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El holocausto judio. El antisemitismo feroz de Hitler


Enviado por   •  22 de Junio de 2017  •  Documentos de Investigación  •  4.427 Palabras (18 Páginas)  •  167 Visitas

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El holocausto judio

Buenas tardes profesora y queridos compañeros hoy me a tocado el tema sobre el holocausto judío .

Que podemos entender sobre este tema que marco la historia del mundo y de la humanidad , lo cual nos enseña a poder querer mas la vida humana y saber a quien escogemos nuestros lideres.

El antisemitismo feroz de Hitler fue abiertamente reconocido en los inicios de su actividad política, y el afán de los nazis de “limpiar” Alemania de judíos alentó sus acciones violentas contra esta comunidad desde los orígenes de esta fuerza política. Sin embargo, la instrumentación de un plan para exterminar a los judíos europeos con todo lo que esto significa –construcción de una infraestructura, las fábricas de la muerte; organización de un sistema de transporte, un altísimo número de personas a cargo de diferentes tareas, la adopción de un método que posibilitara asesinatos en masa– fue resultado de un proceso que resulta muy difícil de explicar. Si bien al terminar la Segunda Guerra Mundial el Holocausto fue percibido como una tragedia, llevó tiempo tomar conciencia de su profundo y estremecedor alcance y significación, en el sentido de que “la producción en serie y racional” de la muerte de seres humanos se había engendrado en el seno de la civilización occidental y utilizando los recursos provistos por la ciencia y la tecnología del mundo moderno. ¿Cómo ofrecer interpretaciones racionales a una experiencia límite atravesada por horrores inimaginables? ¿Quiénes y cómo hicieron posible la concreción del Holocausto?

El nazismo, según Hannah Arendt, no solo fue un crimen contra la humanidad sino contra la condición humana. Hitler nunca dejó lugar a dudas sobre el odio que sentía por los judíos y acerca de la responsabilidad que les asignaba en la derrota alemana de 1918. Pero estas obsesiones ideológicas del Führer no son suficientes para explicar el genocidio judío. La materialización de los fines expansionistas y raciales nazis fue resultado de un proceso en el que se articularon, tanto el papel de líder carismático de Hitler avalando, muchas veces en forma encubierta, la política antijudía que se fue concretando en su gobierno, como las acciones y fines de otros actores quienes con mayor o menor grado de compromiso acordaban con esa política, y todo esto en relación con una combinación de factores –tales como las consideraciones económicas y los avatares de la guerra– que generaron condiciones propicias para el Holocausto.

En el debate historiográfico sobre el genocidio judío, el espinoso problema de las responsabilidades se entrelaza con los interrogantes en torno a cómo y cuándo el afán de “purificar” a la población europea se encarnó en los campos de exterminio. Las investigaciones sobre estas cuestiones descartan una línea de continuidad entre la concreción de esta experiencia límite y la ideología ferozmente antisemita de Hitler y los nazis. El Holocausto es entendido como resultado de un proceso de radicalización de la política antijudía, con diferentes hitos, y el análisis de este proceso se inscribe en un interrogante mayor: cuál era la naturaleza del Estado nazi. O sea, en qué forma y con qué criterios se tomaban e instrumentaban las decisiones, el rol de las diferentes agencias estatales junto con el papel de los principales organismos nazis, especialmente las SS, y básicamente el modo en que la presencia del “líder carismático” generaba las condiciones propicias para el Holocausto sin que fuera preciso que el Führer diera órdenes precisas en cada ocasión.

Con la llegada de Hitler al gobierno, las principales acciones de carácter antisemita fueron impulsadas por las presiones de los activistas del partido, del bloque SS-Gestapo, de las rivalidades personales e institucionales y de los intereses económicos deseosos de eliminar la competencia judía. La política nazi se manifestó de dos formas paralelas: por una parte medidas de corte legal destinadas a excluir a los judíos de la sociedad, privarlos de sus derechos civiles y llevarlos a la ruina económica; y simultáneamente campañas discriminatorias y acciones violentas dirigidas a forzarlos a emigrar de Alemania.

Antes de que estallara la guerra hubo tres principales oleadas antijudías: la de 1933, instigada básicamente por la SA; la de 1935, que desembocó en la sanción de las leyes de Nuremberg, y la tercera, mucho más violenta, en 1938. Poco después de que asumiera Hitler, los sectores más radicalizados de la base del partido organizaron una intensiva campaña de propaganda y un boicot económico contra negocios y empresas judíos. El 1 de abril de 1933, los comercios judíos fueron rodeados por piquetes de miembros de la SA para impedir la entrada de clientes. El ministro de Economía, Hjalmar Schat, se opuso alertando sobre la posible reacción negativa de los gobiernos occidentales. A estas acciones siguió un período de relativa calma.

Dos años después, nuevamente las demandas de las bases más radicalizadas del nazismo condujeron, con el beneplácito de Hitler, a la sanción de normas decididamente discriminatorias de los judíos alemanes. A mediados de septiembre de 1935, en el mitin anual del Partido Nacionalsocialista, el Führer anunció la sanción de la Ley para la Protección de la Sangre Alemana y la Ley de la Ciudadanía del Reich. La primera prohibió las relaciones sexuales entre no judíos y judíos, ya sea vía el matrimonio o las extramatrimoniales. Esa disposición se amplió también a los matrimonios entre alemanes y gitanos o negros. Las infracciones se castigaban con prisión. Esta norma incluyó dos prohibiciones adicionales: los judíos no podían izar la bandera nacional, y tampoco podían contratar a no judíos como personal doméstico. La segunda ley despojó a los judíos de su ciudadanía alemana y les prohibió ejercer un cargo público. El primer decreto para la ejecución de esta ley determinó, en noviembre de 1935, quién debía considerarse judío.

Estas leyes no provocaron la emigración de los judíos. Dada su larga historia de sufrir la discriminación a través de la violencia, supusieron que las nuevas normas establecían límites claros. En palabras de un dirigente sionista de la comunidad de Berlín: “La vida siempre es posible bajo el imperio de las leyes”.

La elaboración y aplicación de esta legislación fue posible porque juristas, jueces, fiscales del ministerio público, abogados, funcionarios de la administración de justicia se prestaron para conferirles legalidad. Su sanción fue acompañada por una gran campaña de prensa oficial, que aplaudió la decisión del Führer de separar arios de judíos en el seno de la comunidad alemana. Todo el mundo supo de la entrada en vigor de esta legislación sin que hubiera críticas ni condenas: fue tratada como una cuestión de política doméstica de Alemania.

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