Insurgentes Y Realistas
charlie00617 de Febrero de 2014
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La guerra de Independencia. La presencia de Calleja. Insurgentes y realistas
Las causas del movimiento que dio lugar a la Independencia de México son múltiples, pero baste con señalar algunas, como las hondas diferencias entre europeos y americanos, los conflictos por la tenencia de la tierra, las pesadas cargas tributarias, el real decreto de 1804 que ordenaba la enajenación de capitales de capellanías y obras pías, mismos que eran utilizados para préstamos a través del Juzgado de Capellanías; los préstamos forzosos, la carencia de oportunidades de educación para la población y la falta de unión entre los distintos grupos sociales. A esto se añade la circulación de una literatura revolucionaria y el intercambio de experiencias políticas entre las élites criollas americanas.
El detonante que precipita el movimiento independentista es la caída del rey Fernando VII y la ocupación del trono por José Bonaparte, hermano de Napoleón, hecho que, a pesar de la distancia, impulsó las numerosas rebeliones de los primeros años del siglo XIX.
El Ayuntamiento de la ciudad de México propuso que no se reconociera la autoridad de los franceses y pidió al virrey que se encargara del gobierno provisional del reino. Se aprecian aquí las implicaciones políticas que la ausencia del monarca provocara: la soberanía residía en el pueblo, en sus representantes.
El Ayuntamiento de la ciudad de San Luis Potosí, así como los indígenas de los pueblos de Tlaxcalilla y Santiago, cercanos a la ciudad, respondieron de inmediato declarando su apoyo al Ayuntamiento de la ciudad de México. En cambio, Puebla, Guanajuato, Guadalajara y Querétaro no enviaron representantes de sus ayuntamientos a México. El arzobispo, la Inquisición y la Audiencia reprobaron las manifestaciones de apoyo al Ayuntamiento de la capital. El virrey fue apresado. El enfrentamiento entre europeos y americanos era inevitable.
Uno de los personajes centrales en este periodo fue Félix María Calleja del Rey, quien por motivos personales estuvo estrechamente vinculado a San Luis Potosí. Llegó a México con el virrey Revillagigedo, recorrió las provincias de Nayarit, Nueva Galicia, Nuevo Santander, Nuevo Reino de León, los puertos de Pánuco y Tampico; en ellas arregló las milicias y elaboró minuciosas descripciones geográficas, históricas y políticas, acompañadas de los mapas correspondientes. Desde marzo de 1796 se había encargado de la Comandancia y Subinspección de las tropas milicianas y veteranas del Nuevo Reino de León, Colonia del Nuevo Santander, Primera División del Norte y Brigada de San Luis Potosí. Cuando se adhirió al gobierno de Garibay en 1808, le fue concedido el grado de brigadier y el mando de la Décima Brigada establecida en San Luis. Se casó hacia 1807 en San Luis Potosí con Francisca de la Gándara, hija de Manuel Jerónimo de la Gándara, alférez real y dueño de las haciendas de Bledos Altos, Canoas, Santiago y Tepetate al poniente de la provincia de San Luis Potosí.
Calleja mandaba sobre tres cuerpos: los dos regimientos provinciales de dragones, de San Luis y San Carlos que desde 1795 estaban de guarnición en San Luis, Charcas y Matehuala y el cuerpo de caballería del Nuevo Santander, acantonado en Rioverde. La caballería de los dos primeros cuerpos fue donada hacia 1796 por los principales hacendados de San Luis Potosí, entre ellos, Ana María de la Campa Cos, condesa de San Mateo de Valparaíso y marquesa de Jaral de Berrio, propietaria de las haciendas de Jaral, Cerro Prieto, Ordeña de Matapulgas y Trasquila de Gallinas; Manuel Rincón Gallardo, del mayorazgo de Ciénega de Mata, quien en 1807 recibió el título de marqués de Guadalupe Gallardo, propietario de la hacienda de Ojuelos; Juan de Mora y Luna, conde de Nuestra Señora de Guadalupe del Peñasco, propietario de las haciendas de Peñasco, Laguna Seca, El Puerto y La Tinaja; Juan María de Medina y Torres, conde de Medina, propietario de las haciendas de Lobo, El Agostadero, El Pedregoso, La Pendencia y San Marcos; Manuel de la Gándara, propietario de las haciendas de Bledos Altos, Canoas, Santiago y Tepetate; Antonia Arduengo, propietaria de las haciendas de La Pila y Estancia de Herrera; Ignacio Orrochúa, propietario de la hacienda de Espíritu Santo; Ángel Prieto de la Maza, propietario de la hacienda de La Parada; Juan Antonio Jáuregui, propietario de las haciendas de Gogorrón y Zavala. Esta lista de contribuyentes del ejército realista muestra con toda claridad las redes de intereses en la región así como la presencia de algunos de los personajes más relevantes en las estructuras del poder región durante el periodo.
