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El mito y el rito como objetos de la historia del Arte


Enviado por   •  2 de Marzo de 2015  •  Tutoriales  •  9.198 Palabras (37 Páginas)  •  468 Visitas

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¿Por qué estudiar el mito y el rito como objetos de la historia del Arte?

En el presente ensayo, intentaremos explicar las principales teorías que analizan los mitos: la fenomenología y la historia de las religiones (Mircea Elíade), y el estructuralismo (Claude Lévi-Strauss); ahondando en la simultaneidad Mito/Rito.

Intentaremos exponer la problemática en el análisis del complejo Mítico/Ritual de manera concisa y sencilla para que, tras la asimilación de nuevos argumentos y una adecuada interpretación enriquecedora, podamos comprender la relación entre los elementos simbólicos.

Sin más, este será el temario a abordar:

(CONCEPTOS CLAVE: MITO – RITO – SÍMBOLO)

1.) El Arte y lo Simbólico.

2.) Mito y Ritual.

3.) Dos modos de entender las relaciones entre Mito y Ritual:

A. Mito antecede al Rito.

B. Mito y Rito son simultáneos.

4.) La máscara y sus relaciones con el complejo Mítico/Ritual:

A. La máscara Kanaga.

B. La máscara Dzonokwa.

C. La máscara de Diablo.

5.) El cuerpo y sus relaciones con el Arte, el Mito y el Ritual.

El Arte y lo simbólico

En este punto nos introduciremos en el mundo de las relaciones entre los símbolos, las artes y la religión, entendiendo este último término en un sentido amplio, como un conjunto de prácticas histórica y culturalmente situadas en una comunidad determinada, que regula las diversas relaciones que ésta mantiene con lo imaginario y sobrenatural. Tanto el arte como la religión se valen de símbolos. Éstos son las principales producciones de la intensa vida mental humana, al punto que la Lingüística, la Semiótica, la Antropología, el Psicoanálisis, etcétera, y no sólo la Historia del arte o la religión, se ocupan de lo simbólico. Es por ello que su abordaje requiere de una mirada interdisciplinaria.

Puede decirse, en general, que entramos en el mundo de lo simbólico cuando las cosas parcialmente dejan de ser lo que son, para significar o aludir a realidades no visibles o perceptibles en el plano de su evidencia. En efecto, todo símbolo, esconde o cifra “tras” de sí un misterio, algo que no puede (o no debe) ser aprehendido de manera directa.

Como es corriente encontrar en los textos antropológicos desde Claude Lévi-Strauss, la cultura puede considerarse un conjunto de sistemas simbólicos, como el lenguaje, las reglas matrimoniales, las relaciones económicas, el arte, la religión, etcétera. Debemos destacar que todos estos sistemas se encuentran relacionados entre sí, de manera que es artificial recortar el arte, la religión, o cualquier otro sistema de la trama de significaciones de la cultura. Todos estos sistemas aportan “fibras”, y éstas construyen o “tejen” la trama de significaciones simbólicas en que se desarrolla la vida humana, como lo señala Clifford Geertz. [1]

Una paradoja central del mundo simbólico, es su dualidad: los símbolos son inventados y naturales, históricos y esenciales a un tiempo. Muchos autores (entre los que se cuentan tanto los defensores del estructuralismo como sus críticos) distinguen, por razones más o menos similares, al mundo de los signos del de los símbolos. Mientras el primero es arbitrario e inmotivado (por ejemplo el signo ‘+’ en el sistema de las Matemáticas: 2 + 2 = 4), el segundo tiene una motivación histórico-cultural. Por ejemplo, el signo ‘+’, en el sistema del cristianismo, es el símbolo de la Cruz, rememorando la experiencia de Jesús. Sin embargo, este símbolo, presentado hoy como “natural” del Cristianismo, tiene su historia, dado que no siempre representó a Cristo en el momento de su muerte.

Los símbolos como vehículos comunes, relacionan especialmente el mundo del arte y el de la religión. En ambos, los sonidos, figuras, acciones y palabras aluden a menudo a cosas que no están ahí. Muchas prácticas que tienen como vehículo la “belleza” no pueden separarse, de manera implícita, de alguna forma de fe. La palabra latina religio significa algo que se hace con escrupulosa atención por los detalles, como los pasos y la estética de un Ritual. Esta palabra se relaciona asimismo con un verbo, religare, que significa “atar junto”. Ambas referencias etimológicas dicen mucho de lo propio de cualquier religión y también de cualquier grupo humano congregado por alguna forma de “culto” estético, donde la atención escrupulosa a los pasos rituales y a los signos de pertinencia y pertenencia nos recuerdan las ceremonias religiosas, como los “balletómanos”, los “rockeros”, los “fashion victims”, etcétera.

En la historia del arte y de las ideas estéticas, muchas veces los autores plantean relaciones entre mundos simbólicos, que se expresan en forma de categorías estéticas y estilísticas, como apolíneo/dionisíaco por Nietzche, clásico/barroco por Wölfflin, alto/bajo por Bajtin [2] . Estos mundos contrapuestos deben ser considerados desde su relación (o tensión entre cada par de opuestos) más que en su “pura” oposición, dado que (siguiendo los pasos del post-estructuralismo, por ejemplo el ya mencionado Clifford Geertz) ésta no existe. Hay en cambio tensiones o situaciones, que son históricas y deben ser localmente situadas.

Es indudable, por otro lado, que el binarismo -aparentemente neutro- esconde en realidad una intención. Apolíneo, clásico y alto, por ejemplo, guardan una estrecha relación entre sí, y a su vez se relacionan con masculino, hegemónico, etcétera.

Esto remarca la relación de los símbolos con el Poder. Como condensaciones de aspectos culturales, estos signos “esenciales” expresan y sitúan jerárquicamente valores sostenedores de estructuras. Como muchas veces la jerarquía se relaciona con el conocimiento o capacidad de cifrar/descifrar misterios, no debe extrañarnos que los sacerdotes hayan sido y sean aún en muchas civilizaciones, los principales comitentes de arte. En los períodos laicos y republicanos, en plena modernidad, encontramos sin embargo la misma demanda simbólica, como lo comprueba el proceso de invención de los estados nacionales, donde la bandera, el himno, etcétera, adquieren lugares relevantes, lo mismo que el censo, los museos y

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