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Ensayo Crítico Sobre Adam Smith


Enviado por   •  17 de Junio de 2015  •  1.954 Palabras (8 Páginas)  •  504 Visitas

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Ensayo crítico sobre Adam Smith. (Base ideológica de justificación del sistema económico de libre mercado)

Si bien es cierto que el pensamiento de Adam Smith en poco se parece al de los actuales neoliberales como Milton Friedman, también es cierto que su pensamiento ha servido como legitimación para el actual sistema económico de mercado.

El pensamiento de Adam Smith se asentaba en dos supuestos que han sido refutados científicamente. Estos dos supuestos eran:

– La mano invisible. Metáfora que justifica la afirmación de que el mercado se autorregula por un orden económico natural que produce automáticamente la riqueza y la prosperidad de la sociedad cuando los seres humanos compiten entre sí en un mercado libre. Esta competencia, aunque es movida por intereses egoistas, conduciría a la prosperidad de todos los ciudadanos.

Que existan economistas que persisten en sostener el mito en mitad de la catástrofe económica actual, es ya una clara muestra del fanatismo del neoliberalismo actual, o bien de su ignorancia o cinismo. Es de acceso público, véanse documentales como Inside Job, (en nuestra sección de documentales sobre economía) que la presión del sistema financiero para desregular el sistema condujo a la legalización de derivados financieros que, cuando estalló la burbuja, inundaron el sistema de tóxicos, (productos o deudas impagadas). Se produjeron las quiebras en cadena y la crisis estalló. Está bien constatado en las fuentes estadísticas que el libre mercado aumenta las desigualdades y produce acumulación de capitales [1]. Si ponemos a competir un pequeño comercio con una gran multinacional, las condiciones de partida están viciadas, no hay equidad, el pez pequeño no tiene medios para competir con el pez grande. Por si fuera poco, como los Estados sirven a los intereses del capitalismo, se legisla para favorecer a los grandes y perjudicar a los pequeños, (véanse las condiciones de los, cínicamente llamados, tratados de libre comercio entre países ricos y países que no eran pobres, pero que se convirtieron en pobres).

En verdad no existe y nunca ha existido el libre mercado, lo que trata el capitalismo es de que el mercado no sea controlado racional, justa o equitativamente, por ninguna institución democrática, en beneficio del bien común y el progreso; sino que sea controlado por un grupo de grandes supranacionales en su propio provecho. Esa es la gran mentira del libre mercado. Pero como indica el siguiente video, de darse alguna vez un libre mercado auténtico y en condiciones de partida igualitarias, el proceso conduciría igualmente al colapso del sistema, por pura lógica.

El documental El Poder del Dinero, demuestra, a través de varios experimentos científicos, que la conducta de la gente cuando existe la posibilidad de ganar dinero, se mueve por mecanismos cerebrales irracionales. Cuestiona la filosofía económica dominante, basada en la creencia de la autorregulación de los mercados, que ha concluido con el estallido de la burbuja inmobiliaria y la mayor crisis económica desde el crack del 29, cuando también existía desregulación.

– La inclinación natural del ser humano es el egoismo y la búsqueda del interés propio.

La ciencia y la historia han demostrado que también se trata de un mito. Un mito que está en la base de todas las ideologías reaccionarias. Según la psicología social, aunque en la naturaleza del ser humano estén las conductas egoístas, el ser humano como especie logró sobrevivir en base a su capacidad empática, comunicacional y cooperativa. De no haber contado con estas características naturales, no habríamos sobrevivido. El ser humano es eminentemente social, necesitamos establecer vínculos sinceros, afectivos y cooperativos con los demás, de no disponer de ninguna clase de apoyo social, nuestra salud mental se resiente. [2]

“El mundo antiguo revelaba que los seres humanos regulaban su convivencia social en las relaciones naturales, y sobre todo en aquellas que los vinculaban directamente por el parentesco. Cuando desarrollaron la agricultura y la ganadería, y cuando esas actividades generaron “plusproducto” y su correspondiente explotación, se generaron las interminables diferencias entre dos sectores que se enfrentaron y comenzaron a odiarse”:

https://emisionenelvientredeunaballena.wordpress.com/2013/04/10/el-origen-de-la-familia-la-propiedad-privada-y-el-estado/

