CAPÍTULO III. PROFESIONALIZACIÓN DEL EJÉRCITO
R R GonzalezEnsayo23 de Abril de 2018
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CAPÍTULO III. PROFESIONALIZACIÓN DEL EJÉRCITO
3.1 IMPULSO ACADÉMICO (ESCUELAS)
A lo largo de su carrera militar, el General Porfirio Diaz sufrió en carne propia las carencias de un ejército improvisado, hecho de la noche a la mañana, con un sistema de reclutamiento deficiente y basado en la práctica de la leva forzosa. El conocimiento a fondo de las fuerzas armadas y su firme convicción de que estas fueran modernas y acordes a ser realmente un ejército en todos los aspectos, lo llevó, desde los inicios de su régimen, a querer transformar, reorganizar, modernizar y profesionalizar al ejército.
Se[a] deseaba formar militares de carrera, estables en el servicio y en el cumplimiento del deber y con un gran sentido patriótico y de obediencia, en general, habría que transformar un ejército de guerrilleros en un ejército regular, y para lograrlo una de las acciones indispensables que el gobierno de Porfirio Díaz llevo a cabo fue la profesionalización de la educación militar, lo que se llevó a cabo paulatinamente a lo largo de sus periodos presidenciales.
Esta profesionalización dentro de la educación militar consistió en un gran impulso académico que se vivió a lo largo del gobierno de Diaz, principalmente en dos etapas; la primera etapa estuvo a cargo de la visión del general Sostenes Rocha quien fungió como director del colegio militar entre los años 1880 a 1883, y la segunda etapa a cargo de la visión futurista del General Bernardo Reyes quien fungió como secretario de Guerra y Marina en el periodo de 1900 a 1903.
Para lograr la tan anhelada profesionalización en la educación militar y ese cambio radical de mentalidad en el personal que potencialmente seria oficial, así como en totalidad de la tropa, primeramente se empezó por cambiar los planes de estudio como en el caso del colegio, así como la creación de más planteles militares basados en los requerimientos y necesidades del ejército para dotar a sus unidades de oficiales subalternos “científicos” y que a la postre del porfiriato rendiría frutos, aun que debemos de admitir que no fueron los proyectados desde un principio, por lo cual el mando tuvo que tomar acciones de mando para revertir esta acción.
A continuación, se abordarán las reformas que se hicieron en los planteles ya existentes y así mismo, los planteles de reciente creación durante esta etapa trascendental de la historia de México, donde se buscaba instruir al personal y que este estuviera a la altura de los mejores del mundo.
COLEGIO MILITAR[b].
El colegio militar, después de haber vivido diversas penalidades[c] a lo largo de su historia lo que significo su cierre temporal, fue durante el gobierno del General Porfirio Diaz, quien preocupado por impartir una educación de calidad al personal que integraría la oficialidad, así como instituirla como alma mater del ejército, realizo diversos actos por impulsar este heroico plantel.
