Historia América Latina
jmduana904 de Junio de 2014
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Planteo de la cuestión (plantear una idea a desarrollar): ¿cómo se avanza (hay una avance líneal desde los estudios “del centro a la periferia” a los “de la periferia al centro”? ¿vaívenes – ver texto de badinter-?)? ¿Avances historiografía argentina, mundial, regional, otras cs. Sociales?
Una intro (explicar el proceso, pueden ir juntas)
La política en el siglo XIX
Chiaramonte - Halperin
Del centro a la periferia (Tau – Oslak)
De la periferia al centro
Balance (cosas a profundizar, etc.)
Lynch p303 en Bethell
SAFFORD
Además de los problemas inherentes a la heterogeneidad de los países de América Latina, también resulta difícil generalizar debido a la ausencia de investigaciones sistemáticas sobre la política de los años que siguieron a la independencia. Con la excepción de algunas contribuciones notables en la historia de México y Argentina, se han hecho pocos análisis siguiendo las líneas actuales de investigación histórica. Algunos de los mejores trabajos aún se encuentran en los primeros niveles de investigación histórica, esto es: en el estudio de las ideas expresadas por las élites en documentos impresos. Se han hecho pocos análisis del funcionamiento real del proceso político o de sus conexiones sociales, y la mayoría de los trabajos existentes se ocupan de la vida política nacional a través principalmente de describir las actividades desarrolladas por los políticos en la capital de la nación. Con la excepción de algún trabajo disperso efectuado en Argentina y México, hay pocos estudios que se ocupen del proceso político a nivel local, o de los grupos e intereses en juego que había en los marcos locales, o de sus conexiones con la política nacional. Así pues, por el momento sólo se cuenta con una visión distorsionada del proceso político, ya que básicamente se le percibe a través de unos pocos miembros de la élite política que lucharon para apoderarse del estado nacional. Además, hay que recordar que en este periodo la mayoría de los estados nacionales eran extraordinariamente débiles. Disponían de ingresos muy limitados y en muchos casos los ejércitos nacionales apenas eran más poderosos que las fuerzas que se podían reunir ad hoc en las distintas provincias. En la mayor parte de los países, las provincias estaban de hecho controladas por propietarios y comerciantes locales que a menudo se hallaban al margen de la política nacional. P43 y 44
Las élites hispanoamericanas tuvieron que afrontar el problema fundamental y perenne de construir sistemas políticos que ejercieran una autoridad efectiva y duradera. P49
Los líderes militares también fueron importantes para imponer orden allí donde el Estado era tan débil que el poder político estaba fragmentado y era descentralizado. En Argentina, la destrucción del ejército nacional dejó el país en manos de caudillos locales, a quienes las élites provinciales intentaban utilizar como instrumentos de control pero que no siempre resultaban controlables. P65
Si bien en muchos sitios las élites urbanas influyeron de forma dominante en la política nacional, cabe preguntarse cuánto poder les confirió ello en realidad. Los gobiernos nacionales eran débiles y su control sobre las provincias era, en el mejor de los casos, incompleto. Por ello las élites urbanas dirigían un aparato cuyas decisiones a menudo podían frustrarse a nivel provincial por los propietarios y comerciantes locales importantes. Y, desde luego, muchas cuestiones de importancia local fueron planteadas por las élites provinciales sin que el gobierno nacional interviniera de forma significativa. En este sentido se puede decir que el poder estaba ruralizado. P 72
Oslak
Sabato:
Dos importantes antecedentes previos: exploraciones del pasado argentino realizadas en las décadas de 1970 y 1980 desde la ciencia política y en algunos trabajos de historia ya convertidos en clásicos. Se ha señalado el predominio del enfoque institucional de inspiración norteamericana, que por esos años adquirió en América Latina un perfil propio y original. Pero también desde la izquierda y de la mano de Antonio Gramsci se revalorizaba la política. El Estado se constituyó en el tema principal de las indagaciones de los cientistas políticos de distintas tradiciones y, en relación con él, se avanzó por una parte sobre la naturaleza de los regímenes políticos y por la otra, sobre los actores que protagonizaban la escena. La mirada hacia tras estaba presente en muchos de estos trabajos, que constituyen referencias importantes para la historia política. SE DESTACA EL LIBRO DE OSZLAK la formación del Estado argentino.
