Globalizacion Aldo Ferrer
pietralore29 de Junio de 2013
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Revista Problemas del Desarrollo, 173 (44), abril-junio 2013
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* Profesor emérito de la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Embajador de Argentina en
Francia. Correo electrónico: aldoferrer@ciudad.com.ar
La importancia de las ideas propias sobre el
desarrollo y la globalización
Aldo Ferrer*
Fecha de recepción: 31 de julio de 2012. Fecha de aceptación: 23 de agosto de 2012.
Introducción
Hasta la crisis de 1930, el enfoque neoclásico prevaleciente en el “centro” del
orden mundial fue el patrón de referencia de las ideas económicas en la periferia.
Desde entonces y hasta el final del “periodo dorado” de la posguerra, la
ortodoxia fue sustituida por el paradigma keynesiano y el “centro” abandonó
su pretensión hegemónica sobre el pensamiento periférico.
Fue en ese escenario de “vacío teórico” y de crisis del orden mundial que
emergió en América Latina, bajo el liderazgo de Raúl Prebisch, el reclamo de
una visión original y propia del desarrollo de nuestros países y de su inserción
en el sistema internacional. La cepal difundió a escala regional y, aún más
allá, la crítica a la relación centro-periferia, la propuesta industrialista y las
nuevas responsabilidades del Estado.
Con distinta profundidad y alcances, las nuevas ideas ejercieron una
considerable influencia en las políticas de nuestros países. Pero no alcanzó
para transformar en profundidad las estructuras del subdesarrollo y resolver
la subordinación periférica ni tampoco para establecer, sobre bases sólidas, los
equilibrios macroeconómicos fundamentales. En consecuencia, subsistieron
las grandes desigualdades sociales características de América Latina.
Desde fines de la década de 1970, la financiarización y las corporaciones
trasnacionales se convirtieron en el núcleo del capitalismo de los antiguos
países centrales del Atlántico Norte. En el “centro” se instaló el paradigma
neoliberal y la subordinación al dominio de las fuerzas, supuestamente ingobernables,
del mercado global, es decir, los fundamentos del Estado neoliberal.
En mayor o menor medida, los países de América Latina sufrieron la crisis
de deuda externa de la década de los ochenta y, por sus propias debilidades
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internas, volvieron a subordinarse al pensamiento “céntrico”, en su versión del
“Consenso de Washington”, con los resultados conocidos.
Actualmente, la interminable crisis en los antiguos países centrales del
Atlántico Norte revela, como sucedió en la década de 1930 del siglo xx, la
impotencia de la ortodoxia neoclásica de entender la realidad, fundar políticas
consistentes con el desarrollo económico y el bienestar social y contribuir a
un orden mundial razonablemente estable. Vuelve ahora a surgir, en el centro
del sistema, una crisis del pensamiento hegemónico y, en América Latina,
una nueva oportunidad de construir, como proponían Prebisch, Furtado y
los otros fundadores del pensamiento crítico latinoamericano, nuestra propia
visión del desarrollo y nuestra ubicación en el mundo.
Las reflexiones siguientes se refieren a estas cuestiones. En primer lugar,
se detienen en tratar de entender por qué, a pesar de la magnitud y prolongación
de la crisis actual, a diferencia de lo ocurrido en la década de 1930, el
paradigma neoliberal y el Estado neoliberal conservan su hegemonía en las
antiguas economías industriales del Atlántico Norte, es decir, el viejo “centro”
del sistema global. Luego, intentan plantear algunas tesis originales del pensamiento
crítico latinoamericano a la luz del abordaje actual de la globalización,
el desarrollo y la relación entre la dimensión nacional y el orden global.
La sobrevivencia del neoli berali smo y
del Estado neoli beral
Los interminables problemas en que se debaten actualmente las economías
industriales del Atlántico Norte y sus repercusiones sobre el sistema global,
confirman la incapacidad del paradigma neoliberal de interpretar la realidad y
promover el crecimiento de los países y la economía mundial. Todo el cuerpo
teórico elaborado para exaltar las virtudes de la desregulación de la economía
y la subordinación del Estado a las decisiones del mercado, se ha desplomado
ante las evidencias de la realidad.