En 1880, se hizo cargo de la dirección del plantel, el General Sostenes Rocha - uno de los militares de más prestigio de aquella época y el que tenía el mayor número de acciones de guerra-. Gracias a los esfuerzos de este notable director, el plantel regreso a ocupar su antiguo edificio ubicado en Chapultepec, cuajado de tradiciones heroicas.[1]
El Colegio Militar se regía por tres juntas denominadas gubernativa, facultativa y administrativa, presididas por el director del establecimiento. Las decisiones tomadas por las juntas tenían que ser aprobadas por la Secretaría de Guerra.[2]
El objetivo del Colegio era formar oficiales para todas las armas del ejército y dar instrucción preparatoria a los de la marina. Para ser admitido al Colegio se necesitaba ser mexicano por nacimiento o naturalización, tener de dieciocho a veinte años de edad (en 1903 bajó a dieciséis, seguramente con el objetivo de aumentar el número de los interesados), no haber sido expulsado de ningún establecimiento público de enseñanza, saber escribir con letra perfectamente legible y acreditar, en examen sustentado en el Colegio, la suficiencia de conocimientos en aritmética práctica, gramática española y geografía general de la república. Se necesitaba, además, estar vacunado y tener la aptitud física mínima necesaria para abrazar la carrera de las armas, acreditada por el reconocimiento hecho por el médico del Colegio.[3]
Los jóvenes que deseaban ingresar a la institución debían dirigir al Ministro de Guerra su solicitud, escrita con su puño y letra y firmada por el padre o tutor dando su consentimiento. Los hijos de militares podían ingresar al establecimiento desde los quince años con la copia de la patente del último empleo del padre. Los certificados de estudio de las materias no comprendidas en la admisión podían admitirse siempre y cuando fueran de las escuelas oficiales.[4] Como se puede observar, los requisitos de admisión no eran rigurosos, pues lo que se deseaba era interesar al mayor número de mexicanos. Uno de los grandes atractivos era la gratuidad del establecimiento ya que los alumnos proveían solamente por cuenta propia su ropa, sus útiles de aseo y escritorio y un candelero. En esa época muy poca gente terminaba su instrucción primaria, por lo que, realmente para ingresar al Colegio sólo se necesitó saber leer, escribir, contar y tener conocimientos generales de la geografía del país.
Como toda la educación superior civil de la época porfirista, también los estudios ofrecidos en el Colegio Militar tuvieron una alta dosis de teoría científica con una gran influencia francesa. Se decía que el Colegio Militar debía ser comparado su par en Francia, el de Saint-Cyr. Como la enseñanza en el Colegio tenía que ser también necesariamente práctica, hubo un buen equilibrio entre los planes de estudios de índole científico y la práctica que requerían las distintas armas del ejército. La base de los estudios militares fueron las matemáticas, la geometría, el dibujo, los idiomas y los deportes. El estudio acucioso de la Ordenanza era obligatorio durante todos los años.[5]
Grandes e importantes obras materiales modificaron el antiguo colegio, hasta convertirlo en un local adecuado a sus necesidades. A mediados de 1883, se recibió del extranjero mobiliario completo y perfectamente construido, para las clases y los dormitorios.[6]
En abril de 1883, se puso en vigor el plan de estudios del colegio, promulgado por la secretaria de Guerra el 22 de febrero de ese año, introduciendo nuevas materias como calculo diferencial e integral que se ordenó se cursara por separada. Se fundaron las clases de artillería naval y torpedos, mecánica aplicada, teoría del movimiento de bajeles, de vientos y corrientes, de términos náuticos y dibujo de máquinas y arquitectónico, recordando que en esos años se educaba en el colegio a los oficiales de la marina.
En años posteriores se incluyeron clases de inglés, se fundó la clase de telegrafía práctica, dividiéndose en dos años el curso de estereografía, caminos, canales y ferrocarriles. También se estudiaban en una sola catedra dos materias, optándose porque fuera un profesor, quien diera cada una de ellas, y se aumentara el número de profesores titulares.
Al[d] programa de estudios del colegio se le aumentaron las materias de derecho constitucional y economía política. Se ordeno que se acondicionaron adecuadamente los gabinetes para las clases de astronomía y topografía.
En las clases de infantería, caballería y artillería, las practicas diversas se efectuaban con los elementos del colegio; sin embargo, los alumnos de artillería visitaban los establecimientos del arma y todos ellos efectuaban maniobras y ejercicios de tiro intercalándose entre las tropas del ejército.
El aprendizaje del dibujo también fue considerado indispensable durante todos los años pues era "el[e] mejor idioma para que un oficial de filas o facultativo rinda los informes que se le pidan o mande ejecutar los trabajos que se le encomiendan. Había todo tipo de clases de dibujo: de paisaje, tomado de la estampa y natural, geométrico, lavado y delineación, topográfico, arquitectónico y composición, de máquinas y material de guerra. El dibujo fue considerado tan importante durante esa época que todos los mexicanos que estudiaron durante el Porfiriato, ya fuera en nivel primario, medio o superior lo aprendieron, ya que lo podían emplear en cualquier rama de la industria o el comercio.
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