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Antoine Prost aborda un tema sustancial para el quehacer de los historiadores: el desarrollo de los conceptos.

felipe burgueñoEnsayo2 de Septiembre de 2016

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Antoine Prost aborda un tema sustancial para el quehacer de los historiadores: el desarrollo de los conceptos.

Comienza por llevarnos de lo general a lo particular, suscribiendo el término (concepto) dentro del marco de la historia.

Me parece crucial que en este marco los conceptos son el andamiaje teórico que nos ayuda a acercarnos a nuestro objeto de estudio. Prost distingue -citando a Kosellek- dos tipos: los de época y los contemporáneos[1]. En ambos casos los conceptos son resultado de conjuntar “la pluralidad de la experiencia histórica y una suma de relaciones teóricas y prácticas de relaciones objetivas en un contexto que, como tal sólo está dado y se hace experimentable por el concepto”[2] de esta manera los conceptos acogen una pluralidad de significados y experiencias.

Me enriquece la lectura al conectarla con mi propio proyecto de investigación y reflexionar sobre lo crucial de la adaptación de conceptos necesarios para abordar mi objeto de estudio. La elección, construcción o adaptación de estos concentrados de contenidos significativos[3] puede parecer una labor ardua, pues tal vez no existe un solo concepto que dé cuenta de todo un proceso o realidad concreta. De ahí que la enumeración de contextos singulares[4] que den como resultado un concepto adecuado para explicar o comprender nuestro objeto de estudio sea una parte crucial del trabajo del historiador.

Por otro lado hace mención de la construcción de tipos ideales como una forma de construir conceptos útiles en las ciencias sociales. La pureza conceptual contenida en estos tipos, nos permite establecer comparaciones con la diversidad empírica resaltando las similitudes y diferencias que producen sentido, mostrando lo específico de lo general.[5]

Estas construcciones también nos ponen de frente con el potencial riesgo que presenta el anacronismo de los conceptos. Los términos que utilizaremos seguramente resultaran anacrónicos a la época que estudiamos, pero no es ahí donde reside propiamente el problema, sino en la ineficiencia del concepto para explicar la realidad que pretende abordar.[6]

El autor retoma también la necesidad de inscribir los conceptos en redes que nos permitan tener una comprensión más amplia de los conceptos por medio de relaciones estables de oposición, asociación o sustitución.[7]

Finalmente me llama la atención la incapacidad de la historia por desarrollar conceptos propios y la necesidad de historizarlos pues la permanencia de los conceptos no significa la permanencia de sus significados y el cambio no necesariamente coincide con un cambio en las realidades que designa.[8]

La importancia de los conceptos en el quehacer histórico radica en que éstos “adquieren (…) sentido por su  inserción dentro de una configuración heredada del pasado, por su valor performativo anunciador de un futuro y su alcance polémico presente”[9]

Bibliografía

Prost Antoine, Doce lecciones sobre la historia, Ediciones Cátedra, España, 1996.

----------------------------- “Historie, vérités, méthodes. Des structures arrgumentatives de l´historie”, Le Débat, núm,        92, noviembre-diciembre, España, 1996.  p. 117


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