Sin embargo, el relato neoliberal y el Estado neoliberal continúan imperando
en el antiguo núcleo hegemónico de la economía mundial.
La crisis actual es reconocida como la más profunda desde la debacle de
la década de 1930. En aquel entonces se derrumbó la organización de la economía
mundial y colapsó el paradigma ortodoxo. En la actualidad no sucede
una cosa ni la otra. ¿Por qué? Por un conjunto de razones que incluyen los
diferentes alcances de la crisis en ambas épocas y la mayor gravitación de los
intereses trasnacionales dentro de la economía contemporánea. Veamos:
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La importancia de las ideas propias sobre el desarrollo y la globalización
Alcances de la crisis
En la década de 1930 los gobiernos de las mayores economías siguieron
políticas de “sálvese quien pueda”, abandonaron el patrón oro y el régimen
multilateral de comercio y pagos, cerraron sus mercados y entraron en cesación
de pagos o reestructuraron sus deudas. Simultáneamente, el paradigma
ortodoxo fue sustituido por el planteamiento de Keynes y la responsabilidad
de las políticas públicas para administrar los mercados y sostener la producción
y el empleo.
En la actualidad, el orden mundial no se ha derrumbado ni, presumiblemente,
lo hará, pese a la magnitud y prolongación de los desequilibrios
y el deterioro económico y social, por tres razones principales. La primera,
porque en las economías avanzadas del Atlántico Norte, aun bajo la hegemonía
de un régimen neoliberal, el Estado conserva una participación
elevada en la formación de la demanda agregada y está dispuesto a rescatar a
las entidades financieras “muy grandes para quebrar”. Es una paradoja en la
que el neoliberalismo sobrevive precisamente por la presencia de su enemigo
público número uno: el Estado.
La segunda razón radica en la profundidad de la interdependencia de las
mayores economías del mundo, incluyendo las grandes naciones emergentes
de Asia, inexistente en la década de 1930. Hoy son inconcebibles las políticas
de “sálvese quien pueda”. Todos los principales protagonistas del orden
mundial quieren evitar su derrumbe.
La tercera radica en la dispersión del poder. En los años treinta, las antiguas
economías industriales del Atlántico Norte representaban 2/3 de la
economía mundial y eran el centro organizador del sistema. En la actualidad,
China y otras naciones emergentes de Asia y del resto del mundo han
ganado peso relativo en el sistema global. Representan alrededor del 50%
del pbi mundial y son las economías de más rápido crecimiento y ritmo de
transformación. En consecuencia, los problemas del viejo centro no arrastran
al conjunto del sistema, y su impotencia para organizar el orden global
es reemplazada por la relativa autonomía de los Estados nacionales de las
naciones emergentes.
En resumen, en la actualidad la crisis tiene un piso determinado por la
presencia del Estado, la interdependencia y la dispersión del poder, que evita
el derrumbe y la desorganización del sistema y contribuye a la sobrevivencia
del neoliberalismo y el Estado neoliberal en el Atlántico Norte y en países
periféricos del resto del mundo.
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Intereses trasnacionales
Actualmente, la globalización es mucho más profunda que en la década de
1930. Dentro de las antiguas economías industriales, el comercio exterior,
la actividad financiera y las inversiones en el exterior de sus mayores corporaciones
tienen una importancia relativa mucho mayor que en el pasado. El
proceso de acumulación y distribución de la riqueza y el ingreso están estrechamente
asociados a las cadenas trasnacionales de valor y a la especulación
financiera. Este proceso tiene lugar en el marco de la revolución de las técnicas
de la información y la comunicación, que conforman un sistema de alcance
planetario. En este escenario, al interior de las sociedades y la política de las
antiguas economías industriales, los intereses trasnacionales han ganado una
influencia decisiva, sostienen el paradigma neoliberal y configuran el Estado
neoliberal.
En consecuencia, en el plano de las ideas prevalece la visión fundamentalista
de la globalización, según la cual lo fundamental sucede en la esfera
trasnacional y los Estados nacionales han quedado reducidos a la impotencia
para administrar los mercados. Por lo tanto, como sólo podrían ser efectivas
las medidas globales supranacionales y de hecho, como lo revela, por ejemplo,
la actuación del G-20, no existe una governanza global, hay que aceptar que
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