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EL DEPORTE EN LA EDAD MEDIA OSCURANTISMO Y FEUDALISMO

GabrielaBelieber10 de Marzo de 2015

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Los deportes en la

Edad Media

Introducción:

En la Edad Media la mayoría de la gente llevaba una vida muy miserable y no tenían tiempo de dedicarse a las actividades de ocio. Tan sólo unos pocos hombres tenían el priviligio de poder participar o asistir a determinados actos (considerados los deportes de la Edad Media) como los torneos, la caza y la pesca.

Llamamos Edad Media a un período de tiempo que se desarrolla en la Europa cristiana entre los siglos VI al XII. Comienza con la caída del Imperio Romano de Occidente y que termina con el descubrimiento de América (1492).

Se caracteriza:

En lo social, unos hombres poderoso que poseían pequeños ejercicios y grandes cantidades de tierra se convierten en la clase dominante.

En lo económico, la inestabilidad política provocó la práctica desaparición del comercio y de la artesanía, y además la falta de circulación de moneda, hizo aparecer de nuevo la economía primaria o de trueque.

La sociedad feudal se dividía en tres estamentos:

El campesinado, el clero y la nobleza.

La cultura en la Edad Media era poco importante y solamente en los monasterios se enseñaba a los futuros monjes y a otras pocas personas.

El arte más representativo de la época feudal es le arte románico. Nació en Francia. Es un arte totalmente religioso, antinaturalista y rural.

Con el advenimiento del Cristianismo, las invasiones de los bárbaros y la caída del Imperio romano, desaparecieron casi por completo los deportes atléticos y se retorno a los entrenamientos físicos para la guerra —deportes de combate, como las justas y los torneos—, y a la práctica de la caza. Actividades deportivas de marcado carácter aristocrático, quedando exclusivamente para el pueblo llano algunos juegos de pelota y determinados lanzamientos que recordaban, sutilmente, el esplendor de los tiempos helénicos. Una especie de lanzamiento de martillo que practicaban las tribus nórdicas y una modalidad de lanzamiento de peso, que, según relata Luis Agosti, pudo ser el precursor del tradicional lanzamiento de barra, muy practicado en tierras vascas y castellanas, son algunas de las actividades deportivas que tenía permitida la plebe, junto con unos concursos de corte de troncos, arrastre de piedras, soga-tira y otras modalidades deportivo-rurales, practicadas de forma esporádica. No obstante, y pese a que se tienen pocas noticias deportivas de la época, sí podemos hablar de unas carreras de patinaje sobre hielo —primero sobre patines de hueso y luego con cuchillas—, entre los escandinavos, y de distintas modalidades del juego de pelota, ya fuera a mano, con raqueta o con palas de diferentes pesos y formas. Los jugadores lanzaban la pelota contra la pared o se enfrentaban emulando el tenis actual Se practicaba al aire libre, en las plazas y en las calles, y la afición caló de tal manera que se extendió por todas las capas sociales Recordemos que Luis X de Francia murió, en 1316, por beber agua fría en el descanso de un partido de pelota

El tiro con arco y ballesta, una especie de rugby rudimentario, algo parecido al golf y al criquet y las carreras de caballos y carros, también adquirieron gran popularidad en la Edad Media Sobre todo, las carreras de caballos en Constantinopla, donde se desarrollaban en un hipódromo de 500 metros de largo por 117 de ancho, según ha relatado don Javier Zabalo, profesor de Historia medieval. El espectáculo se prolongaba durante todo el día, con ocho carreras repartidas en dos jornadas de mañana y tarde. Era tal la afición, que mucha gente prefería no comer y asistir a la celebración A los campeones se los colmaba de atenciones y honores, y llegó a convertirse en un gran evento deportivo-festivo en la época medieval, que perduró en Bizancio hasta la conquista de la capital.

Mención especial merecen las justas y torneos, que si bien se realizaban como preparación para la guerra, tenían ciertos componentes lúdicos y algunos ejercicios de fuerza, agilidad y destreza Fueron una de las actividades favoritas de Occidente No existían apenas reglas y valía todo, con lo cual la mayoría de las veces se convertían en combates sangrientos, donde no imperaba ningún código de honor

A principios del siglo XIV se fue imponiendo una especie de reglamento que evitara en lo posible la brutalidad de los participantes. De esta manera, las justas, con sus combates entre caballeros armados de lanza y con el firme propósito de derribarse, enfrentados y separados por una distancia determinada y con una línea divisoria, fueron evolucionando hasta crearse una reglamentación y una mejor organización. Y los torneos, con sus tremendos combates a muerte —condenados por reyes y papas, decretando excomuniones y privación de sepulturas eclesiástica a sus protagonistas—, se fueron olvidando por el noble deporte de la caza a caballo, al disfrutar Europa por aquel entonces de una gran variedad de venados, jabalíes y osos.

