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Formación De Estados Latinoamericanos


Enviado por   •  7 de Junio de 2012  •  11.198 Palabras (45 Páginas)  •  774 Visitas

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IEP - Instituto de Estudios Peruanos

Taller Interactivo: Prácticas y Representaciones

de la Nación, Estado y Ciudadanía en el Perú

ESPÍRITUS DE ESTADO. GÉNESIS Y ESTRUCTURA DEL CAMPO BUROCRÁTICO

Pierre Bourdieu*

Módulo: Aproximaciones teóricas: Estado

Sesión 7, Lectura Nº 3

Lima, Agosto del 2002

* Este artículo fue publicado originalmente en Actes de la Recherche en Sciences Sociales, N° 96-97, marzo de l993, pp.49-62.

ESPIRITUS DE ESTADO.

GENESIS Y ESTRUCTURA DEL CAMPO BUROCRATICO

Pierre Bourdieu

Intentar pensar el Estado es exponerse a retomar en su provecho un pensamiento de Estado, a aplicar al Estado categorías de pensamiento producidas y garantizadas por el Estado, a desconocer, por consiguiente, la verdad más fundamental del Estado. Esta afirmación, que puede parecer a la vez abstracta y perentoria, se impondrá más naturalmente si al final de la demostración aceptamos volver a ese punto de partida, pero armados del conocimiento de uno de los poderes mayores del Estado, el de producir y de imponer (principalmente por medio de la escuela) las categorías de pensamiento que aplicamos espontáneamente a cualquier cosa del mundo y al Estado mismo.

Pero, para dar una primera traducción más intuitiva de este análisis, y hacer sentir el peligro, que corremos siempre, de ser pensados por un Estado que creemos pensar, querría citar un pasaje de Maîtres anciens de Thomas Bernhard: "La escuela es la escuela del Estado, donde se hace de los jóvenes criaturas del Estado, es decir, ni más ni menos que agentes del Estado. Cuando entraba en la escuela, entraba en el Estado, y como el Estado destruye a los seres, entraba en el establecimiento de destrucción de seres. [...] El Estado me ha hecho entrar en él por la fuerza, como por otra parte a todos los demás, y me ha vuelto dócil a él, el Estado, y ha hecho de mí un hombre estatizado, un hombre reglamentado y registrado y dirigido y diplomado, y pervertido y deprimido, como todos los demás. Cuando vemos a los hombres, no vemos más que hombres estatizados, servidores del Estado, quienes, durante toda su vida sirven al Estado y, por lo tanto, durante toda su vida sirven a la contra-natura".1

La retórica muy particular de Thomas Bernhard, aquella del exceso, de la hipérbole en el anatema, conviene bien a mi intención de aplicar una suerte de duda hiperbólica al Estado y al pensamiento del Estado. No se duda nunca demasiado cuando se trata del Estado. Pero la exageración literaria corre el riesgo siempre de aniquilarse a sí misma desrealizándose por su mismo exceso. Y sin embargo, hay que tomar en serio lo que dice Thomas Bernhard: para darse alguna oportunidad de pensar un Estado que se piensa aun a través de quienes se esfuerzan en pensarlo (como Hegel o Durkheim, por ejemplo), hay que tratar de cuestionar todos los presupuestos y todas las preconstrucciones que están inscriptas en la realidad que se trata de analizar y en el mismo pensamiento de los analistas.

Para mostrar hasta qué punto es necesaria y difícil la ruptura con el pensamiento, habría que analizar la batalla que estalló no hace mucho, en plena guerra del Golfo, a propósito de ese objeto a primera vista irrisorio que es la ortografía: la grafía correcta, designada y garantizada como normal por el derecho, es decir, por el Estado, es un artefacto social, muy imperfectamente fundado en una razón lógica y aun lingüística, que es el producto de un trabajo de normalización y de

codificación enteramente análogo a aquel que el Estado opera también en dominios muy distintos. Ahora bien, cuando, en un momento dado del tiempo, el Estado o uno de sus representantes, emprende (como ha sido ya el caso, con los mismos efectos, hace un siglo) la reforma de la ortografía, es decir, el deshacer por decreto lo que el Estado había hecho por decreto, suscita inmediatamente la revuelta indignada de una gran proporción de aquellos que tienen una profesión ligada a la escritura, en el sentido más común, pero también en el sentido que les gusta darle a los escritores. Y, cosa notable, todos estos defensores de la ortodoxia ortográfica se movilizan en nombre de lo natural de la grafía en vigor y de la satisfacción, vivida como intrínsecamente estética, que procura el acuerdo perfecto entre las estructuras mentales y las estructuras objetivas, entre la forma mental socialmente instituida en los cerebros por el aprendizaje de la grafía correcta y la realidad misma de las cosas designadas por los vocablos diestramente graficados: para los que poseen la ortografía al punto de ser poseídos por ella, la ph perfectamente arbitraria de nenuphar se ha vuelto tan evidentemente indisociable de la flor que pueden invocar, con toda buena fe, a la naturaleza y a lo natural para denunciar una intervención del Estado destinada a reducir lo arbitrario de una ortografía que es, con toda evidencia, el producto de una intervención arbitraria del Estado.

Se podrían multiplicar los ejemplos de casos semejantes en los que los efectos de las elecciones del Estado se han impuesto tan completamente en la realidad y en los espíritus que las posibilidades descartadas inicialmente (por ejemplo, un sistema de producción doméstica de electricidad análogo al vigente para la calefacción) parecen totalmente impensables. Así, por ejemplo, si la menor tentativa de modificar los programas escolares y sobre todo los horarios atribuidos a las diferentes disciplinas chocan casi siempre y en todos lados con resistencias formidables, no es solamente porque intereses corporativos muy poderosos (los de los profesores involucrados, principalmente) están atados al orden escolar establecido, es, también, que las cosas de la cultura, y en particular las divisiones y las jerarquías sociales del Estado que, instituyéndolas a la vez en las cosas y en los espíritus, confiere a un arbitrario cultural todas las apariencias de lo natural.

La duda radical

No se puede, entonces, darse algunas oportunidades de pensar verdaderamente un Estado que se piensa aun a través de aquellos que se esfuerzan en pensarlo, más que a condición de proceder a una suerte de duda radical dirigida a cuestionar todos los presupuestos que están inscriptos en la realidad que se trata de pensar y en el pensamiento mismo del analista.

El ascendiente del Estado se hace sentir particularmente en el dominio de la producción

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