes como evidencia de que una
lengua es más primitiva que otra. Por ejemplo, en las lenguas nativas brasileñas tupi hay numerosas palabras para los dife-
rentes tipos de loros, y aún así no existe ningún término para designar a los loros en general. Esto se ha atribuido a una
supuesta capacidad lingüística primitiva. Por otro lado, ciertas lenguas parecen carecer de términos específicos. Por ejem-
plo, existen lenguas que no tienen palabras específicas para números superiores al cinco. Las cantidades superiores sim-
plemente se denominan como «muchos». Esto también se ha achacado a una supuesta deficiencia lingüística.
Estas evaluaciones no tienen en cuenta que hasta donde un discurso es específico o general refleja la necesidad cultu-
ralmente definida de que sea específico o general, no la capacidad de la propia lengua para transmitir mensajes sobre fenó-
menos específicos o generales. Un indio brasileño apenas tiene necesidad de distinguir entre loros en general de otras aves,
5 «La carne y la grasa son apetecidas por los leones», «los leones apetecen la carne y la grasa», «los leones apetecen la carne y los leones apetecen la grasa». (N. del T.).
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pero sí que debe ser capaz de distinguir un loro de otro, ya que cada tipo es valorado según su plumaje. Un individuo nor-
mal en una sociedad pequeña puede nombrar e identificar entre 500 y 1.000 especies de plantas diferentes, pero el moderno
hombre de la ciudad normalmente no pasa de 50 a 100 de tales especies. Paradójicamente, el habitante de la ciudad nor-
malmente tiene un repertorio más complejo de términos generales tales como planta, árbol, bulbo o cepa que los habitantes
de un pueblo para los que tales generalidades son de poca utilidad (Witowski y Brown, 1978:445-446). La lengua inglesa,
que tiene expresiones para muchos vehículos especiales —cart (carreta), stretcher (camilla), auto (auto), sled, snowmobile
(trineo), etc.—, carece de un término general para vehículos de ruedas. Sin embargo, esto no les impide comunicarse sobre
vehículos de ruedas distinguiéndolos de los trineos y los helicópteros cuando hay necesidad de ello. De forma semejante, la
ausencia de cifras elevadas normalmente significa que existe poca necesidad y pocas ocasiones en las cuales es útil especi-
ficar de forma precisa estas grandes cantidades. Cuando estas situaciones se hacen más corrientes cualquier lengua puede
solucionar el problema de la numeración repitiendo el término mayor o inventando nuevos términos.
Se ha visto que sociedades pequeñas tienden a tener lenguas con menos términos que las sociedades más complejas para expresar los colores. Algunas lenguas tienen términos diferentes solamente para expresar la diferencia de brillo, como los que designan el blanco y el negro. Con la evolución hacia sociedades más complejas, las lenguas tienden a añadir distinciones de color en una secuencia regular: rojo verde o azul marrón rosa, naranja, morado. La aparición de estos diferentes términos para expresar el color está probablemente asociada con el control tecnológico creciente sobre los tintes y pinturas (Witowski y Brown, 1978). De forma similar, muchas lenguas usan un solo término para designar «mano» y «brazo» y un solo término para «pierna» y «pie». Se ha demostrado que esta falta de distinción está relacionada con lenguas habladas por gente que vive en los trópicos y lleva poca ropa. Entre la gente que vive en climas más fríos y que llevan prendas especiales (guantes, botas, mangas, pantalones, etc.) para las distintas partes del cuerpo, se tiende a designar las diversas partes de los miembros con términos diferentes (Witowski y Brown, 1985).
En cualquier caso, estas diferencias son, por supuesto, superficiales. La productividad semántica es infinita en cualquier
lengua conocida. Cuando surge la necesidad social, en cualquier lengua pueden desarrollarse los términos propios de la
civilización industrial. Esto se puede conseguir bien a través del préstamo de palabras de una lengua por otra (sputnik, blitz-
krieg, garage) o por la creación de nuevas palabras basadas en nuevas combinaciones de los morfemas ya existentes en
reserva (radiometric, railroad, newspaper). Ninguna cultura falla por falta de palabras, por lo menos no durante mucho
tiempo.
Lenguaje, clase social y etnicidad
Otra forma por la que se reclama una superioridad lingüística se asocia a la existencia de las variaciones dialectales características de las sociedades estratificadas (véase Clase y estilo de vida p. 106). A veces se comenta que un determinado grupo étnico o clase social tiene una gramática deficiente y una pronunciación incorrecta. Tales críticas carecen de base firme desde el punto de vista de la ciencia lingüística excepto si consideramos que todas las lenguas contemporáneas están contaminadas y son versiones subestándar de lenguas anteriores.
Cuando una variante dialectal se denomina «inferior», de lo que se trata normalmente es de un fenómeno político más
que de un fenómeno lingüístico (Hertzler, 1965; Southworth, 1969). Rebajar los dialectos a un estatus inferior solamente
puede ser entendido como parte de un proceso general mediante el cual los grupos dominantes intentan mantener su posi-
ción superior (véase Cap. 11. Grupos estratificados: clases, castas, minorías y etnias). Lingüísticamente hablando, la foné-
tica y la gramática de las clases pobres e incultas son tan eficaces como las de las clases altas, ricas y poderosas.
Este punto no debería confundirse con el problema de las diferencias funcionales de vocabulario. Grupos socialmente
explotados y deprimidos a menudo carecen de conceptos y palabras clave especializadas y técnicas como resultado de su
limitada experiencia educacional. Esto constituye un auténtico handicap a la hora de competir por puestos de trabajo, pero
no tiene nada que ver con la cuestión de si los sistemas fonético y gramatical de la clase trabajadora y los dialectos étnicos
son adecuados o no.
Educadores bien intencionados a menudo afirman que los niños pobres y que viven en guetos son educados en un am-
biente lingüísticamente
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