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CONOCIMIENTO HISTORICO

JORGE282 de Marzo de 2013

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INTRODUCCIÓN.

La Historia es una ciencia (disciplina prefieren decir otros) que exige una re¬flexión so¬bre su carácter como ciencia, su metodología y sus técnicas, su teoría. En suma, sobre su epistemología. No hay consenso entre los estudiosos sobre estos pun¬tos, y, de hecho, se han elabora¬do distintos paradigmas cientí¬ficos sobre la his¬toria, incluso para negar que sea una ciencia. Nos cen¬traremos en esta UD en estos puntos, dejan¬do la his¬toriografía para otras UD.

En cuanto a la estructura de la UD hemos de alertar sobre el confusionismo de la redacción del título, pues los puntos pri¬mero y cuarto for¬man un punto indisociable: la metodología de la Historia, en la que un punto esencial es su consideración como ciencia. Así, la dis¬tin¬ción entre compren¬sión y explica-ción en la Historia es la que hay entre su carácter idio¬grá¬fi¬co o nomoté¬tico. Dilthey ha forjado la distinción científica entre ambos conceptos: ‹‹En las ciencias naturales ex¬pli¬camos, en las cien¬cias humanas com-prendemos››.

Más sentido tiene la especificidad de los puntos segundo y tercero: el tiempo histórico y sus categorías temporales, y la relación entre el historiador y las fuentes históricas son pun¬tos de gran importancia y relativa independencia.

Un resumen.

Se pueden establecer múltiples divisiones de la His¬toria, tanto por su ámbito geográfico (historia universal, na¬cional, local...) como por los aspectos humanos que abarca (historia política, económica, cultural, social, de las religiones, del derecho, de la filosofía, del arte, de la ciencia...). La His-toria las integra todas, dándoles una base metodológica común, aunque algunas han conseguido una consistencia propia tan firme que ya pueden considerarse disciplinas propias, con lo que la Historia sería una “ciencia madre” para las ciencias sociales históricas, tal como lo fue la Fi¬losofía para las ciencias na¬tu-rales y las ciencias sociales no históricas (psicología, so¬ciología...). También hay una historia de perso¬na¬jes (bio¬gra¬fías) y de acon¬tecimien¬tos parti¬culares.

El objeto de la Historia es el conocimiento científico históri¬co, es decir, del pasado. Una definición clásica de His¬toria es ‹‹La narración ordenada y verídica sobre el conjunto de los acontecimientos memorables del pasado humano››, pero una defini¬ción más moderna hace hincapié en la interpretación del pasado para mejor conocer el presente y prever el futuro. La historia es siempre historia contemporánea, como sostenían Benedetto Cro¬ce, Marc Bloch y Lucien Febvre, pues el pasa¬do es la clave para entender el presente y es desde el presente, desde nues¬tras preocupacio¬nes y obsesiones, que miramos e interpretamos el pasado.

La inter¬pretación histórica da sentido a un tema me¬diante un proceso de selección, ordenación y síntesis de datos histó¬ricos referidos a ese tema. Pero no puede establecer un rí¬gido criterio de causalidad histórica: en la historia no hay leyes generales deterministas (propias sólo de las ciencias natura¬les), dado que en la evolución histórica influyen múlti¬ples factores, imposibles de aislar. Por ello, en la actuali¬dad se pre¬fieren usar los conceptos de “factor” y de “tendencia” para ex¬pli¬car las causas y la evolución históricas.

El historiador trabaja con un concepto subjetivo, el tiem¬po, que debe ser objetivado mediante la cronología, que ordena el tiempo histórico en ¬categorías temporales.

El historiador trabaja con una materia prima, las fuentes históricas, que son toda información del pasado que ayude a conocerlo. Las fuentes pueden ser materiales o humanas y re¬quie¬ren una interpretación con rigor crítico, a fin de com¬pro¬bar su autenticidad y fiabilidad.

1. EL CONOCIMIENTO HISTÓRICO.

La Historia como ciencia.

La cuestión fundamental en la metodología de la historia puede plantearse así: )Es la histo¬ria una ciencia? Nuestra res¬puesta es que sí (y que es un saber útil), pero muchos autores responden que no es una ciencia, sino un mero relato.