Buchbinder:
EL problema del origen del Estado nacional fue abordado con cierta intensidad en las décadas de 1960 y 1970. Los trabajos publicados durante estos años siguen constituyendo referencias fundamentales para quienes se interesen por el tema. Entre ellos podemos mencionar a los de a Oscar Oszlak, La formación del estado argentino (Buenos Aires 1982); Pascal Arnaud, Estado y capitalismo en América Latina (México 1986) y los textos incluidos en la compilación de José Luis Moreno y Waldo Ansaldi, Estado y sociedad en el pensamiento nacional (Buenos Aires 1989). Estos trabajos ofrecen visiones globales del proceso de construcción estatal sin prestar demasiada atención, creemos, al impacto de dicho proceso sobre las realidades provinciales.
A menudo se ha pensado en el problema del Estado nacional desde una perspectiva que, entendemos, no ha otorgado la suficiente atención al impacto de su construcción sobre las realidades locales.
Bragoni:
En la historiografía argentina la preocupación por la política no era producto de una moda sujeta a las novedades provenientes de otros centros académicos sino de climas políticos intelectuales que rigieron buena parte de la agenda de investigación de los años 70 y 80. Si otras historiografías estaban en condiciones de apelar al retorno de la político, en los ámbitos académicos argentinos lo político no había estado ausente a la hora de interpretar algunos importantes dilemas de la experiencia argentina de los siglos XIX y XX. Particularmente las formas que confluyeron en la conformación del orden político entre finales del XIX y comienzos del XX, y la formación del Estado como instancia política de articulación de las relaciones sociales y aparato institucional, dieron lugares a ensayo que aún repercuten en la historiografía.
La formación del Estado nacional también ocupó la atención de otros cientistas sociales: en 1985, Oscar Oszlak consideraba que era necesario abordar ese proceso de construcción social atendiendo a las relaciones entre economía y político, aspecto que a su juicio pocos historiadores había desarrollado. [p.161: “Dentro de este proceso de construcción social, la conformación del Estado Nacional supone a la vez la conformación de la instancia política que articula la dominación en la sociedad, y la materialización de esa instancia en un conjunto interindependiente de instituciones que permiten su ejercicio. La existencia del Estado se verificaría entonces a partir del desarrollo de un conjunto de atributos que definen la “estatidad” –la condición de “ser Estado”-, es decir, el surgimiento de una instancia de organización del poder y de ejercicio de dominación política. El Estado es, de este modo, relación social y aparato institucional.”] En un intento de “captar este simultáneo y dialéctico juego entre factores estructurales y superestructurales que dirimía la formación del Estado como proceso de construcción social definido en planos y componentes que estructuran la vida social organizada, no siendo el resultado de yuxtaposiciones que confluyen históricamente y engarzan de manera unívoca sino sujeta a fracasos, Oszlak ensayó cuatro formas de “pentración” estatal sintetizadas en modalidades represiva y cooptativas como en sus dimensiones materiales e ideológicas. La configuración del poder central entonces era entendida como proceso externo a los poderes locales obstruyendo de ese modo la posibilidad de visulizar acciones capaces de interferir tendencias centralizadoras o de modificarlas.
En suma, las visiones más difundidas en torno a la conformación de la unificación política del siglo XIX acentuaban los atributos represivos y cooptativos del Estado nacional en detrimento de las relaciones de cooperación y conflicto entre centro y periferia.
En el registro de estatidad soberana pensado por Oszlak que sellaba su hegemonía por la vía de la represión o de la cooptación, para ambos, el papel de las elites regionales o provinciales se convertía en asunto medular. A su juicio, la edificación del Estado nacional había tenido que incorporar necesariamente a los sectores dominantes del interior, no como representantes de interese regional sino como componentes de “un nuevo pacto de dominación nacional”. En sus palabras:
“En medio de gobiernos locales recelosos y a menudo alzados, por un lado, y la poderosa provincia porteña no resignada a perder sus privilegios, por otro lado, el Estado nacional jugó sus cartas a dos puntos: a veces, usando la fuerza y los recursos de Buenos Aires para someter a las provincias interiores; otras, valiéndose de pactos y coaliciones con las burguesías provinciales para contrarestar la influencia ejercida sobre el gobierno nacional por la burguesía porteña.” (p.123)
Hasta hace poco tiempo el proceso de unificación política argentino era visualizado preferentemente a partir de los instrumentos montados por una elite dirigente que fue capaz de utilizar
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