La ciudad de San Luis Potosí era un punto estratégico de distribución en el comercio virreinal y un sitio de confluencia e intensos intercambios; por ello, no es de extrañar que la noticia de la insurrección de Dolores llegara antes de su estallido, en septiembre de 1810, a través de una red de conspiradores vinculada a Hidalgo y que tenía un origen regional: Guanajuato y San Luis Potosí. Se proponía que el movimiento de insurgencia estallara simultáneamente en Guanajuato, San Miguel y Querétaro. Anacleto Moreno, vecino de Tierranueva, José de la Luz Gutiérrez, vecino de la hacienda del Peñasco, y el alférez Nicolás Zapata, vecino de San Luis Potosí y pariente cercano de José Mariano Jiménez, estuvieron entre los primeros portadores y activistas del movimiento de Independencia.
El servicio de espionaje de Calleja y el férreo control que ejercía en San Luis Potosí le permitió encarcelar a los simpatizantes de Hidalgo y Allende y los mantuvo encerrados en los conventos del Carmen y San Francisco; pero fue en esas celdas religiosas donde la conspiración prosperó y ahí los ojos y oídos de Calleja no tuvieron la misma suerte. En muchas localidades las noticias del levantamiento se propagaron y brindaron así la oportunidad para que parte de la población expresara su repudio a las autoridades y, particularmente, a las familias españolas que en las localidades ejercían muchas veces el dominio económico. Así, mientras en el convento del Carmen los rebeldes presos eran atendidos por fray Gregorio de la Concepción, un religioso que simpatizaba con la insurrección, el poblado de Rioverde era atacado por un grupo de indios y trabajadores de la hacienda de Albercas (hoy San Ciro), situada en las estribaciones de la Sierra Gorda.
Calleja ordenó la reunión de las tropas de su mando a quienes se unieron seis escuadrones de indios flecheros procedentes de la Huasteca. El contingente que logró reunir Calleja tenía un alto porcentaje de castas. Los pasquines sediciosos se multiplicaban. Calleja insistía que detrás de ellos y del movimiento insurgente estaba la participación de los enviados de Napoleón, y por ello pidió a la población que denunciara a todo sospechoso.
Si bien es cierto que los criollos de San Luis Potosí conocían el proyecto de antemano, no apoyaron la causa insurgente en el momento de la rebelión; no obstante, Hidalgo hizo correr entre su gente, en Guanajuato, el rumor de que recibirían apoyo de una mujer de la familia Barragán, propietaria de haciendas en Rioverde quien había reunido un gran número de indios flecheros. Aunque no consiguieron tal respaldo, resulta significativo porque expresa otra vertiente de las relaciones sociales: aquellas que se habían entablado entre los diversos sectores criollos regionales.
La estrecha relación establecida desde hacía años con Calleja y su propio punto de vista de la rebelión unieron a los criollos potosinos en torno a él. Entre ellos estaba Juan Moncada, conde de San Mateo de Valparaíso y marqués del Jaral, quien puso a las órdenes de Calleja criados armados y se encargó de su mando, con el título de coronel. Los hombres de la hacienda de Bocas y del pueblo del Venado formaron el batallón de infantería llamado Los Tamarindos por el color de la gamuza de su uniforme, al mando de Juan Nepomuceno Oviedo, administrador de la hacienda de Bocas. Todo hacía ver que Calleja representaba para los criollos potosinos y para los peninsulares radicados la única posibilidad, la única garantía de proteger la paz y el orden que las huestes provenientes del vecino bajío habían fracturado.
Calleja escogió como oficiales a los dependientes de haciendas y minas a varios de los europeos que salieron huyendo de Guanajuato, rumbo a la costa, así como a algunos criollos potosinos que más tarde, en el México independiente, ocuparían prominentes cargos de gobierno. Formó escuadrones de caballería armados de lanzas que conformaron poco después el regimiento de Fieles del Potosí. En esta fuerza se distinguieron algunos de esos criollos que combatieron primero a Hidalgo, Allende, Aldama, al potosino Jiménez y luego, en el sur, a las fuerzas de Morelos y en Zacatecas y San Luis al relámpago de Mina. En el regimiento estuvieron José Esteban Moctezuma, originario de Alaquines, a quien años después seguiría el liberal Ponciano Arriaga; Miguel Barragán, originario del Valle del Maíz, quien llegó a ser presidente del México independiente; Manuel Gómez Pedraza, vecino de Rioverde que también alcanzó la presidencia del país; Matías Martín y Aguirre, vecino de Real de Catorce, español, administrador de minas quien se enfrentó a los insurgentes en el sur acompañando a Iturbide y que posteriormente luchó contra Francisco Javier Mina. En el cuerpo de dragones de San Luis se distinguieron José Gabriel de Armijo, originario de Tierranueva, que combatió a las fuerzas de Morelos en Cuautla y Cuernavaca venció a los insurgentes en Acapulco e hizo prisionero a Nicolás Bravo, a quien le perdonó la vida;
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