XIX: EL FIN DEL MILENIO
ccecce23 de Marzo de 2015
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Por Primera vez en dos siglos, el mundo de los noventa carecía de cualquier sistema o estructura internacional. El único estado quese podía calificar de gran potencia, en el sentido en que el término se planteaba en 1914, era los EE.UU. No está claro lo que significaba en la práctica. Rusia había quedado reducida a las dimensiones que tenía a mediados del siglo XVII. Reino Unido y Francia se redujeron a un estatus regional, Alemania y Japón eran grandes potencias económicas sin necesidad de reforzarse militarmente. El peligro de otro holocausto nuclear como el causado por las grandes potencias en el siglo XX, ya no existía. La propia desaparición o transformación de todos los actores –salvo uno-del drama mundial significaba que una tercera guerra mundial al viejo estilo era improbable. Esto no quiere decir que las guerras terminaran, hubo guerras que no tenían nada que ver con la confrontación entre superpotencias (guerra anglo-argelina 1982;Irán-Irak 1980-1988). El peligro global de guerra no había desaparecido, sólo había cambiado. Ahora resultaba posible que pequeños grupos disidentes pudieran crear problemas y destrucción en cualquier lugar del mundo (como el IRA en Gran Bretaña, el fundamentalismo islámico), aunque hasta fines del siglo XX el coste originado portales actividades era modesto, ya que el terrorismo no estatal era mucho menos indiscriminado que los bombardeos de la guerra oficial. La democratización de los medios de destrucción hizo que las costes de controlar la violencia no oficial sufriesen un gran aumento. En muy pocos casos los estados estaban preparados para afrontar estos gastos. Durante la segunda mitad del siglo quedó claro que el primer mundo podía ganar batallas pero no guerras contra el tercer mundo, había desaparecido el principal activo del imperialismo: la disposición de las poblaciones para dejarse administrar una vez conquistadas.
El siglo finalizó con un desorden global de naturaleza poco clara, y sin ningún mecanismo para poner fin al desorden mantenerlo controlado. El derrumbamiento de la URSS minó también las aspiraciones del socialismo no comunista, marxista o no. Por otra parte, la feen una economía de mercado sin restricciones también estaba en quiebra. Las bases de la teología neoliberal tenían poco que ver con la realidad. El fracaso del modelo soviético confirmó que ninguna economía podía operar sin un mercado de valores. El fracaso del modelo ultra liberal confirmó que no se pueden dejar todos los asuntos humanos al mercado. Otro derrumbe fue el de las religiones occidentales. De 1960en adelante, el declive del catolicismo romano se precipitó. Cada vez menos hombres y mujeres prestaban oídos a las diversas doctrinas de estas confesiones cristianas. Europa se vio invadida después de la guerra por una mezcla de xenofobia y de política de identidad étnico-lingüística-cultural muy peligrosa. Incluso a principios de los noventa, algunos observadores empezaron a proponer públicamente el abandono del “derecho a la autodeterminación”. A futuro, los dos problemas centrales son de tipo demográfico ecológico. Se espera que la población mundial se estabilice en diez mil millones de personas para el 2030, debido a la reducción de la natalidad en el tercer mundo, de no ser así, se puede abandonar toda apuesta por el futuro. Las fricciones entre los trabajadores nacionales y los inmigrantes a los países desarrollados será uno de los factores principales de las políticas de las próximas décadas. Por otra parte, un crecimiento económico similar al de la primera mitad del siglo, tendría consecuencias ecológicas catastróficas para el género humano. Una respuesta a esta crisis ecológica debe ser objetiva y realista. Se tendrá que buscar un equilibrio entre la humanidad, los recursos (renovables) que consume y las consecuencias que sus actividades producen en el medio ambiente, establecer este equilibrio no
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