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Maestro Unico


Enviado por   •  12 de Febrero de 2015  •  810 Palabras (4 Páginas)  •  233 Visitas

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s, por muy expresivos que sean, se parecen mucho a los de todos los otros primates

superiores. (Al primer golpe de vista, podemos decir si un mono está enfadado o asustado, pero

aún tenemos que aprender a conocer su cara amistosa.) Las reglas son muy sencillas: cuanto más

domina el impulso de ataque al impulso de fuga, más se proyecta la cara hacia delante. Cuando

ocurre lo contrario y domina el miedo, todos los detalles faciales parecen retroceder. En la cara de

ataque, las cejas se fruncen, la frente se alisa, las comisuras de la boca están adelantadas y los

labios forman una raya apretada y arrugada. Cuando el miedo se apodera del ánimo, aparece la

cara de susto. Las cejas se levantan, la frente se arruga, las comisuras de la boca se inclinan hacia

atrás y los labios se abren, dejando los dientes al descubierto. Esta expresión va a menudo

acompañada de otros gestos de apariencia muy agresiva, y por esto la frente arrugada y los dientes

descubiertos son tomados algunas veces por señales «feroces». Pero en realidad son signos del

miedo, y la cara da siempre la señal de la presencia del miedo, a pesar de la persistencia de

ademanes amenazadores realizados por el resto del cuerpo. Sin embargo, sigue siendo un rostro

amenazador que no merece ser tratado con guante blanco. Si se expresara un miedo total, cesaría

la tirantez del rostro y el rival se retiraría.

Todas estas muecas las compartimos con los monos, circunstancias que conviene recordar si

nos encontramos frente a frente con un gran mandril; pero hay otras expresiones que las hemos

inventado culturalmente, tales como sacar la lengua, hinchar las mejillas, pellizcarnos la nariz o

torcer exageradamente el gesto, que aumentan considerablemente nuestro repertorio amenazador.

Muchas culturas han añadido, además, una gran variedad de ademanes amenazadores o insultantes

realizados con el resto del cuerpo. Movimientos intencionales agresivos (hopping mad) han sido

convertidos en violentas danzas de guerra, de clases diferentes y sumamente estilizadas. Aquí la

finalidad ha consistido más en la provocación y sincronización de fuertes sentimientos agresivos,

que en una exhibición visual directa ante el enemigo.

Si tenemos en cuenta que, debido al desarrollo cultural de las armas artificiales letales,

hemos llegado a ser una especie potencialmente peligrosa, no nos sorprenderá descubrir que

poseemos una extraordinaria cantidad de señales de apaciguamiento. Compartimos con los otros 78

primates la básica y sumisa respuesta que consiste en encogernos y gritar. Pero, además, hemos

dado forma a una gran variedad de manifestaciones de subordinación. La acción de encogerse se

ha exagerado hasta la de postrarse y arrastrarse

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