Egipto Mosi

El breve gobierno de Morsi para la historia egipcia no solo es objeto de interés por el efímero pero intenso periodo en el que estuvo al mando, sino también porque representó, aunque parezca inverosímil, el primer gobierno democráticamente elegido en toda la historia egipcia. Esta singularidad estuvo acompañada por una serie de hechos que trastocaron la relación histórica entre los Estados Unidos y Egipto, redefiniendo tanto la política interna como la política exterior de la nación árabe.

La caída del régimen de Mubarak estuvo inserta dentro de la llamada Primavera Árabe lo que dio lugar a la asunción del poder por parte de la Cúpula Militar al mando del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. No obstante, las tensiones permanecieron entre los opositores y el nuevo gobierno militar, quién mantuvo una política represiva a pesar de sus promesas de democratización que se hicieron como consecuencia del empoderamiento del movimiento popular que había derrocado a Mubarak.

Resulta interesante observar en ese periodo de transición la configuración de un escenario de pugna entre el impulso democratizador de los revolucionarios y la contención opuesta por los que detentaban el poder. Es así que los nuevos aires fueron aprovechados por los Hermanos Musulmanes quienes al ser el partido más organizado fortalecieron su posición frente a una cúpula militar reacia a perder sus prerrogativas y atribuciones en la nueva etapa que se avecinaba. La no derogación de la Ley de Emergencia y la promulgación de normas que sustraían los temas relativos a las fuerzas armadas de las facultades legislativas del nuevo parlamento provocaron el incremento de las protestas de los sectores liberales y laicos de la sociedad. La situación permaneció en esa tesitura hasta la celebración de las elecciones generales de junio del 2012 que reconformó la correlación de fuerzas internas, situando al Partido Justicia y Libertad de los Hermanos Musulmanes con Morsi a la cabeza como el nuevo gobernante y primer presidente democrático en la historia de Egipto.

Gobierno de Morsi. Reorientación

La nueva administración de Morsi buscó darle un giro al manejo la política exterior basándose en la naturaleza tripartita de Egipto como actor internacional. Esta triple identidad afirma la pertenencia y vinculación de Egipto a la esfera árabe, africana y europeo-occidental debido a su cercanía al mar mediterráneo. Sin embargo, durante el régimen anterior, la última identidad fue la que monopolizó la agenda externa de Egipto en el plano internacional, vista con mayor claridad a partir de su relación con Estados Unidos Para la superpotencia mundial la seguridad y estabilidad en la región es un objetivo que se independiza de las valoraciones principistas y prodemocráticas que pueden desarrollarse en su dinámica política interna. Sean republicanos o demócratas los que azarosamente presidan la Casa Blanca, la trascendencia que le atribuyen a Egipto como estado pivote para mantener al medio oriente calmo y salvaguardar sus intereses tiene una dimensión superior respecto a su postura de promoción de la democracia liberal en el mundo. La larga dictadura de Mubarak a la que avaló durante casi 30 años solo demuestra esa jerarquía de los valores del Realismo Clásico en su política exterior para el Medio Oriente.

Cabría decir que el enfoque norteamericano sobre Egipto una vez que comprendió la mencionada triple identidad egipcia, estuvo dirigido a ajustarla de determinada forma a fin de insertar el interés americano en medio de ellas y anteponerlo al egipcio en cuanto a sus relaciones con sus vecinos y con el entorno cercano. Es decir, después de generar una fuerte dependencia, manifestada principalmente en la cooperación militar y la ayuda financiera, Washington convirtió al antaño líder de los No Alineados y de Pan- Arabismo, en una especie de aliado que ejercería, producto de su inmanente influencia en el mundo árabe, un rol activo y a la vez pasivo.

Activo en el sentido de erigirse como un Estado que interprete el papel de contrapeso en la lógica de la Balanza de Poder en el medio oriente. Así, se provee de un instrumento para contener los posibles desequilibrios que Iraq en su momento, o la Irán chiita y la exportación de su modelo, o las monarquías petroleras del Golfo Pérsico podrían ejercer en el escenario regional . También, dentro del mismo esquema, Egipto desarrollaría el papel contemporizador en la disputa Palestino- Israeli, así como una función más agresiva en la lucha global contra el terrorismo.

Sin embargo, quizás, lo más destacable de la estrategia norteamericana es la obtención del rol pasivo de este Egipto de Mubarak en contraste con el Egipto de antes. A saber, la alianza americano- egipcia no solo significó la inclusión de un factor proclive a los intereses occidentales, sino que también supuso la sustracción del único Estado capaz de liderar y aglutinar una amenaza antinorteamericana

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