LA OBSERVACION HISTORICA
Deniss7 de Abril de 2015
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II. LA OBSERVACIÓN HISTÓRICA
1. [RASGOS GENERALES DE LA OBSERVACIÓN HISTÓRICA]
[Para empezar, coloquémonos decididamente en el estudio del
pasado.]
Los rasgos más aparentes de la información histórica [, entendida
en el sentido restringido y usual del término,] han sido descritos
muchas veces. Se nos dice que, por definición, el historiador
se halla en la absoluta imposibilidad de constatar por sí mismo
los hechos que estudia. Ñingún egiptólogo ha visto a Ramsés;
ningún especialista de las guerras napoleónicas ha oído el cañón
de Austerlitz. Por lo tanto no podemos hablar de las edades que
nos precedieron sino a partir de los testigos. Respecto de ellas,
estamos en la misma situación que el juez que intenta reconstituir
el crimen al que no asistió, o el físico, que obligado a quedarse en
cama por la gripa, no se entera de los resultados de sus experimentos
sino por los informes del asistente de laboratorio. En
breve, en contraste con el conocimiento del presente, el conocimiento
del pasado es forzosamente "indirecto".
Que haya en todas estas observaciones una1
parte de verdad,
nadie pensará en negarlo. Sin embargo, exigen que las maticemos
sensiblemente.
Supongamos que un jefe militar acaba de obtener una victoria.
Inmediatamente se pone a escribir el relato de ella. Ha concebido el
plan de la batalla. La ha dirigido. Gracias a la pequeña extensión
del terreno [porque decididos a poner todos los triunfos en
nuestro juego, imaginamos un encuentro de otros tiempos, concentrado
en poco espacio], pudo presenciar la casi totalidad de la
pelea. No dudemos sin embargo de que para más de un episodio
esencial haya tenido que remitirse a los informes de sus tenientes.2
[En su narración, adoptará la misma conducta que la que había
1 ]gran[
2 ]que a su vez fueron establecidos en gran medida gracias a los informes que
redactaban los subalternos[
76 Apología para la historia o el oficio de historiador
tenido algunas horas antes, cuando estaba en la acción. Para adaptar
entonces, en cada momento, los movimientos de sus tropas a las
vicisitudes del combate, ¿qué informaciones le habrán sido más
útiles: las imágenes confusas, más o menos entrevistas a través
de sus binoculares o los informes que le traían al galope sus correos
o sus ayudantes de campo? Rara vez el conductor de hombres
se conforma con su propio testimonio. Aun cuando se haga
tan favorable hipótesis, ¿qué nos queda de la famosa observación
directa, pretendido privilegio del estudio del presente?
En verdad, casi siempre ésta no es más que un señuelo, al menos
tan pronto como el horizonte del observador se amplía un poco.]
Toda recolección de cosas vistas se compone en gran medida de
cosas vistas por otros. Como economista, estudio el movimiento
de las transacciones que se hicieron este mes, esta semana. No tengo
otro recurso para hacerlo que las estadísticas elaboradas por
otros. Como explorador del punto extremo de lo actual, me dedico a
sondear la opinión pública sobre los grandes problemas del momento.
Hago preguntas, apunto, comparo,3
cuento las respuestas.
¿Qué me dan éstas sino la imagen, más o menos torpe, de lo que
mis interlocutores creen pensar o la que quieren presentarme como
su pensamiento? Ellos son los sujetos de mi experimento. Pero
mientras que un fisiólogo que diseca un conejillo de Indias percibe
con sus propios ojos la lesión o la anomalía que busca, sólo
conozco4
el estado de ánimo de mis "hombres de la calle" a través
del cuadro que ellos mismos aceptan proporcionarme. Porque en
el inmenso tejido de acontecimientos, de gestos y palabras que
componen el destino de un grupo humano, el individuo no percibe
sino un rinconcito, estrechamente limitado por sus sentidos y
su facultad de atención. Porque [además] nunca posee5
la conciencia
inmediata de sus propios estados mentales: todo conocimiento
de la humanidad en el tiempo, independientemente de su
punto de aplicación, sacará siempre de los testimonios de otros gran
parte de su sustancia. [A este respecto, el investigador del presente
no está mucho más favorecido que el historiador del pasado].
[Pero hay más.] ¿Será cierto que la observación del pasado, aun
de un pasado muy remoto, sea tan "indirecta"?