I. — La caballería

En el momento en que tantas fuerzas se unían por frenar el crecimiento del deporte, una institución favoreció su desarrollo por el ejemplo que dio y, sobre todo, inspiró un ideal que hubiese podido faltar en los juegos que surgían espontáneamente de las necesidades del pueblo: fue la caballería, en la que Renan ve «una revuelta de los sentimientos varoniles del heroísmo contra el sentimiento femenil de la religión nueva». Es en el ideal caballeresco donde hay que buscar las raíces más profundas del espíritu deportivo.

Al joven señor, del que se deseaba hacer un caballero, hasta los doce años se le educaba en la cortesía y le instruían sobre los grandes hechos de los caballeros célebres; practicaba asimismo la equitación y esgrima. A partir de los doce años acompañaba a los caballeros a las cacerías y a la guerra. Después de los quince años, por lo general, era armado caballero. Como el efebo antiguo, al recibir sus armas hacía el juramento de amar a su país, de ser valiente, fiel a la palabra dada, generoso y defensor de la justicia y el bien. Entonces tomaba parte en los torneos, en las justas y en los hechos de armas. Las justas enfrentaban a dos caballeros; las normas, que debían observarse y que disminuían los riesgos, hacían que los caballeros las prefiriesen a los torneos, verdaderas batallas que ponían frente a frente a dos tropas de caballeros organizadas por regiones o, incluso, naciones. En estos encuentros el peligro era grande y las heridas, a menudo mortales. Se cuenta de un torneo que acarreó la muerte de sesenta caballeros.

Un tal riesgo era, para estos hombres, un incentivo inapreciable; a esto se añadía el poder de sugestión de los «colores» que llevaban, y que debían hacer triunfar, y el riesgo de una excomunión o de la expoliación de sus bienes, que les podía afectar.

La caballería no era, en ese tiempo, el privilegio de una clase de la sociedad feudal: era un ideal accesible a toda persona digna de cumplir las proezas que exigía y de respetar sus principios.

La profesión de caballero exigía, sin embargo, medios materiales o bien un valor excepcional, por lo que quedaba como exclusiva para unos pocos. El conjunto de la población, que no podía esperar llegar a ella, encontraría en los juegos populares el medio de manifestar tendencias parecidas.

El desdén que se desprende de los escritos que han llegado hasta nosotros de los artistas, en la consideración de estas diversiones, hace que los documentos que nos puedan informar sobre la actividad deportiva de esa época sean menos numerosos que los de la Antigüedad. Dos obras de una notable erudición nos proporcionan, sin duda, la necesaria información para poder calificar el considerable movimiento deportivo. En primer lugar, el libro de J. J. Jusserand, Les sports et jeux d'exercice dans Vancienne France, que trata a la vez de los combates de caballeros y de los juegos populares; después, el de Albert de Luze dedicado a La magnifique histoire du jeu de paume.

El tipo de ejercicios practicados basta para probar que no hay que ver, en los juegos de la Edad Media, una reminiscencia de los juegos de Grecia. El atletismo, deporte esencial de Grecia, es desconocido en la Edad Media, que se dedicará, sobre todo, a los juegos de pelota —la palma y la soule— y también a la lucha.

En la mas elevada de esas dos categorías principales están reunidos los que los textos latinos contemporáneos llaman simplemente «soldados» (milites), pero que en la mayor parte de los dialectos populares de Occidente son designados como jinetes, «caballeros». Combatiente y hombre a caballo son dos nociones que se hicieron anónimas en el curso del siglo X, cuando el papel de la infantería en el combate se hizo secundario y cuando se dejó de requerir de forma regular los servicios militares de aquellos hombres libres que no podían presentarse en el ejército con el equipo completo de guerrero a caballo, porque eran demasiado pobres. Cada soldado debía, en efecto, armarse según su fortuna y, por esta causa, el grupo de los combatientes profesionales fue al principio una clase económica; hacia el año mil, para formar parte de ella, era necesario disponer en primer lugar de un caballo y de todos los arreos, de armas ofensivas y defensivas, amen de haberse adiestrado en la difícil esgrima a caballo y, por último, tener el suficiente tiempo libre para poder responder a las convocatorias y participar en las expediciones militares. Un capital importante (sólo la coraza, en el siglo XI, costaba

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