[1] http://alterglobalizacion.wordpress.com/2011/04/23/capitalismo-y-desigualdad-una-relacion-indisociable/

[2] Introducción a la psicología social. Elena Gaviria. Sanz y Torres. 2009

EL PENSAMIENTO ECONÓMICO DE ADAM SMITH

Fuente:

http://www.ciget.pinar.cu/Revista/No.2011-3/art%EDculos/Pensamiento_econ%F3mico_AdamSmith.pdf

Adam Smith nació en 1723 en Kirkcaldy, cerca de Edimburgo. Estudió en la Universidad de Glasgow y en Oxford. Terminados sus estudios volvió a Glasgow, donde fue profesor de filosofía moral. En 1759 publicó Teoría de los sentimientos morales, en la que anuncia algunas de las ideas que después perfeccionará en su obra de teoría económica.

En 1776 publicó Investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones, que tuvo un éxito inmediato. Fue designado inspector de aduanas en Edimburgo, donde murió en 1790.

Adam Smith fue primero un filósofo moral y, después, un economista. Su pensamiento moral depende de las nuevas ideas morales defendidas por algunos filósofos escoceses influidos de manera decisiva por la nueva ciencia mecanicista elaborada por Isaac Newton (1642-1727). Newton había desarrollado una ciencia física en la que el mundo natural estaba gobernado por una ley de importancia universal: la ley de la gravedad. Los filósofos morales escoceses pensaban que el mundo moral estaría también regido por una ley análoga que explicara la conducta de los seres humanos.

De acuerdo con estos planteamientos, Adam Smith acepta la existencia de un orden moral natural en la sociedad que se manifiesta en las inclinaciones naturales de los seres humanos. Según explica en la Teoría de los sentimientos morales, la conducta humana está movida, en primer lugar, por la búsqueda del propio interés, aunque otra inclinación natural, la simpatía hacia los otros seres humanos, contribuye a moderar el egoísmo de cada uno. Por lo tanto, dado que al actuar de esta manera se está siguiendo el orden moral natural, propone que se deje a los seres humanos actuar en completa libertad en las actividades económicas, dado que así no sólo conseguirán el provecho propio sino que impulsarán el bien común, porque la Providencia ha organizado las cosas de tal manera que se produce una automática distribución entre todos los seres humanos de los bienes necesarios para vivir:

«Sólo los ricos eligen, de entre la masa común, lo más delicioso y lo más raro. Apenas consumen más que el pobre; a pesar de su avidez y su egoísmo…comparten con el último peón el producto del trabajo que ellos mandan hacer. Una mano invisible parece forzarles a participar en la misma distribución de las cosas necesarias para la vida, que hubiera tenido lugar si la tierra hubiera sido dada en igual proporción a cada uno de sus habitantes; y, de esta manera, sin tener la intención de hacerlo, sin ni siquiera saberlo, el rico sirve el interés social y la multiplicación de la especie humana».3

Antes de escribir su célebre obra de economía, ya enseñaba Adam Smith tanto la idea propugnada por la filosofía moral escocesa de que lo que mueve al hombre es la búsqueda de su propio interés individual, como la idea mecanicista de que existe un orden social natural que armoniza finalmente dichos intereses produciendo automáticamente beneficios al conjunto de la sociedad.

Poco después, en 1763, Adam Smith se encargó de impartir en la Universidad de Glasgow un curso de economía política. En él defendió ya la tesis de que la riqueza es producto del trabajo humano y, más en concreto, de la división del trabajo. Enseñó, además, que hay que valorar tanto el trabajo agrícola como el industrial y que la libertad económica es la condición necesaria y suficiente del desarrollo económico, afirmaciones decisivas para la consolidación de la economía política como ciencia.

