Ciencias Sociales
31 de Octubre de 2013
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Martes, 7 jul (RV).- “La Caridad en el verdad, de la que Jesús se ha hecho testigo” es “la principal fuerza propulsora para el verdadero desarrollo de cada persona y de la humanidad entera”: inicia así, Caritas in veritate, Encíclica dirigida al mundo católico y a “todos los hombres de buena voluntad”. En la Introducción, el Papa recuerda que “la caridad es la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia”. Por otro lado, dado “el riesgo de entenderla mal, de excluirla de la vivencia ética”, va conjugada con la verdad. Y advierte: “Un Cristianismo de caridad sin verdad puede ser fácilmente cambiado por una reserva de buenos sentimientos, útiles para la convivencia social, pero marginales”. (1 – 4)El desarrollo tiene necesidad de la verdad. Sin ella, afirma el Pontífice, “la acción social cae en el dominio de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores de la sociedad”. (5) Benedicto XVI se detiene sobre dos “criterios orientadores de la acción moral” que se derivan del principio “caridad en la verdad”: la justicia y el bien común. Todo cristiano está llamado a la caridad a través de una “vía institucional” que incida en la vida de la polis, del vivir social. (6-7) La Iglesia, afirma, “no tiene soluciones técnicas para ofrecer”, pero tiene “una misión de verdad que cumplir” para “una sociedad a la medida del hombre, de su dignidad, de su vocación”. (8-9)El primer capítulo del documento está dedicado al Mensaje de la Populorum Progressio de Pablo VI. “Sin la perspectiva de una vida eterna – advierte el Papa – el progreso humano en este mundo permanece privado de respiración”. Sin Dios, el desarrollo es negado, “deshumanizado”. (10-12) Pablo VI, se lee, afirmó “la imprescindible importancia del Evangelio para la construcción de la sociedad según la libertad y la justicia”. (13) En la Encíclica Humane Vitae, el Papa Montini “indica los fuertes lazos existentes entre la ética de la vida y la ética social”. También hoy, “la Iglesia propone con fuerza esta conexión”. (14-15) El Papa explica el concepto de vocación presente en la Populorum Progressio. “El desarrollo es vocación” ya que “nace de un llamado trascendente”. Y es en verdad “integral”, subraya, cuando está “dirigido a la promoción de cada hombre y de todo el hombre”. “La fe cristiana – añade – se ocupa del desarrollo no contando en privilegios o posiciones de poder”, “sino solo en Cristo”. (16-18) El Pontífice evidencia que “las causas del subdesarrollo no son primariamente de orden material”. Están, ante todo, en la voluntad, en el pensamiento y aún más “en la falta de fraternidad entre los hombres y los pueblos”. “La sociedad siempre más globalizada – acentúa – nos hace más cercano, nos hace más hermanos”. Es preciso, entonces, movilizarse, para que la economía evolucione “hacia salidas plenamente humanas”. (19-20)En el segundo capítulo, el Papa entra en el fondo del Desarrollo humano en nuestro tiempo. El exclusivo objetivo de la ganancia “sin el bien común como fin último – observa – amenaza con destruir la riqueza y crear pobreza”. Y enumera algunas distorsiones del desarrollo: una actividad financiera “por demás especulativa”, flujos migratorios “con frecuencia provocados” y después mal gestionados y, aún, “el aprovechamiento no regulado de los recursos de la tierra”. Ante tales problemas interconectados, el Papa invoca “una nueva síntesis humanística”. La crisis “nos obliga a reproyectar nuestro camino”. (21) El desarrollo, constata el Papa, es hoy “policéntrico”. “Crece la riqueza mundial en términos absolutos, pero aumentan las disparidades” y nacen nuevas pobrezas. La corrupción, es su pesar, está presente en Países ricos y pobres; a veces grandes empresas transnacionales no respetan los derechos de los trabajadores. Por otro lado, “las ayudas internacionales han sido frecuentemente alejadas de sus finalidades, por irresponsabilidad “de los donantes y de los beneficiarios. Al mismo tiempo, denuncia el Pontífice, “hay formas excesivas de protección del conocimiento por parte de los Países ricos, mediante una utilización demasiado rígida de los derechos de propiedad intelectual, especialmente en el campo sanitario”. (22)Después del fin de los “bloques”, es necesario recordar, Juan Pablo II había pedido “una reproyección global del desarrollo”, pero esto “sucedió solo en parte”. Hay hoy “una renovada valoración” del papel de los “públicos poderes del Estado”, y es deseable una participación de la sociedad civil en la política nacional e internacional. Dirige después la atención a la deslocalización de producciones de bajo costo por parte de los Países ricos. “Estos procesos – es su llamado – han derivado en la reducción de las redes de seguridad