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Nunca Estuve Sola


Enviado por   •  15 de Junio de 2012  •  65.527 Palabras (263 Páginas)  •  2.469 Visitas

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NUNCA ESTUVE SOLA

Nidia Díaz

Presentación

Yo conocí, como muchos otros en el mundo, a la comandante Nidia Díaz, cuando en octubre de 1984 formó parte de la delegación del FMLN-FDR que dialogó en La Palma con el gobierno de Duarte.

Más conocida se nos hizo después, en abril de 1985, cuando fue capturada por un asesor militar de Estados Unidos en una operación del ejército de Duarte en zona de guerra. Nidia se convirtió entonces en todo un personaje. Tuvo que ser “reconocida” como su prisionera por los militares salvadoreños que, tras acumular derrotas en sus operativos con helitransportados, necesitaban con urgencia apuntarse un éxito. Creyeron obtenerlo proclamando la captura de una guerrillera de alto rango en uno de esos operativos.

Presionado, Duarte tuvo que respetarle la vida para demostrarle al congreso de Estados Unidos y al mundo, que su gobierno respetaba los derechos humanos y que por eso merecía muchos más dólares de ayuda. Desde el momento de su captura, Nidia se declaró “prisionera de guerra,” con todo lo que esto supone en el marco del derecho internacional. En el momento de su captura, además, la guerra había entrado en una nueva etapa, extendiéndose a todo el país y cambiando ambos contendientes estrategias y tácticas.

En los hilos de araña de esta coyuntura tan especial —que el libro reconstruye— reclamar por la vida de Nidia se convirtió en una de las banderas que alzó el movimiento de solidaridad con el pueblo salvadoreño. Finalmente, su libertad se consiguió en el canje de prisioneros con que concluyó la captura de la hija de Duarte. Su liberación, su vida conservada, fue un triunfo más del pueblo salvadoreño, que con su lucha ha ido conquistando espacios solidarios y políticos cada vez más amplios y eficaces. En la liberación de Nidia se expresó también el doble poder que existe en El Salvador: el poder del proyecto popular que defiende el FMLN-FDR y el poder del proyecto impopular de Duarte, los militares y el gobierno norteamericano.

Este conjunto de elementos entrelazados protegió la vida de Nidia. Esa era la Nidia que yo conocía: la de las fotos de agencias, las declaraciones y los cables.

Casi dos años después de estos hechos escuché su voz, por teléfono, pidiéndome que le leyera este su libro, en el que recoge su experiencia de cárcel. Lo leí de un tirón. Y confesó que al terminarlo, me intrigaba el personaje que, de muy hábil manera, “se escondía” tras su propio testimonio.

Por fin nos conocimos personalmente en unas breves y largas dos horas de conversación sobre el libro y sobre ella misma. El enigma se me aclaró bastante.

¿Y cuál es “el enigma”? Bastante sencillo y bastante frecuente en esta Centroamérica nuestra en guerra. Nunca estuve sola es la narración ordenada, sobria, precisa y contenida que hace una mujer joven, militante del movimiento popular salvadoreño, de una experiencia traumática. Pero apenas se nota en estas páginas el trauma que se supone acercarse a la muerte y quedar viva por la carambola de haber sido capturada en una coyuntura especialísima. Apenas se nota la pasión. Apenas se entrevé todo el entramado del corazón femenino de la autora. Esa contradicción era el enigma.

Nidia es un volcán, como los muchos que hay en su pequeñita patria. Pero durante catorce años aprendió a comprometerse con una lucha desigual y necesaria, en la que con toda probabilidad llegaría al final la muerte por tortura o por desaparecimiento, en un país donde son legión los que así han entregado la vida. Durante catorce años se preparó consciente y también inconscientemente, en la práctica diaria más que en la teoría, para que problemas y sentimientos personales pasaran a un segundo o tercer plano y en el centro del corazón estuvieran los problemas colectivos, los intereses de la mayoría, los sentimientos y las lágrimas del pueblo salvadoreño.

Nidia es un volcán, con erupciones fácilmente adivinables. Pero habituada a contenerse y a cumplir tareas mayores que las de su solo corazón, supo llegar a ser la “fría prisionera” que en esta narración aparece, capaz de lidiar astutamente con el enemigo, capaz de ser dura y no llorar, capaz de enmascararse en la sobriedad y la táctica precisa para salir a flote. Astucias de quien sabe que “la tarea,” si no te matan, es sobrevivir para continuar luchando. Sicología que, con una amplia gama de matices, desarrolla siempre, combinando entrenamiento e instinto, el prisionero. Los que han estado presos alguna vez lo saben mejor que nadie.

Además de mostrarse ante mí como una mujer repleta de sensibilidad y de sueños, Nidia me contó cómo había escrito este libro, ella que realmente reconoce no tener ninguna madera de escritora.

Lo escribió como “una tarea”, haciendo uno de estos esfuerzos de disciplina para los que se preparó en el clandestinaje urbano y en la montaña guerrillera.

Micrófono en mano, grabó durante horas lo que habían sido esos ciento noventa días de cárcel. Pero no tenía ganas de hacerlo.

Viva por la casualidad de haber sido hecha prisionera en una coyuntura en donde no era conveniente matar a los capturados, Nidia quería olvidar el trauma de la cárcel y el privilegio de la vida, quería espantar los recuerdos. Pero tenía el deber de recordar, de contar a otros cómo se vive y se sobrevive en las cárceles salvadoreñas, centros de muerte y de abusos. Debía transmitir a su pueblo y a sus compañeros las claves de esa importante experiencia, rica en lecciones para los que luchan. Debía devolver a la solidaridad internacional, el testimonio de aquella por quien tanto se interesaron durante meses con gestiones de todo tipo.

Así, entre el rechazo del deber y la obediencia al deber, tirando al suelo el micrófono primero y la máquina de escribir después, en permanente tentación de abandonar la tarea y en medio de una ardua fisioterapia destinada a devolverle el caminar normal de sus pies heridos por las balas, Nidia escribió estas páginas. Dice y se nota que fue un parto difícil y doloroso. Dice también que la criatura tampoco la dejó satisfecha.

Me dicen que en el libro puse más mi ideología revolucionaria que mis emociones personales. Pero es que en la cárcel, si no te agarras a tus convicciones, a tu ideología, te pierdes. Uno no puede manifestar ninguna cosa personal a sus captores e interrogadores. Tampoco yo lo quería. Y después, eso mismo es lo que me fue saliendo al ponerme a escribir. Yo viví minuto a minuto la cárcel así, aguantando, resistiendo.

Los dibujos

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