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Cultura Lenguaje Y Organizacion


Enviado por   •  25 de Septiembre de 2013  •  1.897 Palabras (8 Páginas)  •  512 Visitas

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Cultura: lenguaje e interpretación

PEREZ BURGOS, Sergio.

En: Lectura y escritura en la universidad. Lengua y Cultura 4. Medellín, Editorial Universidad Pontificia Bolivariana, 2009. ISBN: 978-958-696-795-2

Desde un punto de vista antropológico, el hombre se caracteriza, entre otras cosas, por ser un animal que interpreta su relación con el medio en el que habita incluido él mismo al considerarse como parte integrante del conjunto de lo real.

Esta particularidad humana, puede entenderse un poco mejor, si atendemos la explicación que comienza a aportarnos la biología desde finales del siglo XIX, cuando Charles Darwin con su teoría de la evolución de las especies, nos permitió acceder a la hipótesis que indica que el hombre, tal como hoy lo conocemos, es el producto final de un largo proceso evolutivo, que hizo posible que el animal humano atravesara por una serie de transformaciones biológicas que le permitieron, sucesivamente, adaptarse a las muy diversas y azarosas contingencias que le oponía el medio externo donde habitaba. En efecto, hace millones de años, el que iba a convertirse posteriormente en homo sapiens sólo era un tipo de homínido que vivía en los árboles; ello supone entonces que en esa época existían inmensas extensiones de tierra pobladas de bosques y que, como es obvio, se constituían en el hábitat óptimo para su desarrollo y sobrevivencia. Pero resulta que, un buen día, sin que ningún signo lo pudiera vaticinar con exactitud, el clima de la tierra comenzó a transformarse radicalmente y, entonces, los inmensos bosques se redujeron considerablemente, y el antiguo homínido, nuestro remoto antepasado, se vio abocado a una situación de incertidumbre permanente, pues con la deforestación ya no era posible garantizar su sobrevivencia. La sabana desolada comenzaba a crecer y a constituirse, en ese entonces, en uno de los medios naturales al que podía asirse para continuar afirmándose como especie.

Seguramente, como es de suponer, las dificultades para encontrar alimento, la ferocidad acechante de otros animales y las múltiples peripecias para hacerse a techo y abrigo se constituyeron en algunas de las constantes más acuciantes de su peregrinación sobre la tierra. Mientras tanto, este mismo homínido, que se enfrentaba con todo tipo de adversidades, iniciaba un largo proceso de transformación biológica que habría de permitirle adaptarse, finalmente, a este nuevo medio: la sabana. Algo sabemos de este proceso extraordinario: inicialmente el homínido se yergue sobre sus dos patas, luego libera la mano que ya no tiene una función únicamente prensil, y posteriormente, se produce un acrecentamiento de la capacidad craneana, que hará posible la conformación del cerebro, conformado por infinitas conexiones intraneuronales. Con la aparición del cerebro, y gracias a su intrincado vínculo con la mente, habrá de conformarse también esa nueva facultad adaptativa que denominamos racionalidad.

La racionalidad emerge, pues, como una nueva facultad adaptativa; éste es su límite y también su posibilidad. Efectivamente, le permitirá al hombre sobrevivir, pero de una manera radicalmente distinta respecto a la de sus antepasados.

En efecto, con la aparición de la racionalidad, se pone de manifiesto un cambio cualitativo de inmensas incidencias en el desarrollo antropológico del hombre. A partir de ese momento, los seres humanos ya no nos encontraremos reducidos a vivir en el perímetro cerrado del ensimismamiento instintivo, cuyo mecanismo intrínseco tiende a responder a los diversos estímulos externos, y de acuerdo a las características de cada especie animal, de manera similar, es decir, reiterativa o mecánica. Si como decimos, la racionalidad nos otorga un cambio cualitativo singular, es porque habrá de permitirnos hacer conciencia (¿horror o maravilla de la naturaleza?) del medio en el que habitamos y, por tanto, re-presentarnos cada uno de los objetos, fenómenos y acontecimientos que circunscriben nuestro medioambiente, incluidos nosotros mismos. Como es de suponer, la racionalidad apenas sí le permitía al hombre tener una percepción tímida, tosca y elemental de su entorno. A este respecto, el filósofo norteamericano Lewis Mumford se arriesga alanzar la hipótesis de que los primeros individuos de la especie homo sapiens Que habitaron las planicies terrestres tuvieron, también como nosotros hoy, experiencias oníricas; ello parece confirmarse por los testimonios pictóricos que aún subsisten en algunas cavernas prehistóricas, como la de Altamira (España) y Lascaux (Francia).Sin embargo, podríamos suponer que, en ese momento, el Homo sapiens no contaba con los medios suficientes como para arriesgarse a diferenciar el contenido de sus sueños respecto de las experiencias diversas que le deparaba su estado de vigilia. Dicho de otra manera, para ese entonces, el hombre no podía diferenciar o establecer fronteras nítidas entre la realidad cotidiana, mediatizada por el despliegue de acciones encaminadas a garantizar su propia supervivencia y, esa otra realidad abigarrada y caótica, que emergía a contracorriente de su propia voluntad mientras dormía. Si esto era así, no es difícil concluir que ello también ocurría respecto a otras dimensiones de la realidad: las diferencias existentes entre realidad y fantasía, razón e imaginación, sentido y sinsentido, bien y mal, objetivo y subjetivo -categorías todas ellas que le hubieran permitido una orientación más segura en sus proyecciones, indagaciones o desplazamientos-sólo advendrán más tarde. Mientras tanto, el sentimiento que habría de embargarlo sería el del terror producido por esta profunda inseguridad nómada: tanteando por entre el laberinto denso y extenso que constituye la realidad en su conjunto, el hombre intentará abrirse caminos seguros hacia la comprensión; pero, mientras tanto, algunos procesos tendrán que afianzarse.

El nuevo Homo sapiens está des-aprendiendo todo el repertorio de tácticas interpretativas que le servían antaño para vivir en los árboles, y aprendiendo ahora otro tipo de estrategias interpretativas más adecuadas para aprehender las cosas sabánicas que se están constituyendo en sus realidades más inmediatas y vitales. Esta situación explica por qué la racionalidad aparece como una facultad no estrictamente orgánica, que intenta responder a estas nuevas condiciones de supervivencia que se erigen como radicalmente nuevas, respecto a la perspectiva del mundo arborícola al que

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