Aurea Mediocritas
qiosca1 de Mayo de 2014
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ITULO I.
I. ¿AUREA MEDIOCRITAS?
Su admiración primitiva es simple insensibilidad, de la poesía natural que le rodea al reflejarse en su imaginación, y no se convierte en poema.
Para concebir una perfección se requiere cierto nivel ético y es indispensable alguna educación intelectual en el estrecho horizonte de su experiencia constituye el límite forzoso de su mente, que no puede formarse un ideal esto nos indica que hay hombres mentalmente inferiores al término medio de su raza, de su tiempo y de su clase social; también los hay superiores. Entre unos y otros fluctúan una gran masa imposible de caracterizan por inferioridades o excelencias.
Su existencia es, sin embargo, natural y necesaria. En todo lo que ofrece grados hay mediocridad, en la escala de la inteligencia humana ella representa el claros oscuro entre el talento y la estulticia esto fue el placer del poeta: poniendo en la tranquilidad y en la independencia el mayor bienestar del hombre, enalteció los goces de un vivir sencillo que dista por igual de la opulencia y la miseria, llamando Áurea (brillante) a esa mediocridad material. En cierto sentido sensual, su sentencia es verdadera y confirma el remoto proverbio árabe:”Un mediano bienestar tranquilo es preferible a la opulencia llena de preocupaciones”.
No concebimos el perfeccionismo social como un producto de la uniformidad de todos los individuos, sino como la combinación armónica de originalidades incesantemente multiplicadas. El sentido común es colectivo, eminentemente retrogrado y dogmatista; el buen sentido es individual, siempre innovador y libertario .Las costumbres y las leyes pueden establecer derechos y deberes comunes a todos los hombres; pero estos serán siempre tan desiguales como las olas que erizan la superficie de un océano.
II. LOS HOMBRES SIN PERSONALIDAD:
La personalidad individual comienza en el punto preciso donde cada uno se diferencia de los demás; en muchos hombres ese punto es imaginario. Por ese motivo, al clasificar los caracteres humanos se ha comprendido la necesidad de separar a los que carecen de rasgos característicos, productos adventicios del medio, de las circunstancias, de la educación que se les suministra, de las personas que los auxilian, de las cosas que los rodean.”Indiferentes” ha llamado a ribot a los que viven sin que se advierta su existencia.
Aunque los hombres carecemos de misión trascendental sobre la tierra, en cuya superficie vivimos tan naturalmente como la rosa y el gusano, nuestra vida no es digna de ser vivida sino cuando la ennoblece algún ideal: los más altos placeres son inherentes a proponerse una perfección y perseguirla. El poder que se maneja, los favores que se mendigan, el dinero que se amasa, las dignidades que se consiguen, tienen cierto valor efímero que puede satisfacer los apetitos del que no lleva en sí mismo, en sus virtudes intrínsecas, las fuerzas morales que embellecen y califican la vida; la afirmación de la propia personalidad y la cantidad de hombría puesta en la significación de nuestro yo.
Muchos nacen; pocos viven. Los hombres sin personalidad son innumerables y reverdecen moldeados por el medio, la falta de personalidad hace a estos, incapaces de iniciativa y de resistencia y no actúan por sus intereses y siempre niegan sus habilidades.
III. ENTORNO DEL HOMBRE MEDIOCRE
El medio en el que vive una persona medir los valores individuales, en escala continua, de lo bajo a lo alto. Entre los tipos extremos y escasos, observaríamos una masa abundante de sujetos, más o menos equivalentes, acumulados en los grados centrales
El concepto de la normalidad humana solo podría ser relativo a determinado ambiente social ¿serian normales los que mejor “marcan el paso”, los que alinean con mas exactitud en las filas de un convencionalismo social? En este sentido el hombre normal no sería sinónimo de hombre equilibrado, ¿será entonces lo que en la filosofía, en literatura o en la política, se llama un selecto, un justo-medio? de ninguna manera, contesta. El que es justo medio lo sabe tiene la intención de serlo; el hombre mediocre es justo medio sin sospecharlo lo es por naturaleza, no por opinión; por carácter, no por accidente. Pero fuerza es reconocerlo, tales definiciones son inseguras desde el punto de vista de la psicología social; conviene buscar una más exacta e inequívoca, abordando el problema por otros caminos.
IV. CONCEPTO SOCIAL DE LA MEDIOCRIDAD:
No obstante las infinitas diferencias individuales, existen grupos de hombres que pueden englobarse dentro de tipos comunes; tales clasificaciones, simplemente aproximativas, constituyen la ciencia de los caracteres humanos, la teología, que reconoce en Teofrasto su legítimo progenitor. Esas clasificaciones, admisibles desde algún punto de vista especial, son insuficientes para el nuestro.
