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Estados Unidos Desde 1945 James Patterson


Enviado por   •  28 de Noviembre de 2013  •  6.661 Palabras (27 Páginas)  •  633 Visitas

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14. Estados Unidos desde 1945 James Patterson

La historia de Estados Unidos entre 1945 y 1995 puede dividirse, a grandes rasgos, en dos épocas diferentes, cada una de aproximadamente veinticinco años. La primera, desde el final de la segunda guerra mundial hasta finales de los años sesenta, se caracterizó por un crecimiento económico y una abundancia sin precedentes en la historia del mundo. Una economía dinámica, basada en gran medida en la producción de bienes de consumo, permitió que se viviera con una comodidad inimaginable durante la gran crisis de los años treinta y que sobrepasaba con mucho los niveles de otras zonas del mundo. El progreso económico, a su vez, parecía erosionar las divisiones sociales, religiosas, regionales, étnicas y de clase. A mediados de los cincuenta algunos intelectuales creyeron que la nación se había convertido en una sociedad «postindustrial» de consenso; Dwight Ike Eisenhower, presidente de la nación desde 1953 hasta comienzos de 1961, gozó durante el desempeño de su cargo de una extraordinaria popularidad. Se resistió a cambios importantes y para muchos norteamericanos representaba una áncora de estabilidad y prosperidad en un mundo tempestuoso.

La riqueza del período suscitó enormes esperanzas sobre la capacidad de Estados Unidos de fomentar una buena vida para las personas, una gran sociedad para grupos antes desafortunados, especialmente para los afroamericanos, y un orden mundial democrático no comunista. A mediados de los sesenta, cuando el optimismo llegó a su punto álgido, la mayoría de los norteamericanos se sentía extraordinariamente esperanzada respecto al futuro y confiada en una mayor extensión de sus derechos personales y civiles.

El desarrollo de la conciencia de los derechos hizo de los años sesenta un decenio excepcionalmente turbulento de cambio social y político. El Tribunal Supremo, dominado por su juez presidente Earl Warren y otros liberales, amplió considerablemente los derechos civiles y las libertades de grupos agraviados, entre ellos los negros, las mujeres, los perceptores de ayudas de bienestar social, los izquierdistas y los acusados de delitos. John F. Kennedy, que sucedió a Eisenhower, fomentó las esperanzas al hablar de una «nueva frontera» que transformaría la vida norteamericana. Lyndon Johnson, que ocupó la presidencia después del asesinato de Kennedy, en noviembre de 1963, proclamó su compromiso con lo que llamó la Gran Sociedad. Elegido por una mayoría aplastante en 1964, convenció al Congreso para que aprobara en 1965 una profusa legislación liberal. Los partidarios de las reformas estaban más esperanzados que nunca, pues confiaban en la virtual abolición de la pobreza y en un orden social cada vez más igualitario. Johnson se sentía igualmente optimista acerca de la capacidad de Norteamérica de proteger la democracia y el capitalismo en el mundo, incluso en zonas muy lejanas, como el sureste de Asia. A los norteamericanos les parecía, en aquel momento, que no había tarea que no pudiera emprender la nación incomparablemente más rica y más poderosa de la historia del mundo.

Incluso antes de 1970 la incesante «revolución de las expectativas» empezó a sobrepasar la capacidad de las instituciones políticas y económicas para satisfacerla. Esto era muy evidente en lo relativo a Vietnam, que atascó al país en diez años de lucha —la guerra más larga de la historia norteamericana— y que fomentó una gran animosidad en su población. Los defensores de los derechos se enfrentaron, además, a otros obstáculos. Los militantes negros, alcanzados por fin los derechos legales, reclamaban igualdad social y económica. Inspirándose en su ejemplo, otros grupos —mujeres, indios, mexicano-americanos— luchaban también por una mayor justicia social. La mayoría de los norteamericanos, sin embargo, creía en la igualdad de oportunidades para los individuos y no en la imposición gubernamental de igualdad de condiciones para los colectivos. Por ello se resistieron a la concesión de más garantías de derechos, especialmente tras una serie de disturbios callejeros que asolaron el centro de las ciudades a finales de los años sesenta. En 1968, una reacción contra las reclamaciones de derechos sacudió la política y la cultura del país, dividido por cuestiones de raza, etnias, sexo, región y clase social.

La turbulencia de finales de los sesenta y comienzos de los setenta perjudicó la imagen del gobierno a los ojos del pueblo. Johnson desorientó a la nación acerca de la actuación en Vietnam y prometió más dejo que podía dar en cuestiones interiores. Cuando su popularidad se hundió, en 1968, decidió no volver a presentarse para la presidencia, y su sucesor republicano, Richard Nixon, desorientó aún más al pueblo en lo referente a Vietnam y mintió acerca de la participación de sus ayudantes en un robo en la sede del Comité Nacional Demócrata, en el edificio Watergate de Washington. Cuando quedó al descubierto su encubrimiento, el escándalo Watergate le obligó a dimitir en 1974. Fue el primer presidente en la historia del país que tuvo que hacerlo.

Los engaños de Johnson y Nixon indignaron a millones de norteamericanos y contribuyeron a la elección de candidatos que rechazaban las soluciones gubernamentales de los problemas públicos. El demócrata Jimmy Carter ganó las elecciones a la presidencia en 1976 frente al presidente Gerald Ford, con una campaña en la que insistió en su desconfianza ante Washington. Ronald Reagan, presidente de 1981 a 1989, afirmaba que el gobierno en sí era el problema. Su sucesor, George Bush, era casi tan conservador como él. Bill Clinton, que en las elecciones de 1992 acabó con el dominio republicano de la Casa Blanca, hizo una de las campañas electorales más conservadoras de los demócratas de la posguerra.

El peor golpe a la era de optimismo de la posguerra fue el de la situación económica, cuando, a finales de los sesenta, aumentaron las presiones inflacionarias causadas sobre todo por los gastos militares. Otras fuerzas agravaron la inestabilidad económica: la debilidad del sector manufacturero, especialmente en el acero y los automóviles, el auge de la competencia de otras naciones, como Alemania y Japón, y una crisis petrolera que sacudió a gran parte del mundo industrializado en 1973-1974. Para entonces, millones de norteamericanos, nacidos con el baby boom (aumento espectacular de la natalidad) de los cuarenta y cincuenta, entraron en el mercado de trabajo y encontraban dificultades para obtener empleos seguros y bien pagados, Lo mismo ocurría con las mujeres que, en número sin precedentes, trabajaban por un salario, pues el porcentaje de mujeres adultas en el mercado de trabajo pasó del veintiséis por ciento en 1940 al cuarenta y dos por ciento en 1970, y siguió subiendo a lo largo

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