Desde fina¬les del siglo XIX, ante el problema de la revolu¬ción científica experimentada por las ciencias naturales (en especial la física), algunos historiadores y filóso¬fos alema¬nes, que a veces se han denominado “historicistas” (Dilthey, Windelband, Rickert...), propusieron una separación tajante entre el méto¬do de las ciencias del espíri¬tu, entre las cuales se halla¬ría la historia, y el méto¬do de las ciencias naturales. Las primeras son idiográficas (refieren sólo casos parti¬cula¬res) y tratan de “comprender” los hechos, en vez de expli¬car¬los; las segundas son nomotéti¬cas (establecen leyes ge¬ne¬ra¬les) y tratan de “explicar” los he¬chos.

La historia sería así una ciencia distinta de las natura¬les, que no sería predictiva, pero que ayudaría a comprender la vida humana. Esta concepción ha influido a lo largo del siglo XX. El historiador de la ciencia Bernal (1969), si¬guiendo esta di¬vi¬sión, ha distinguido dos grupos de ciencias sociales:

- Las ciencias sociales des¬criptivas, asociadas a las tra¬dicio¬nes idiográficas. Son la his¬toria, geo¬grafía, antropo¬lo¬gía, socio¬logía, que procuran la “comprensión” de la vida so¬cial. Se re¬fieren a las ciencias del espí¬ritu.

- Las ciencias sociales analíticas, asociadas a las tra¬diciones nomotéticas. Son la psicología, las ciencias económi¬cas y políticas, que procuran la “explicación” de la vida so¬cial. Se refieren a las cien-cias na¬turales.

Se puede conceder a estos autores que, en muchos casos, el acercamiento que el historiador hace al objeto de su estudio se asemeja más al modelo idiográfico que al nomotético. Cabe pre¬guntarse, no obstante, si esto no se debe a que la metodología histórica se halla todavía en un estadio poco desarrollado. Para los investigadores que no admiten el supuesto de dos rea¬lidades enteramente separadas, una natural y otra espiritual, esta división de principio entre los dos métodos aparece como poco satisfactoria.

Una manera de decidir el status lógico de la historia se¬ría considerarla una ciencia taxonómica integrada en una futura teoría sociológica de gran alcance, de un modo similar a como los estudios paleontológicos han constituido un elemento de capital importancia para una teoría biológica general como la de Darwin. Así, la historia sería a la sociología lo que la paleontología a la biología.

Desafortunadamente, esta analogía no parece muy adecuada, puesto que hay dificultades muy graves en el intento de inte¬grar la historia en una teoría sociológica general. Las leyes sociológicas sólo valen, a lo sumo, para un ámbito muy reducido en el tiempo y en el espacio, y la recopilación de datos histó¬ricos no suele ser relevante para la confirmación o refutación de leyes tan restringidas.

Como ha demostrado Popper en varios de sus estudios, no se pueden establecer leyes socio-históricas generales, pues en historia no se puede predecir. En efectos, esas leyes, de ser posibles, versarían sobre las regularidades en la conducta de los grupos humanos. Ahora bien, uno de los factores fundamenta¬les que modifican la conducta de los grupos humanos es el au¬mento de información. Formular una ley sobre la conducta de esos grupos es un aumento de información para los mismos, que modificará, por tanto, su conducta, que la ley trata de prede¬cir. De ello se desprende que no pueden hacerse predicciones a gran escala partiendo de los hechos sociales pasados: el estu¬dio de la historia no permite formular leyes predictivas sobre el desarrollo de los acontecimientos futuros, porque, caso de ser formuladas, se modificaría automáticamente el curso de la historia que se trata de predecir.

La imposibilidad de construir teorías históricas de largo alcance revierte sobre la idea misma de la historia. Es dudoso que la historia pueda concebirse como una ciencia teorética (nomotética), en el sentido en que lo son la física, la biolo¬gía, o incluso la psicología: conjuntos de teorías con potencia predictiva. Para ello debería matematizar sus enunciados cien¬tíficos (el rasgo que según Koyré

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