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El fin del milenio


Enviado por   •  22 de Noviembre de 2015  •  Informes  •  12.935 Palabras (52 Páginas)  •  86 Visitas

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10    EL FIN DEL MILENIO

En el último tercio del siglo XX un conjunto de fenómenos y procesos, que han discurrido por cauces paralelos y en ocasiones concurrentes, han puesto en cuestión los pilares sobre los que se ha asentado la civilización, generando un amplio consenso social e intelectual a la hora de definir las problemáticas sociales, políticas, económicas, culturales y ecológicas con las que se enfrenta la humanidad. En este período, un vocablo ha sido recurrentemente utilizado para referirse a los cambios: la palabra crisis. Al explicar las transformaciones y alteraciones que han sacudido los diferentes escenarios de las sociedades y el ecosistema planetario en las tres últimas décadas, los analistas hacen referencia a la crisis social, la crisis política, la crisis económica, la crisis cultural o la crisis ecológica. Bien puede entonces hablarse de la existencia de una crisis fin de siglo, constituida por una multiplicidad de manifestaciones que han cuestionado los fundamentos sobre los que parecía asentarse con firmeza nuestra civilización. En este capítulo tomamos como fuentes principales los recientes trabajos del profesor L. Otero Carvajal.

 LAS SOCIEDADES DEL BIENESTAR

Entre los finales de la II guerra mundial y el inicio de los años setenta, la civilización occidental tuvo una etapa de sostenido progreso. Su superioridad tecnológica, militar y económica impuso predominio sobre otras civilizaciones con las que había convivido de forma más o menos conflictiva, y sus sistemas de valores lograron hegemonía incontestable a nivel mundial. Al interrelacionarse todos los continentes y sociedades bajo los modelos económicos y los sistemas de valores de la civilización occidental, se entró de lleno a la definitiva globalización del planeta. Hacia 1945 los modelos sociales, económicos y políticos se fundamentaban en los sistemas de valores herederos de la Ilustración, tanto en su vertiente liberal, liderada por los Estados Unidos, como en su vertiente marxista, encabezada por la Unión Soviética. Dos grandes modelos ideológicos, políticos, económicos y sociales se confrontaron a lo largo y ancho del mundo, y se temió con frecuencia un enfrentamiento bélico entre las dos las superpotencias, cuyo mutuo recelo sirvió para que se acuñara el término de guerra fría. En 1962, la crisis de los misiles de Cuba puso al mundo en inminente peligro de una guerra nuclear, pero el impase pudo superarse dando paso a un modus vivendi singular, que el líder soviético Kruschev calificó como de E Luis Guzmán Palomino – Germán Calderón Ticse 245 coexistencia pacífica, acuerdo sui generis en virtud del cual el enfrentamiento entre las superpotencias encontró novedosos cauces, cuyo fin último era impedir el holocausto nuclear. Prosiguió invariable la carrera armamentista, pero con exhortaciones a la disuasión nuclear, y se focalización de los conflictos abiertos, como la guerra de Vietnam y los enfrentamientos en el Oriente Próximo. Fueron años en que las superpotencias desplegaron una vasta gama de recursos en procura de alcanzar dominio e influencia a escala planetaria. Los Estados Unidos publicitaron las sociedades del bienestar, buscando infundir confianza y optimismo. El largo ciclo alcista registrado por la economía internacional tras la segunda guerra mundial, permitió la rápida reconstrucción de las economías y sociedades europeo-occidentales, generando un contexto económico favorable para el rápido desarrollo de las sociedades del bienestar. Mucho tuvo que ver en ello la aplicación del Plan Marshall y la generalizada adopción del keynesianismo, cuyo acento en las políticas de demanda, impulsadas por el Estado, buscaron garantizar un crecimiento económico sostenido. Crecimiento económico, sistemas democráticos y paz social permitieron la extensión y consolidación de la sociedad de consumo, que iniciara su despegue en los Estados Unidos incluso antes de la segunda guerra mundial. En las sociedades industrialmente avanzadas el pleno empleo y la elevación de los niveles materiales de vida transformaron radicalmente los modos y las costumbres. Frente a las predicciones marxistas de una creciente polarización social ligada a las leyes del desarrollo del capitalismo, se produjo el crecimiento sostenido de los ingresos, tanto directos como indirectos, de los trabajadores asalariados, a través de la calificación de la mano de obra y la acción organizada de los sindicatos. La sociedad de consumo desactivó el carácter revolucionario del conflicto entre capital y trabajo que había acompa- ñado a las anteriores etapas del desarrollo de la sociedad industrial. La Unión Soviética conducida por Krushev creyó que abandonando el modelo stalinista hallaría adecuado cauce la construcción del socialismo. Pero las medidas reformistas dirigidas a dinamizar y flexibilizar el sistema de planificación centralizado terminaron en el más rotundo fracaso. Por otra parte, el rompimiento con la China de Mao Tse Tung resquebrajó la hegemonía política de los soviéticos. En 1964 Kruschev fue sustituido por Breznev, quien en el afán de contrarrestar la crisis suspendió de momento las propuestas reformistas. Algunos países de la órbita soviética creyeron posible la vía nacional al socialismo, pero al intentarlo sólo atrajeron sobre sí violentas represiones. La máxima expresión de intolerancia se dio en 1968, con la invasión de Checoslovaquia por las tropas del Pacto de Varsovia, que puso fin al experimento de la primavera de Praga que trataba de construir un socialismo de rostro humano. Como quiera que fuese, principiando los años sesenta la civilización occidental imponía una vez más su dominio a escala planetaria. Su ideología del progreso pretendía que la historia de la humanidad no era sino una sucesión Proceso Histórico Mundial 246 de civilizaciones, de las cuales la occidental constituía el modelo más evolucionado y el resto lo formaban sociedades atrasadas, condenadas a reproducir de manera acelerada el modelo histórico recorrido por la civilización occidental. Sin convalidar para nada tal concepción, debemos decir que ese fue también el tiempo en que Occidente mostró un prodigioso avance en los campos de la ciencia y la tecnología, inaugurando una nueva era en la que las miserias y lacras que habían afligido a los seres humanos desde sus orígenes parecían llamadas a desaparecer en el corto lapso de algunas generaciones.