social” con “grave peligro para los derechos de los trabajadores”. A ello se añade que “los recortes en el gasto social, frecuentemente promovidos por las instituciones financieras internacionales, pueden dejar a los ciudadanos impotentes frente a riesgos viejos y nuevos”. Por otro lado, se verifica también que “los gobiernos por razones de utilidad económica, limitan con frecuencia las libertades sindicales”. Recuerda, por ello, a los gobernantes que “el primer capital a salvaguardar y valorizar es el hombre, la persona en su integridad”. (23-25)En plano cultural, prosigue, las posibilidades de interacción abren nuevas perspectivas de diálogo, pero hay un doble peligro. En primer lugar, un eclecticismo cultural en el que las culturas son “consideradas sustancialmente equivalentes”. El Peligro opuesto es “el aplanamiento cultural”, “la homologación de los estilos de vida”. (26) Dirige así el pensamiento al escándalo del hambre. Falta, denuncia el Papa, “un arreglo de instituciones económicas en grado” de afrontar tal emergencia. Augura el recurso a “nuevas fronteras” en las técnicas de producción agrícola y a una ecuánime reforma agraria en los Países en vías de desarrollo. (27)Benedicto XVI subraya que el respeto por la vida “no puede en alguna manera estar separado” del desarrollo de los pueblos. En varias partes del mundo, advierte, perduran prácticas de control demográfico que “llegan a imponer incluso el aborto”. En los Países desarrollados se ha difundido una “mentalidad antinatalista que con frecuencia se trata de transmitir a otros Estados como si fuese un progreso cultural”. Por otro lado, prosigue, hay “la fundada sospecha que a veces las mismas ayudas para el desarrollo están unidas” a “políticas sanitarias que implican, de hecho, la imposición” del control de los nacimientos. Son preocupantes las “legislaciones que prevén la eutanasia”. “Cuando una sociedad se impulsa hacia la negación y la supresión de la vida – advierte – termina por no encontrar más” motivaciones y energías “para emplearse en el servicio del verdadero bien del hombre” (28).Otro aspecto ligado al desarrollo es el derecho a la libertad religiosa. Las violencias, escribe el Papa, “frenan el desarrollo auténtico”, y ello “se aplica especialmente al terrorismo de naturaleza fundamentalista”. Al mismo tiempo, la promoción del ateísmo por parte de muchos Países “contrasta con las necesidades del desarrollo de los pueblos, substrayéndoles recursos espirituales y humanos”. (29) Para el desarrollo, prosigue, sirve la interacción de los diversos niveles del saber armonizados por la caridad”. (30-31) El Papa espera, por tanto, que las decisiones económicas actuales continúen “persiguiendo como prioridad el objetivo del acceso al trabajo” para todos. Benedicto XVI pone en guardia ante una economía “del corto y tal vez brevísimo plazo” que determina “el rebajamiento del nivel de tutela de los derechos de los trabajadores” para hacer adquirir a un País “mayor competitividad internacional”. Por esto, exhorta a una corrección de las disfunciones del modelo de desarrollo como lo pide hoy también “el estado de salud ecológica del planeta”. Y concluye con la globalización: “Sin la guía de la caridad en la verdad, este empuje planetario puede concurrir a crear daños desconocidos hasta ahora y nuevas divisiones”. Es necesario, por tanto, “un compromiso inédito y creativo”. (32-33)Fraternidad, Desarrollo económico y sociedad civil es el tema del tercer capítulo de la Encíclica, que se abre con un elogio de la experiencia del don, con frecuencia no reconocida “a causa de una visión solo productivista y utilitarista de la existencia”. La convicción de una autonomía de la economía de las “influencias de carácter moral – evidencia el Papa – ha impulsado al hombre a abusar del instrumento económico de manera hasta destructiva”. El desarrollo, “si quiere ser auténticamente humano”, debe en cambio “dar espacio al principio de gratuidad”. (34) Esto vale de modo particular para el mercado.“Sin formas internas de solidaridad y de confianza recíproca – es su llamado – el mercado no puede plenamente cumplir la propia función económica”. El mercado, afirma, “no puede contar solo consigo mismo”, “debe procurar energías morales de otros sujetos” y no debe considerar a los pobres un “fardo, sino un recurso”. El mercado no debe convertirse en “lugar del atropello del fuerte sobre el débil”. Y añade: la lógica mercantil debe “conducir a la consecución del bien común del que debe hacerse cargo también, y sobretodo, la comunidad política”. El Papa precisa que el mercado no es negativo por naturaleza. Por tanto, a ser llamado en causa es el hombre, “su conciencia moral y su responsabilidad”. La actual crisis, concluye el Papa,
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