ESCUCHANDO NUESTRO PASADO: LA MÚSICA EN LA ÉPOCA DE LA INDEPENDENCIA Y PRIMEROS TIEMPOS REPUBLICANOS
lcarlosrodriguezEnsayo20 de Julio de 2019
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ESCUCHANDO NUESTRO PASADO: LA MÚSICA EN LA ÉPOCA DE LA INDEPENDENCIA Y PRIMEROS TIEMPOS REPUBLICANOS
Luis Carlos Rodríguez Álvarez[1]
Uno de los temas menos conocidos, debatidos o discutidos sobre los años del período revolucionario que vivió Colombia a principios del siglo XIX, por las dificultades intrínsecas que implica su investigación, es el dedicado a los sonidos de esa época. Sin embargo, los eventos que enmarcan la época de la independencia y primeros tiempos republicanos en nuestro país (1810-1830), se han podido escuchar en la actualidad, gracias a la recuperación de algunos documentos musicales de entonces. Estos nos muestran un paisaje sonoro sencillo, que ambientaba con valses, contradanzas y bambucos, música inglesa y francesa, además de canciones libertarias y elegíacas, el espíritu patriótico y revolucionario. Personajes y momentos que se pueden apreciar mucho mejor al escuchar sus músicas.
El presente texto está dedicado a las expresiones musicales que se dieron en la vida colombiana a comienzos del siglo XIX, durante las Guerras de Independencia de España y hasta pocos años después del fin de la llamada Gran Colombia, integrando incluso personas y eventos de Venezuela, Ecuador y Perú, nuestros países hermanos, según el sueño bolivariano. Es una aproximación a los acontecimientos y protagonistas relacionados con las músicas que rodearon los momentos bélicos y políticos, algunas obras que se han rescatado de esos instantes, varios documentos curiosos, hasta ahora inéditos, de interés paleográfico, y varias piezas conmemorativas y onomásticas de personajes destacados del período.
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Una Herencia Revolucionaria Francesa. No sólo los Ideales y los Derechos: También los hombres, las canciones patrióticas y las bandas marciales
En la estructuración del Romanticismo, el pensamiento estético que imperaría entonces, fueron determinantes dos procesos. La noción de Patria que exigía renovación, se concretó en el llamado Viejo Mundo en un largo siglo XIX, que iría desde la Revolución Francesa y los años que antecedieron a la Primera Guerra Mundial. En las Américas, por el mismo tiempo, aparecerían naciones nuevas, desprendidas de la dominación europea y en constantes esfuerzos por lograr sus propias identidades y soberanías. La conciencia nacionalista, las consecuentes posiciones republicanas y los deseos libertarios, concibieron un arte nuevo, sin duda paralelo a los enfrentamientos gestados para la defensa de esos ideales.
Las Canciones Patrióticas
Las llamadas canciones patrióticas son ilustres hijas del Romanticismo, del compromiso político nacional vinculado a la facultad creadora. La Revolución Francesa y la resistencia al dominio napoleónico gestaron melodías y tonadas que animaban la rebelión y las luchas emancipadoras.
Las Chansons patriotiques fueron un idóneo vehículo para la difusión de las ideas revolucionarias. Algunas de las más famosas, seguramente conocidas también en la América que buscaba la libertad, fueron las populares Ah! ça ira, ça ira, ça ira –Landré, 1790- y La Carmagnole –anónima, 1792-, la muy famosa La Marseillaise -Rouget de Lisle, 1792- y el conocido Chant du départ -Méhul, 1794-.
Pocos años después, en el Nuevo Mundo, en la América Hispana, y en los eventos que desembocaron en las Guerras de Independencia, las canciones patrióticas tuvieron altas repercusiones. Así, por ejemplo, las llamadas Carmañola Americana -1797- y Canción Americana -1797 y 1811-. Posteriormente, de lo ocurrido alrededor de 1810 (Quito, 10 de agosto de 1809; Caracas, 19 de abril, y Bogotá, 20 de julio), surgieron varias canciones con temática patriota.
En la capital venezolana, la titulada Caraqueños, otra época empieza, sobre un texto de Andrés Bello, fue puesta en música por el compositor y director de orquesta mulato Lino Gallardo (Ocumare del Tuy, Miranda, 1773-Caracas, 1837), llamado “el Haydn caraqueño”, o “el Haydn venezolano”, de quien también es la Canción Patriótica, cuyo primer verso dice Tu nombre, Bolívar, la fama elevó, sobre un texto del abogado, poeta y diplomático José María Salazar Morales (Rionegro, Antioquia, 1784-París, 1830).
Éste, a quien se ha llamado “Patriarca de la Poesía Antioqueña”, un arquetípico criollo ilustrado, junto a José María Gruesso y José Fernández Madrid, conformó el trío de poetas colombianos que “rompió la tiranía seudo-clásica y siguió los pasos del romanticismo inglés y francés, antes que cualquier poeta americano”. Con estos tres poetas nacionales nació el romanticismo en el continente.