Cada individuo es el producto de dos factores: la herencia y la educación. La primera tiende a proveerle de los órganos y las funciones mentalmente que le trasmiten las generaciones precedentes; la segunda es el resultado de las múltiples influencias del medio social en el que el individuo está obligado a vivir. Esta acción educativa es, por consiguiente, una adaptación de las tendencias hereditarias a la mentalidad colectiva; una continúa aclimatación del individuo en la sociedad, el niño empieza desarrollarse hasta que empieza a distinguir las cosas inertes de los seres vivos y a reconocer entre estos a sus semejantes.
El hombre mediocre es una sombra proyectada por la sociedad; es por esencia imitativo y está perfectamente adaptado para vivir reflejando las rutinas, prejuicios y dogmatismos reconocidamente útiles para la domesticidad. Así como el inferior hereda “el alma de la especie”, el mediocre adquiere “el alma de la sociedad”. Es original e imaginativo, desadaptadas del medio social en la medida de propia variación.
V. EL ESPIRITU CONSERVADOR:
Todos los hombres de personalidad firme y de mente creadora, sea cual fuere su escuela filosófica o su credo literario, son contrarios a la mediocridad. Toda creación es un esfuerzo original; toda creación es un esfuerzo original; la historia conserva el nombre de pocos iniciadores y olvida a innúmeros os secuaces que los limitan.
Ellos encuentran una justificación, como todo lo que existe por necesidad. El eterno contraste de las fuerzas que pujan en las sociedades humanas, se traduce por la lucha entre dos grandes actitudes, que agitan la mentalidad colectiva: el espíritu conservador o rutinario y el espíritu original y de rebeldía, la originalidad necesita un contrapeso robusto que prevenga sus excesos; habría ligereza en fustigar a los hombres metódicos y de paso pausado, y en vez de mirarse como enemigos debieran considerarse cooperadores de una obra única, pero complicada, si tuvieran igual razón de ser los imitadores y los originales, como arguye el pensador español su justificación estaría hecha. Ser mediocre no es una culpa ;siéndolo su conducta es justificada Su acción seria nula sin el esfuerzo fecundo de los originales, su acción seria nula sin el esfuerzo fecundo de los originales, que inventan lo ilimitado después por ellos. Sin los mediocres no habría estabilidad en las sociedades; pero sin las superiores no puede concebirse el progreso, pues la civilización seria inexplicable en una raza constituida por hombres sin iniciativa. Evolucionar es variar; solamente se varía mediante la invención.la evolución de una sociedad, espoleada por el afán de perfección y contenida por tradiciones difícilmente removibles.
VI. PELIGROS SOCIALES DE LA MEDIOCRIDAD:
El error de lo mediocres es cuando carecen de iniciativa y miran siempre al pasado, como si vivieran fuera de la realidad y echan llave a su dignidad por evitarse un peligro; renunciarían a vivir antes que gritar la verdad frente al error de muchos ,su cerebro y su corazón están entorpecidos por igual como los extremos de un imán gastado el ambiente a tornase es rebelde a todo afán de perfección los ideales se marchitan y la dignidad se ausenta; los hombres acomodaticios tienen su primavera florida. Los estados se convierten en mediocres; la falta de aspiraciones que mantengan el alto nivel de moral y de cultura, ahonda la Tremedal constantemente.
La dignidad es irreverencia, es lirismo la justicia, la sinceridad es tontera, la admiración es imprudencia, la pasión ingenuidad, la virtud es una estupidez. En la lucha de las conveniencias presentes contra los ideales futuros. Ningún idealismo es respetado, si un filosofo estudia la verdad, tiene que luchar contra los dogmatistas momificados; si un santo persigue la virtud se astilla contra los perjuicios morales del hombre acomodaticio; si el artista sueña nuevas formas, ritmos o armonía, en el paso y las reglamentaciones oficiales de la belleza; si el enamorado quiere amar escuchando su corazón, se estrella contra las hipocresías del convencionalismo.
VII. LA VULGARIDAD:
Los hombres se vulgarizan cuando reaparece en su carácter lo que fue la mediocridad en las generaciones ancestrales: los vulgares son mediocres de razas primitivas: habrían sido perfectamente adaptados en sociedades salvajes, pero carecen de la domesticación que los confundiría con sus contemporáneos.
La vulgaridad es el blasón nobiliario de los hombres ensordecidos de su mediocridad; la custodian como al tesoro el avaro. Pone su mayor jactancia en exhibirla, sin sospechar que es su reprobación. Estalla inoportuna en la palabra o en el gesto, rompe en un solo segundo el encanto preparado en muchas horas, aplasta bajo su zarpa toda eclosión luminosa del espíritu. Incolora, sorda, ciega, insensible, nos rodea y nos acecha;
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