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Caaminando El Pasado...


Enviado por   •  19 de Junio de 2014  •  1.443 Palabras (6 Páginas)  •  178 Visitas

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CAMINANDO EL PASADO

Hacer un recorrido por el Centro Histórico de la ciudad de México del siglo XXI, siguiendo los pasos de tres personajes de Francisco Cervantes de Salazar, que la recorrieron en la ficción del autor en 1554 significa zambullirse en la historia de un país, desde sus mismos cimientos. No es sólo saber que el México de Cervantes de Salazar efectivamente existió, es visualizarlo, vivirlo y sentirlo. Caminando por las calles, reconociendo los edificios importantes, los monumentos, la gente que pasa de prisa, que no ve, poco a poco nos fuimos sumergiendo en épocas pasadas, que ahora conviven: desde las ruinas del siglo XV de aquella que fuera la imponente ciudad de Tenochtitlán, que tanta admiración causó a los conquistadores, hasta los modernos edificios que hoy ocupan el lugar de sus templos; pasando por los fuertes, pesados y bellas construcciones coloniales. La ciudad del s. XVI es una mezcla del dolor indígena y la nueva religión presente casi a cada paso en los grandes conventos e iglesias (Entre otros, San Juan Bautista, Santo Domingo, Convento de los Agustinos y la Catedral –antes pequeña, ahora monumental-).

Para el recién llegado a la metrópoli Novohispana, en el texto de Cervantes, todo es admiración, todo es gran sorpresa, todo es estupefacción ante una casi ciudad modelo, donde conviven razas, clases, estamentos, religiones, colores, olores, sabores, oficios y lenguas. ¿Qué tanto ha cambiado la ciudad desde entonces? Nosotras cual viajeras en el tiempo, nos seguimos maravillando, descubriendo en la modernidad, ese pasado lejano que se revela sólo para quien quiere verlo. Es cierto que aquella ciudad descrita en Los Diálogos Latinos, ya no existe, pero si uno sigue el recorrido, si logra encontrar en un estacionamiento lo que fuera la casa de un conde, los restos de un gran convento (el de San Francisco) en una pastelería; un católico y maravilloso claustro convertido en templo metodista, y una de las casa de Cortes (antes de Moctezuma) en Casa de empeño; si logra uno concentrarse lo suficiente, abstraerse al ruido de la modernidad, poco a poco aparece esa antigua ciudad majestuosa, llena de gente que, como ahora, camina de prisa quizá al cabildo, quizá a la plaza, al mercado, a los portales o al edificio del arzobispado; es posible que veamos caminando de prisa al joven estudiante que llega tarde a la clase de Retórica en la Real y Pontificia Universidad de México; quizá en la plaza oigamos los vendedores indígenas que hablan náhuatl entre ellos y la lengua del conquistador a los comerciantes…

La impresión que asalta a la mente una vez que se hubo caminado por estas calles del Centro Histórico, conduce a la reflexión y a la formulación de interrogantes que podrían ser respondidas desde la perspectiva individual. Habrá una diversidad de ideas y algunas de ellas se identificaran y se corresponderán entre sí debido a que las ideologías desde las cuales surgieron, tienen y comparten similitudes que las complementan o las igualan.

Hipótesis van y vienen e intentan responder a una cuestión ¿cómo llegó la Ciudad a ser lo que hoy es? Cervantes de Salazar habla de una armonía arquitectónica, pero es comprensible que se haya suscitado, con el paso del tiempo, la transformación de esa imagen que la comunidad deseaba proyectar. Tal vez fue la necesidad de una expresión individual continua y constantemente transformada la que hoy vemos representada a lo largo de las calles y avenidas, puntualmente en el color, forma y contenido de las portadas y fachadas de cada uno de los edificios que conforman las cuadras y colonias. En tanto que hay un crecimiento demográfico, la posibilidad de llegar a acuerdos se vuelve un hilo cada vez más y más frágil. Por otro lado, la propiedad debe corresponderse con el estilo de vida y con las necesidades de los propietarios; de ahí que, valga la pena recalcar, desde un punto de vista hipotético, que la transformación física de la capital de país sea un ejemplo de los devenires de la economía y, con ellos, de toda una cultura.

Es así que con los siglos, esa “gran ciudad” crecería y crecería desbordando sus límites, integrando territorios completos, que pierden de vista los espacios cercanos y conocidos por toda la gente en el s. XVI. Esa ciudad de antaño, revelada en sus arcos, sus edificios, su historia, hoy convive con los

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