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Historia De La Inmigracion Italiana


Enviado por   •  30 de Junio de 2015  •  2.311 Palabras (10 Páginas)  •  204 Visitas

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Historia de la Inmigración Italiana en Venezuela

Los italianos en Venezuela

La presencia de los italianos en Venezuela es de muy vieja data y, de tan vieja que es y por lo bien que siempre se han asentado en nuestra tierra los hijos de esa península, que aquí se da por descontado que somos la misma gente. Veamos cómo ha llegado a sucederse, a través de los siglos, ese fenómeno de imbricación ítala en lo venezolano.

Colón y Vespucio son los representantes más conspicuos de Italia en el descubrimiento, pero no son los únicos. Sin los dineros de los banqueros italianos de la Casa Medici no pudo haber expedición; sin los bastimentos aportados por el armador Gianotto Berardi, Colón se hubiera muerto de hambre o de sed en cualquiera de los tres primeros viajes. Sin los mapas de Toscanelli, el Almirante no hubiera podido orientarse en la Mar Océano. En la primaria nos enseñaron que las tripulaciones de Colón eran galeotes aragoneses, presos castellanos y delincuentes andaluces que cambiaban su sentencia por una aventura en un mundo desconocido.

Eso fue verdad después, durante la Conquista y, más para poblar la tierra que para faenas de marinería. Pero, por lo ignoto a lo que debía enfrentarse, Colón debió escoger excelentes marineros, no carne de horca. Por eso, se hizo acompañar de algunos genoveses. En el primer viaje eran tres; en el cuarto llegaban a diecisiete, a pesar de que la corona -temerosa de perder el monopolio de las tierras descubiertas- había pasado, después del segundo viaje, un edicto, prohibiendo la venida al nuevo mundo de quienes no fueran súbditos del reino de Castilla.

Durante la Conquista, el oro, buscado desde el primer día por los descubridores, empieza a fluir hacia España. No obstante, ocurre una paradoja: España es el imperio más rico, pero a la vez era la metrópolis más pobre de Europa. La Corona estaba hipotecada; primero por la guerra contra los moros, después por los gastos de los primeros viajes y, luego, por las luchas de los emperadores de la Casa Austria por mantenerse en el poder en los Países Bajos. O sea, que los cargamentos de oro que venían de América debían ser entregados a los banqueros genoveses en pago de las deudas y, de esa forma, servían para impulsar, aún más, al renacimiento italiano. De manera que, aunque Felipe II trata de continuar la política de sus bisabuelos, los Reyes Católicos, de "...no poder estar o residir en Las Indias... a los que no fueren naturales de los reinos de Castilla, León, Aragón, Valencia, Cataluña y Navarra...", la riqueza americana llega a la península itálica desde los primeros momentos.

De los tiempos de la independencia -cuando se trata de hacer referencia a los italianos que ayudaron a ella- casi siempre se menciona a Codazzi y Castelli. Yo preferiría señalar que no sólo ellos fueron actores de nuestra epopeya. Otros, menos conocidos, son: Tomasso Molini, el fiel secretario de Miranda, quien viene con él en los intentos de invasión por La Vela y Ocumare y, que le es tan leal que comparte con él la prisión de La Carraca; es él quien reporta al gobierno inglés la muerte del Precursor. Otro, es Juan Germán Roscio, el descendiente de italianos redactor del Acta de Independencia. Documento que, por cierto, es copiado en caligrafía por otro italiano: Francisco Isnardi. Otro poco conocido italiano de esos tiempos es Bernardo Paner, un piamontés que, aprovechando el pánico colectivo que se conoce en la historia venezolana como el episodio del "Ejército de las Animas" se escapa con Páez de la mazmorra en la que los tenían los realistas de Barinas. A partir de ese momento, Paner servirá a las órdenes de Páez y llegará a obtener la jerarquía de Tambor Mayor. Con su caja de guerra, el rubio Paner caerá muerto durante la Batalla de Carabobo muy cerca de Negro Primero.

El último de los italianos poco nombrados de la independencia, al cual voy a hacer referencia es Sebastián Boguier, un marino genovés que se enroló en las fuerzas patriotas y peleó con valor en Cumaná, Margarita y el Orinoco, por lo que fue ascendido a capitán de Navío. Fue uno de los sitiadores de Puerto Cabello, a las órdenes de Páez. Pero la más honrosa misión que le tocó a este prócer, fue la de comandar la goleta "Constitución" en su viaje a Santa Marta a buscar los restos del Libertador. Por cierto, que la estatua de Bolívar que está en el Panteón Nacional fue hecha por un italiano, Tenerari; como también fue italiano quien fundió la estatua que está en la Plaza Bolívar de Caracas, Tadolini.

A partir de la separación de Venezuela de Colombia, las leyes dan prioridad a la inmigración de vascos y canarios, en razón del idioma. De hecho, de 1.100 personas que vinieron como inmigrantes en 1842, 1.027 son provenientes de España y sólo cuatro son italianos. En la segunda mitad del siglo XIX, empiezan a llegar los italianos en mayor cantidad. Los que llegan antes de 1850, son parte de una migración política; son los revolucionarios de la "Joven Italia" de Mazzinni, quienes deben huir de la península perseguidos por los gobiernos. Entre ellos, vienen mis ancestros, los primeros Pittaluga. A partir de 1870, la migración es principalmente por razones económicas; son los que, abrumados por los impuestos excesivos que debió cobrar la "Destra Storica" y por la decisión gubernamental de suprimir el subsidio a la pobreza, no les queda otro remedio que buscar nuevos horizontes en tierra extraña.

Aparte de la inmigración espontánea que se sucede casi ininterrumpidamente durante las primeras tres décadas de este siglo XX, puede decirse que durante el gobierno del general Gómez no hubo el más mínimo interés por fomentar la inmigración. César Zumeta, escritor, sociólogo y ministro de Relaciones Interiores de 1911 a 1914, explicó varias veces en gabinete que era necesario apoyar la inmigración. Todos sus argumentos fueron inútiles; el general Gómez, como buen andino, era desconfiado -por ello fue que logró permanecer en el poder hasta la muerte- y esa actitud aumentaba cuando de extranjeros se trataba. Toleraba a los canarios y españoles por tener nuestro mismo idioma y por ser, casi siempre, agricultores. Pero las diferencias de religión y de lengua despertaban sospechas en él. No veía con buenos ojos a los inmigrantes italianos, ya que desde Argentina le llegaban noticias de que muchos de éstos eran anarquistas o socialistas afiliados a la Primera Internacional; desde Brasil se le informaba que los seguidores de Giovanni Rossi habían organizado sociedades obreras de resistencia y, desde los Estados Unidos, se le hacía

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