EL ALMA DE LA TOGA
FIDMG19 de Febrero de 2014
7.036 Palabras (29 Páginas)582 Visitas
EL ALMA DE LA TOGA
Ser abogado es participar en honores que no le corresponde a uno, y todavía de vergüenzas que no nos afectan, en España todo el mundo es abogado, mientras no demuestre lo contrario. Según Pío Baroja en su teorema de: ya que no eres útil para nada, estudia para abogado.
Pues basta ya de los comentarios de la gente, la Abogacía no es una consagración académica, sino una cualidad escrita con precisión y exactitud para el profesionalista. Nuestro título universitario no es de abogado, sino de Licenciado en Derecho, que autoriza para ejercer la profesión de abogado.
Basta con leer para saber que quién no dedique su vida a dar consejos jurídicos y pedir justicia en los tribunales, será todo licenciado, pero abogado no.
La universidad preside una formación científica…cuando la preside. En nuestra carrera ni siquiera sirve para eso. De la facultad se sale sabiendo poner garbanzos de pega en los rieles del tranvía, acosar modistas, jugar al monte y más. El bagaje cultural del alumno más aprovechado no pasa de saber decir de veinticinco maneras-tantas como profesores, el concepto del derecho, la idea del Estado, la importancia de nuestra asignatura, la razón del plan y la razón del método, de ahí para adelante, nada.
En nuestras facultades se enseña la Historia sólo hasta los reyes Católicos o sólo de Felipe V, se aprueba el Derecho Civil sin dar testamentos o contratos, se explica economía Política pero del siglo XX en veinticinco o treinta lecciones, se ignora el Derecho social de nuestros días, se rinde a homenaje a la ley escrita, se invierten meses en aprender de memoria las colecciones canónicas y se reserva para el doctorado, según esto es para un grado excelso de sabiduría, y aun eso a título puramente voluntario-el Derecho Municipal, a cambio de sistema docente tan peregrino, los señores profesores siembran conceptos inesperados como: qué hora y media de trabajo puede quedar decorosamente reducida a tres cuartos de hora, otra es que las vacaciones de navidad pueden empezar en noviembre, por qué según lo que luce es la memoria, por que con eso puedes llegar a altas categorías docentes, constitutivas, tan solo con usar un léxico que haga reír en cualquier parte.
Mas demos esto de lado y supongamos que la facultad de derecho se redime y contribuye eficazmente a la constitución de los alumnos; aun así, el problema seguiría siendo el mismo, por qué la formación cultural es absolutamente distinta de la profesional y eximio doctor puede ser o suele ser un abogado detestable, se preguntarán el ¿por qué? pues por la sencilla razón de que en las profesiones la Ciencia no es más que un ingrediente. Junto a él operan la conciencia, el hábito, la educación, el engranaje de la vida, el ojo clínico y demás elementos que integran al hombre mismo, precisamente por su oficio.
Una persona puede reunir los títulos de Licenciado en derecho y Capitán de caballería, pero es imposible, que se den en ella las dos contradictorias idiosincrasias del militar y del togado.
Un catedrático sabrá admirablemente las pandectas y la instituta y el fuero real, y será un jurisconsulto insigne, pero si no conoce las pasiones, sino sabe atisbarlas, toda su ciencia será inútil para abogar., nuestra misión se expresa por medio del arte, el fenómeno de la paciencia sin mansedumbre para con el cliente, del respeto sin humillación para con el tribunal, cordialidad sin extremos amistosos para con los compañeros, es así que en el abogado la rectitud de la conciencia es mil veces más importante que el tesoro de los conocimientos: primero es ser bueno, ser firme, ser prudente, la ilustración y la pericia.
Los abogados no se hacen con el título de Licenciado, sino con las disposiciones psicológicas, adquiridas a costa de trozos sangrantes de la vida.
Abogado es en conclusión, el que ejerce permanentemente la abogacía. Los demás serán licenciados en Derecho, muy estimables, muy respetables, muy considerables, pero licenciados en Derecho, nada más.
2.-fuerza interior
El hombre, cualquiera que sea su oficio, debe fiar principalmente en sí, la fuerza que en sí mismo no halle no la encontrará en otra parte. Tener fe en Dios. Cuando se nos plantea el caso y hemos de formar una opinión, pareciera que algo nos dice: cuidado, no tengas el atrevimiento de juzgar sin leer lo que dicen los autores y consultar la jurisprudencia y la opinión de los demás, y después de eso viene otra voz que nos dice que cuanto vamos a ganar por ese asunto, desde que la cuestión jurídica comienza hasta mucho después de haber terminado, no es ya una voz sino un griterío lo que nos aturde sin descanso, como tal es el ejemplo: muy bien, bravo, así se hace-chillan por un lado; que torpe, no sabe donde tiene la mano derecha, va a la catástrofe-alborotan por otro; defiende una causa justa-alegan los menos-está sosteniendo un negocio inmoral y sucio-escandalizan los más, si nos detenemos cinco minutos al oír el griterío de todos, estamos perdidos, al cabo de ellos no sabremos lo que es ética ni donde reside el sentido común.