Después de viajar por el continente europeo y conocer a los fisiócratas franceses, Adam Smith regresó a Escocia y, en 1776, publicó su obra más importante, la que le convertiría, par a casi todos los economistas, en el auténtico fundador de la ciencia económica (4): Investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones.

En ella propondrá una nueva síntesis de todas las ideas anteriores, aceptando la existencia de leyes naturales que gobiernan la economía y defenderá que el mercado es el mecanismo natural que concilia los intereses de los individuos, produciendo así el orden social.

En esta nueva obra, sin embargo, a diferencia de lo que ocurría en la Teoría de los sentimientos morales en donde el egoísmo estaba moderado por la simpatía, no se pone ningún freno a la búsqueda egoísta del interés propio. Es como si Adam Smith nos dijera: «En las relaciones económicas no temas ser egoísta, todo está dispuesto para que, al final, se produzca infaliblemente el bien de toda la sociedad. Es más, cuanto mayor sea tu egoísmo mayores bienes producirás».

En La riqueza de las naciones cuando trataba de explicar la conducta económica de los seres humanos enfatiza en el hecho de que en las actividades económicas existe un mecanismo natural, el mercado, que se encarga de armonizar automáticamente, si se le deja actuar en libertad, los intereses egoístas de los individuos producen beneficios para el conjunto de la sociedad.

Es más, el funcionamiento correcto del mercado no depende sólo de que se le deje actuar libremente, sino de que los que concurren a él lo hagan movidos por la búsqueda del propio interés:

“No hemos de esperar que nuestra comida provenga de la benevolencia del carnicero, ni del cervecero, ni del panadero, sino de su propio interés. No apelamos a su humanitarismo, sino a su amor propio”5.

Por lo tanto, para Adam Smith, este modo de proceder egoísta no produce la descomposición de la sociedad, como se había pensado tradicionalmente, sino que es beneficioso para la comunidad en su conjunto. Esta afirmación se justifica apelando al supuesto “orden natural” de los fenómenos económicos que depende del paradigma mecanicista del pensamiento científico moderno. En efecto, recordando lo que ya había expuesto en su Teoría de los sentimientos morales, insiste en la idea de que el individuo que persigue su propio beneficio « […] es conducido por una mano invisible a promover un fin que no entraba en sus intenciones. Mas no implica mal alguno para la sociedad que tal fin no entre a formar parte de sus propósitos, pues al perseguir su propio interés, promueve el de la sociedad de una manera más efectiva que si esto entrara en sus designios»6.

La famosa mano invisible de Adam Smith es una simple metáfora para referirse al mecanismo del mercado que es el encargado de armonizar los intereses individuales.

Sin embargo, parece que el propio economista escocés no tenía una fe tan ciega como los defensores del liberalismo económico en la función armonizadora del mercado. En efecto, a diferencia de lo que ocurría en la Teoría de los sentimientos morales, en La riqueza de las naciones el orden espontáneo del mercado se limita a armonizar los intereses particulares de los individuos y los generales de la sociedad, pero no los intereses particulares de los individuos entre sí. Adam Smith, por lo tanto, era consciente de que se podían producir desajustes en el mecanismo del mercado, pero consideraba que, en general, eran mucho peores los que se producirían si los políticos intervinieran en él. Hay, pues, una cierta ambigüedad en su pensamiento, dado que unas veces pide que el Estado intervenga en la economía y otras rechaza que lo haga, porque la mayoría de esas intervenciones son perjudiciales7.

Por lo tanto, la ciencia económica de Adam Smith prescinde por completo de la tradicional subordinación a los fines superiores de la ética o de la política. La economía tiene una moralidad propia, que depende del interés del individuo. Este individualismo se justifica mediante la ética utilitarista, afirmando que la búsqueda egoísta del propio interés produce automáticamente beneficios para la mayoría de la sociedad. Una ética que nada tiene que ver con la moral tradicional que anteponía lo justo a lo útil. En resumen, el modelo de sistema económico que propuso Adam Smith, se basa en un doble supuesto:

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