LA ERA ATÓMICA

La era atómica va a representar un gran avance en el dominio del hombre sobre las fuerzas de la naturaleza, pero con implicancias que por igual podían ser positivas y negativas. Este hecho introduce un nuevo horizonte intelectual que afecta la percepción del futuro, ante la abierta posibilidad de la destrucción mundial en un holocausto nuclear. El estallido de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, el 6 y el 9 de agosto de 1945, marcó el inicio de una nueva era en la historia de la humanidad. Hasta esa fecha, las distintas civilizaciones, a lo largo del tiempo y del espacio, habían interactuado con sus respectivos ecosistemas, alterando significativamente en numerosas ocasiones sus hábitats y paisajes. Pero nunca hasta entonces la acción del hombre alteró tan significativamente y con tanto poder todo su entorno. Y al tomar conciencia de ello, las superpotencias hablaron de la posibilidad de una “destrucción mutua asegurada”, estrategia militar utilizada para justificar una costosísima carrera armamentista. Los arsenales nucleares almacenados durante la guerra fría alcanzaron la capacidad de destruir varias veces la vida del planeta, al menos en sus formas actuales conocidas, con la consecuente desaparición de la especie humana, a través de los efectos inducidos por el invierno nuclear. El sabio Albert Einstein, quien con su formulación de la teoría especial de la relatividad hizo teóricamente factible la era atómica, al ligar la energía y la materia en su conocida fórmula E=mc2, demostrando que la materia podía convertirse en energía y viceversa, señaló en 1949 la responsabilidad contraída por la humanidad, aun antes de que se construyese la bomba nuclear, muchísimo más destructiva que la bomba atómica: "La bomba de hidrógeno se divisa en el horizonte como un objetivo verosímil... Si llega a construirse, la contaminación radioactiva de la atmósfera, y con ello la destrucción de la vida en la tierra, entrarán en el terreno de lo técnicamente plausible. El horror de este proceso reside en su aparente ineluctabilidad. Cada paso parece consecuencia inevitable del anterior. El aniquilamiento total aparece cada vez con más claridad al final del proceso... No puede llegar a forjarse una paz verdadera orientando todo nuestro comportamiento hacia la eventualidad de un conflicto. Cuanto más, si cada día resulta más evidente que este conflicto significaría la destrucción absoluta". Luis Guzmán Palomino – Germán Calderón Ticse 247 Allí fue que se puso en entredicho la concepción decimonónica de relacionar el progreso de la humanidad con el progreso de la ciencia. El descubrimiento de las leyes naturales garantizaba la comprensión de la naturaleza, su aplicabilidad a través de las innovaciones tecnológicas era la expresión del dominio del hombre sobre la misma, el progreso de la ciencia no sólo significaba el triunfo del conocimiento humano sino también el despliegue de su capacidad para enfrentarse y solventar de una manera definitiva los problemas de la humanidad, allanando el camino hacia la sociedad ideal. Pero la aplicación de la energía atómica con fines bélicos puso en duda la validez de la ecuación avance de la ciencia-innovación tecnológica-progreso material, siendo hasta el presente objeto de encontrados debates.

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