A todo esto, nosotros somos los únicos que no ejercemos a solas como el médico, el ingeniero o el comerciante, sino que vivimos en sistemática contradicción, porque nuestra labor no es un estudio sino un asalto, por último, hemos de afrontar constantemente el peso de la injusticia, lo recomendable es fiar en sí, vivir la propia vida, seguir los dictados que uno mismo se imponga…, y desatender lo demás.
No es esto soberbia, pues las decisiones de un hombre prudente no se forman por generación espontánea sino como fruto de un considerado respeto a opiniones, conveniencia y estímulos del exterior, por que el día que en que la voluntad desmaye o el pensamiento titubee, nadie nos perdonará, por eso hay que saber que el orgullo no es una faceta de la dignidad, a diferencia de la vanidad, que es una fórmula de la estupidez; para defender un pleito o dar un consejo es porque estás en lo justo y en lo cierto, eso quiere decir que uno debe de andar firme y sereno, como si lo que te rodea no te afectara.
En la abogacía el alma actúa sola, porque cuanto se hace es obra de la conciencia y nada más que de ella, uno debe de tener conciencia de los tesoros que nos da nuestro ser, como es la justicia y más, y el que no reconozca en sí estos tesoros, que no abogue, quién por ventura los encuentre, que no busque más ni atienda a otra cosa. En resumen: el abogado tiene que comprobar a cada minuto si se encuentra asistido de aquella fuerza interior que ha de hacerle superior al medio ambiente; y en cuanto le asalten dudas en este punto debe de cambiar de oficio.
3 sensación de la justicia
Porque hay muchos gobiernos liberales que promulgan leyes de excepción y ahora, hombres que promulgaron contra la pena de muerte, ahorcan y fusilan a mansalva, es por eso que el Derecho no establece la realidad sino que la sirve, y por esto camina mansamente tras ella, consiguiendo rara vez marchar a su paso. Lo que el abogado importa no es saber el derecho, sino conocer la vida. El derecho positivo está en los libros, se buscan, se estudian y en paz, pero lo que la vida reclama no está escrito en ninguna parte. Por eso la justicia no es fruto de un estudio, sino de una sensación.
Según León Duguit: el derecho es mucho menos la obra del legislador que el producto constante y espontáneo de los hechos.
Las leyes, los códigos no deben ofrecen ningún interés, se aprende a leer con imágenes y se aprende la vida con hechos. Estudiar la importancia del interés pero de la vida humana, la ciencia de la humanidad es la verdadera ciencia. De ahí viene la pregunta: ¿Qué hemos de contestarle a una mujer que quiere divorciarse? ¿Lo que dicen las leyes? Pues no, lo que interesa a sus hijos y la ejemplaridad pública, o ¿Qué diremos a este propietario que quiere discutir con su colindante? ¿Lo que manda el código civil? Pues no, sino lo que conviene a su bolsillo. Así es en todo, la pugna en lo legal y lo justo no es invención de novelistas y dramaturgos, sino producto vivo de la realidad; es por eso que el abogado debe de estar bien apercibido para servir lo segundo aunque haya de desdeñar lo primero, todo esto es una sensación de lo real.
El legislador, el jurisconsulto y aun el abogado, debe de tener un sistema, una orientación del pensamiento; pero cuando se presenta el pleito en concreto, su inclinación hacia uno u otro lado debe ser hija de la sensación, claro que esta sensación es un simple reflejo del cuerpo doctrinal que el jurista lleva en su alma.
El organismo del Derecho responde a una moral, el hombre necesita un sistema de moral, para no ser juguete de los vientos, y cuando se halle orientado moralmente, su propia conciencia le dirá lo que debe aceptar o rechazar.
4 la moral del abogado
Suele sostenerse que la condición predominante de la abogacía es el ingenio, el muchacho listo es la más común simiente de abogado, por que se presume que su misión es defender con igual desenfado el pro que el contra y, a fuerza de agilidad mental, hacer ver lo blanco ¡negro!; por fortuna ocurre todo lo contrario, la abogacía no se cimenta en la lucidez del ingenio, sino en la rectitud de la conciencia y esa es la piedra angular, se desprende de lo anterior que el momento crítico para la ética abogacil es el de aceptar o repeler el asunto.
¿Puede aceptarse la defensa de un asunto que a nuestros ojos sea infame? Claro que no, el planteamiento de la cuestión parecería un insulto sino lo justifica la observación de la vida, apartémoslo como excepcionales y vengamos a lo más ordinario:
1º.- Duda
...