Salazar, desde muy joven lector en francés, inglés, latín y griego, fue autor de varias canciones patrióticas, muy difundidas en la naciente república. La primera apareció publicada el 18 de septiembre de 1810 y es considerada como el pionero de nuestros himnos. Su estribillo dice: Al fin, ciudadanos,/ Podéis respirar/ El aire benigno/ De la libertad. En 1814 se conoció en SantaFé de Bogotá, su poema titulado Monólogo de Ricaurte, alusivo al sacrificio del héroe en San Mateo, interpretado con pausas para acompañar con música, pues fue destinado a la escena del teatro. En 1819 escribió la letra para varios poemas que las tropas patriotas cantaron para animar su espíritu en la odisea del ascenso al Páramo de Pisba, antesala de la Batalla de Boyacá. Otra importante y mucho más conocida, obra de Salazar, fue la Canción Nacional que compuso en 1827: A la voz de la América unida / De sus hijos se inflama el valor, / Sus derechos el mundo venera, / Y sus armas se cubren de honor.
Y, quizás la más interesante, una pieza poética, inicialmente llamada Canción Patriótica, escrita por Salazar en Caracas, en fecha incierta, que fue vertida en música por el ya mencionado Lino Gallardo, a quien también se le ha atribuido, si no la música, al menos la participación en la composición de la canción patriótica Gloria al bravo pueblo, que en 1881 fue decretada Himno Nacional Venezolano. La pieza de Salazar y Gallardo fue entonada muchas veces en las celebraciones y conciertos organizados en Bogotá por el músico venezolano Nicolás Quevedo Rachadell, edecán del Libertador, en su memoria. Dice Perdomo Escobar: “Se llegó a tanto en el fervor supersticioso por el héroe, que se cantaba en las iglesias de las cinco naciones libertadas por la espada de Bolívar, a modo de salve, después de las misas” (PERDOMO ESCOBAR, 1980: 119). La letra dice así: Tu nombre, Bolívar,/ la fama elevó/ sobre otros héroes/ que el mundo admiró./ El fuerte Bolívar / la palma ganó/ Domando el orgullo / del león español.
Sin embargo, salvo la de esta canción patriótica, no ha sido posible conocer, rastrear y/o ubicar partitura alguna de estas obras, que se articulan todas, en cuanto a lo estético y artístico, en un contexto libertario, como manifestación socio-musical, romántica y pionera, de la naciente república.
Escribe el guitarrista y compositor venezolano Alirio Díaz: “Son numerosas las referencias de canciones inspiradas en asuntos de la revolución y de sus héroes y las cuales figuran bajo la designación de cantos patrióticos y revolucionarios: Gozaron de gran popularidad, y gracias al notable y positivo efecto psicológico que ejercían en la acción de los libertadores, esos cantos se difundían como medios de lucha por los países hispanoamericanos que se encontraban en las mismas condiciones de lucha contra la dominación española”. Uno de esos cantos marciales -que procedía del sur del Continente y después sería el Himno Nacional Argentino-, y cuyos primeros versos dicen Oíd, mortales, el grito sagrado:/ ¡Libertad!, ¡Libertad!, ¡Libertad!/ Oíd el ruido de rotas cadenas, ved en trono a la noble igualdad..., lo escucharon y cantaron las huestes patriotas en sus campañas guerreras, y en coro lo entonaron centenares de llaneros, produciendo un inmenso efecto emocional. El mismo Libertador Simón Bolívar conocía y cantaba tales cantos (DÍAZ, 1980).
Las bandas marciales
La importancia de constituir o formar de una banda marcial, de guerra, en un joven estado independiente, se articula en su proyecto institucional, desde el punto de vista simbólico y cultural. Pretende hacer parte de su razón de ser, de su proceso de identidad y de su lógica revolucionaria. Por todo ello, fue definitivamente importante entrenar musicalmente a las huestes patriotas.
Entre 1811 y 1815, tanto en Santafé de Antioquia y en Rionegro, como en Medellín, quedaron registros de la actividad de un maestro de origen francés llamado Joaquín de la Motte, como formador de músicos para las bandas de los cuerpos armados del Estado de Antioquia, conjuntos de carácter ceremonial, cuyo repertorio consistió muy seguramente en marchas, y toques marciales y canciones, tonadas, himnos o melodías patrióticas. Joaquín de la Motte, personaje de quien no se conocen más datos que los traídos en este texto, aparece en diversas fuentes con ortografía diferente (Lemot, Lamot, Lamotte, Lamet, Lamota, Lammott o Mott). El asunto es que una vez posesionado el Dr. José Antonio Gómez Londoño, en el mes de octubre de 1811, este gobernante, a quien le interesó de “manera especial” la preparación de los “hombres para la carrera de las armas, “(...) hizo venir al francés Lemot, quien enseñó en la ciudad de Antioquia la música de viento a algunos jóvenes que sirvieron después como cornetas en las milicias...”
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