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EL FIN DE LOS CAUDILLOS, EL NACIMIENTO DE LAS INSTITUCIONES


Enviado por   •  29 de Abril de 2014  •  1.909 Palabras (8 Páginas)  •  213 Visitas

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El fin de los caudillos, el nacimiento de las instituciones

Cuando Plutarco Elías Calles, durante su informe al Congreso del 1 de septiembre de 1928, afirmó que había concluido el régimen de los caudillos para ingresar a la etapa de las instituciones, hablaba muy en serio. La suya no era una declaración sin importancia, pues el país ya había generado las primeras instituciones que le daban soporte: los ejidos, los sindicatos y el municipio libre eran pilares de gran importancia; no obstante, hacía falta crear una institución que garantizara la unión de las fuerzas políticas y permitiera que la sucesión en la presidencia se realizara sin necesidad de recurrir a las armas.

De esta manera, la innovación callista de efectos más profundos y duraderos en el proceso de institucionalización de la política mexicana fue la creación del partido oficial -surgido como un partido hegemónico o, si se quiere, de Estado- donde se agruparon todas las corrientes, fracciones y personalidades que conformaban "la familia revolucionaria".

Así, en 1929 nació el Partido Nacional Revolucionario (PNR) como una alianza de centenares de partidos locales y algunos nacionales para dar cobijo y coherencia a ese confuso y violento mundo de los grupos, los caciques y las camarillas. El PNR prometió respetar la personalidad y autonomía de sus componentes, pero esta promesa fue vana, pues desde su nacimiento Plutarco Elías Calles controló al nuevo organismo.

El PNR

El PNR no surgió como una organización independiente, menos como un auténtico partido cuya meta fuera cumplir por la vía del voto el derecho a gobernar a los mexicanos, aunque eso -justamente- era lo que anunciaba Calles, su creador. No, su propósito era servir como tribuna y espacio de negociación de la élite política encabezada por él mismo, para administrar sin violencia el poder adquirido mediante la Revolución.

En su programa, el PNR se definió como una organización supuestamente comprometida con los intereses obreros y campesinos, a quienes denominaba como "el factor social más importante de la colectividad mexicana"; por esta razón, aceptaba como fuerza fundamental y regidora de su política a la "lucha de clases", aunque se proponía guiar este enfrentamiento por vía de las instituciones, la libertad del sufragio y el triunfo de las mayorías.

Sin embargo, la realidad pronto se encargó de desmentir tan hermosas palabras. Para empezar, el PNR nunca contó con la independencia propia de un verdadero partido. Su financiamiento original lo hizo el gobierno de Emilio Portes Gil mediante el descuento de una parte del salario de la burocracia federal. Cuando esta acción fue denunciada, el gobierno ideó métodos indirectos para transferir recursos al PNR. La falta de independencia financiera se acopló a la perfección con la falta de independencia política.

Si el PNR surgió como una organización inseparable del aparato estatal controlado por el Jefe Máximo, era imposible que el sufragio resultara realmente efectivo. Desde la primera campaña electoral quedó claro que las elecciones continuarían siendo lo que habían sido desde 1917: procesos que simplemente validaban las decisiones tomadas por los más altos mandos del gobierno. En realidad sólo existía un voto que tenía valor en las contiendas, el del gran elector encarnado por el Jefe Máximo de la Revolución.

Desde su nacimiento, el PNR mostró toda su capacidad: en 1929, Pascual Ortiz Rubio se enfrentó contra una oposición al interior de las filas revolucionarias, -la encabezada por el ex secretario de Educación, José Vasconcelos-, quien logró aglutinar a una parte de los habitantes de las ciudades y realizó una interesante campaña en favor del voto. Sin embargo, su campaña quedó marcada por la violencia ejercida desde el poder y, de acuerdo con las cifras oficiales, el relativamente desconocido candidato oficial recibió, ni más ni menos, 93.5% de los votos. La sospecha de fraude acompañó al PNR desde su nacimiento, pero ello no impidió que su candidato asumiera la presidencia en 1930.

Desde la fundación del PNR y hasta la ciudadanización de los comicios en los últimos años del siglo pasado, las elecciones mexicanas nunca consolidaron la idea del sufragio efectivo, ellas sólo tenían como fin legitimar la decisión del gran elector; incluso -algunos de los partidos que surgieron durante el siglo XX, como el PARM y el PPS- tampoco tenían como fin conquistar a los electores y obtener el derecho a gobernar el país. Ellos eran, simplemente, una oposición leal que aceptaba el mando del partido oficial. No sería sino hasta la aparición del PAN y la unificación de la izquierda, cuando el partido oficial comenzaría a enfrentarse a una verdadera oposición.

El nuevo estilo de gobernar

Tras la derrota de Plutarco Elías Calles, Lázaro Cárdenas tomó el control del partido oficial, del Congreso y del Poder Judicial, subordinó a los gobernadores y con el paso del tiempo también prescindiría de los hombres fuertes que controlaban ciertas regiones del país y que no aceptaron someterse a la nueva autoridad. Estas circunstancias permitieron acelerar la formación del Cardenismo, es decir: de una política de masas encaminada a darle una base social sin precedentes al régimen surgido de la Revolución de 1910.

El primer paso de esta política de masas consistió en solidificar la alianza entre el presidente y lo que ya estaba organizado a nivel nacional: el movimiento obrero. Se alentó su organización, expansión y presentación de demandas a los dueños del capital; por otra parte, se neutralizaron las organizaciones callistas -como la CROM- y se propició el nacimiento de nuevas centrales. En febrero de 1936 surgió la Confederación de Trabajadores de México (CTM), misma que no tardó mucho tiempo en convertirse en el centro del movimiento obrero mexicano. Vicente Lombardo Toledano y Fidel Velázquez fueron los primeros líderes de esta organización cuyo apoyo no se entregó de manera gratuita al gobierno, pues recibieron un importante espacio dentro del partido oficial. En 1940, al finalizar el gobierno de Lázaro Cárdenas, el número de obreros sindicalizados

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