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Democracia


Enviado por   •  5 de Junio de 2014  •  9.114 Palabras (37 Páginas)  •  143 Visitas

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Derecho y ética laboral y ambiental en la era de la mundialización

Francisco Iturraspe

2005

El trabajo propone, sobre todo para América Latina, la reformulación del papel del Estado y la revalorización de lo público. Las contradicciones de nuestro desarrollo histórico dieron lugar en la mayo

"Probablemente la transformación cultural más importante para el logro de la sustentabilidad en el siglo XXI sea el surgimiento de un modelo de acción humana que armonice los aspectos éticos, económicos y ecológicos, centrándolos en una vocación de solidaridad comunitaria" DALLY y COBB, 1994 "El desarrollo de una ética ambiental puede ser deseable, pero difícilmente cambiará la naturaleza humana básica. En vez de intenciones, la correcta administración de los recursos depende de cómo buenas instituciones sociales controlan el interés personal a través de incentivos individuales" ANDERSON y LEAL, 1991 A. Etapas del proceso de mundialización y su impacto en los “recursos” humanos y los “recursos” naturales. El industrialismo se desarrolló sobre la base de la explotación de la naturaleza y de la “mano de obra” en los talleres, fábricas, minas, bosques y plantaciones de la nueva era del progreso en el siglo XIX. Las escenas dantescas de los años de la Revolución Industrial muestran a niños, mujeres y hombres durante larguísimas jornadas encadenados a rudimentarias máquinas accionadas a vapor con una fuente de energía central. En esta etapa, la necesidad de las empresas de permanecer en el mercado y desalojar a las competidoras, se traducía, por una parte, en un aumento incesante de la tasa de explotación mediante la extensión de la jornada de trabajo y el incremento del ritmo de producción y, por otra parte, en la degradación de los ecosistemas a una escala antes desconocida en la relacion sociedad-naturaleza. El cambio tecnológico permitió un notable crecimiento de la productividad, uno de los saltos más espectaculares de la historia hasta entonces y un aumento de la acumulación también inédita. Pero también fueron muy importantes y muy graves las consecuencias para las condiciones de vida y de trabajo de las grandes masas campesinas devenidas en “proletariado urbano” bajo el imperativo del requerimiento de “mano de obra” (que después adoptaría el nombre de “recursos humanos”) para la naciente industria, para los nuevos hábitat marginales en los suburbios de las grandes ciudades y para el ambiente y la naturaleza no solamente de estos países, sino también de aquellos de los que se extraían los insumos y las materias primas: los “recursos” naturales. La relación del hombre con la naturaleza ha variado a través de la historia y de las diferentes culturas. Pero la sociedad humana, sobre todo después de la revolución industrial, se ha caracterizado por ser depredadora de otras especies y contaminadora compulsiva (ITURRASPE, 1998). En cambio, la relación sociedad-naturaleza en muchas de las culturas americanas anteriores al "descubrimiento" estaba basada en un esquema armónico (GLIGO y MORELLO, 1989), en el cual la identificación con la tierra era parte fundamental no solamente de su cosmovisión sino de una ética productiva que, lejos de considerar a la naturaleza como un "recurso" a "usar y abusar", era generalmente sacralizada. En la “primera mundialización” los metales preciosos y las tierras aptas para la producción de azúcar fueron los dos principales atractivos iniciales de los conquistadores y colonizadores del nuevo mundo. (FERRER, 1996). Éstas y otras actividades extractivas y agrarias dejarían una huella indeleble en nuestras sociedades y en muchos de nuestros ecosistemas. Por ello, esta etapa (posterior a los "descubrimientos") trajo consigo, como primer nota a considerar, la depredación de los "recursos” naturales y la ideología de la reducción de la naturaleza a "recurso" a explotar. Pero esta depredación vino acompañada de la degradación de los "recursos” humanos. La minería y otras actividades extractivas y las haciendas y plantaciones exigieron el sometimiento de las poblaciones originarias: los "recursos” naturales requerían de "recursos” humanos para convertirse en mercancías y en riequeza acumulable. La reducción de los diferentes pueblos indígenas al trabajo requerido por el nuevo modelo productivo mercantil fue una de las causas de la terrible catástrofe demográfica que sufrió el continente con la muerte de decenas de millones de seres humanos. La economía extractiva de la primera mundialización en América requería de creciente cantidad de mano de obra, por lo cual se produjo la incorporación de grandes masas de esclavos provenientes del Africa. La conquista y colonización de América introdujeron dos nuevas dimensiones en el tráfico esclavista: por una parte, nunca antes se había traficado en escala semejante a la inaugurada con la incorporación del nuevo mundo al emergente orden mundial ni, por otra parte, la esclavitud había estado asociada a la raza y a una fractura profunda entre los niveles culturales de esclavistas y esclavizados (FERRER, 1996). La degradación de los "recursos” humanos y la ideología de la reducción de los seres humanos a "recursos" a explotar, se pone de manifiesto con las discusiones teológicas sobre si los indios o los esclavos africanos tenían alma - o no la tenían - y continúan hoy en día con la idea de que la fuerza de trabajo es una mercancía que debe ser simplemente regulada por el "mercado de trabajo”. Frente a esta situación emergen respuestas de distinto género en todo el continente, desde las primeras insurrecciones indígenas y la rebeldía de los esclavos en los “quilombos”, "cimarroneras" y "rochelas" hasta los enfrentamientos al colonialismo español y portugués, con las guerras de la independencia que darán lugar a la imposición del orden republicano oligárquico y al neocolonialismo anglosajón. La segunda mundialización, que viene de la mano de la primera revolución industrial, le permitió a nuestras jóvenes repúblicas latinoamericanas incorporarse al mercado mundial como exportadoras de las materias primas que requería el proceso de industrialización de Europa y los Estados Unidos. Así nos incorporamos al comercio mundial con las mercancías producidas en los enclaves y en las minas y llanuras feraces conquistadas a los indígenas y a los criollos mediante una desigual guerra de exterminio. Nuevamente se requirió de “mano de obra”: la inmigración que llegó de Europa y, en algunos casos de Asia, para levantar las cosechas, colaborar en la construcción de ferrocarriles etc. Esta segunda etapa siguió los pasos

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