3 ]y[ 4
]yo mismo[
5
]gracias a una introspección sumamente frágil[
Marc Bloch II. La observación histórica 77
Son muy claras las razones por las cuales la impresión de este
alejamiento entre objeto de conocimiento e investigador se impuso
con tanta fuerza a muchos teóricos de la historia. Y es que pensaban
ante todo en una6
historia de acontecimientos, incluso de episodios;
quiero decir en una historia, que con razón o sin ella —no
es el momento aún de discutirlo— se preocupa extremadamente
por registrar con exactitud los actos, palabras o actitudes de algunos
personajes, reunidos en una escena relativamente corta donde
se juntan, como en la tragedia clásica, todas las fuerzas de crisis
del momento: jornada revolucionaria, combate, entrevista diplomática.
Se ha narrado que el 2 de septiembre de 1772, se paseó la
cabeza de la princesa de Lamballe clavada en la punta de un pico
bajo las ventanas de la familia real. ¿Será cierto? ¿Será falso? Pierre
Carón, quien escribió un libro de admirable probidad sobre
las Masacres no se atrevió a pronunciarse sobre este punto. Si él
hubiera podido contemplar el horrible cortejo desde una de las
torres del templo, sabría seguramente a qué atenerse. Supongamos
que al menos hubiera conservado debidamente en estas
circunstancias la sangre fría de un estudioso y anotado inmediatamente
sus observaciones, desconfiando no sin razón de su memoria.
En semejante caso, no hay duda de que el historiador se
siente en una posición un poco humillante respecto del verdadero
testigo del hecho presente. Es como si estuviera en la cola de una
columna donde las opiniones se transmiten desde la cabeza, de
fila en fila. No es un muy buen lugar para estar bien informado.
Hace tiempo, durante un relevo nocturno, vi cómo se7 transmitía
a lo largo de la fila el grito: "¡Cuidado! ¡Hoyos de obuses a la
izquierda!" El último hombre recibió el grito bajo la forma:
"Háganse a la izquierda", dio un paso hacia ese lado y se
desplomó.
Sin embargo, existen otras eventualidades. En las paredes de
ciertas ciudadelas sirias construidas algunos milenios antes de Cristo,
los arqueólogos han encontrado en nuestros días [vasijas llenas de]
esqueletos de niños, embutidas entre las piedras. Como no podemos
razonablemente suponer que esos huesos hayan llegado ahí por
casualidad, deducimos que nos encontramos frente a restos de
6
]otra[
7
]intentaba transmitir[
78 Apología para la historia o el oficio de historiador
sacrificios humanos, realizados en el momento mismo de la
construcción y vinculados con ella. Acerca de las creencias que
expresan esos ritos, probablemente tendremos que remitirnos a
testimonios de la época, si es que existen, o proceder por analogía
mediante otros testimonios. ¿Cómo podríamos conocer8
una fe que
no compartimos sino a través de los decires de otros? Tal es el
caso[, cabe repetirlo,] de todos los fenómenos de conciencia tan
pronto como nos son ajenos. En cambio, en cuanto al hecho mismo
del sacrificio, tenemos una posición muy distinta. Es cierto que no
lo captamos de manera inmediata, así como el geólogo no percibe la
amonita en el fósil que descubre, o el físico el movimiento molecular
cuyos efectos descubre en el movimiento browniano. Pero el
simple razonamiento que al excluir cualquier otra posibilidad de
explicación nos permite pasar del objeto verdaderamente constatado
al hecho del que este objeto es la prueba —trabajo de interpretación
rudimentario muy cercano, finalmente, [a las operaciones
mentales instintivas] sin las cuales ninguna sensación se volvería
percepción— no ha exigido en absoluto la interposición de otro
observador entre la cosa y nosotros. Los especialistas del método9
generalmente han entendido por conocimiento indirecto aquel
que no llega a la mente del historiador sino por el canal de diferentes
mentes humanas.10 [La palabra, quizá, no ha sido muy bien
escogida; se limita a indicar la presencia de un intermediario; no
se ve porque esa cadena tendría que ser forzosamente de naturaleza
humana. Sin discutir la palabras, aceptemos, sin embargo, el
uso común. En ese sentido nuestro conocimiento de las inmolaciones
murales en la antigua Siria seguramente no tiene nada de
indirecto.
Ahora bien, muchos otros vestigios del pasado nos
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