La Esclavitud En Africa
shaneyra22 de Mayo de 2014
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A partir de la colonización portuguesa de las costas africanas en el siglo XVI, se desarrolló un sistema mercantil en el que se compraban y vendían bienes como el oro, el marfil, las armas, la pólvora y, sobre todo, los esclavos. Este tipo de comercio se concentraba en la región africana comprendida entre el río Senegal, al nordeste, y el sur del río Congo, en el territorio de Angola. En esta región se encontraban los territorios de Sudán, Guinea y el Congo, donde habitaban pueblos como los mandingos, los susu, los ashantis y los yorubas, entre otros.
Los esclavos que fueron introducidos a España, llegaron por primera vez durante el dominio árabe en la península Ibérica. Éstos fueron traídos por comerciantes del norte africano, que mercadeaban esclavos con los pueblos al sur del Sahara. Luego, en 1442, los portugueses se involucraron en este tráfico humano que le dio origen a una numerosa población negra en España.
Después de los viajes del Descubrimiento, los esclavos negros fueron traídos por primera vez a América por Nicolás de Ovando, en 1502. Ovando era el gobernador general de Indias y estableció su centro de mando en la isla de La Española. Según Ricardo Alegría, los esclavos negros que llegaron posteriormente a La Española se rebelaron junto a la población taína en contra de los españoles.
Estos sucesos causaron que se detuviera temporalmente la introducción de negros a América, hasta que la escasez de mano de obra indígena propició que las autoridades españolas reanudaran la introducción de africanos al Caribe.
Los primeros esclavos africanos en llegar a Puerto Rico fueron introducidos por un fundidor flamenco de nombre Jerónimo de Bruselas, que trajo dos sirvientes negros procedentes de España. Por otra parte, según el historiador Adolfo de Hostos, los padres jerónimos obtuvieron una licencia para introducir negros a las Indias, en 1517. Así, llegaron a la Isla 1,050 esclavos negros entre 1521 y 1551.
Luego del traslado de la ciudad de Caparra a la isleta de San Juan, los esclavos se emplearon en la construcción de las estructuras principales de la ciudad, como la Catedral y las fortificaciones. Sin embargo, las poblaciones africanas pronto comenzaron a rebelarse contra los españoles, documentándose el primer levantamiento tan temprano como 1527.
La vida del esclavo estaba reglamentada tanto por el Gobierno, como por los dueños y la propia Iglesia. Incluso, su supervivencia dependía, casi exclusivamente, de éstos. Por una parte, los africanos debían abandonar sus creencias religiosas según llegaran al puerto antillano. Un sacerdote subía al barco negrero, preparándolos para recibir el sacramento del bautismo. De hecho, si los negros no habían recibido el bautismo, la venta de los recién llegados no podía realizarse.
Una vez se integraran a las haciendas, los dueños los obligaban a trabajar de inmediato. Trabajaban a lo largo de la semana, excepto los domingos y otros días de obligación religiosa, cuando éstos debían escuchar la misa. A pesar de que tanto el Estado como la Iglesia favorecían el matrimonio entre los esclavos, sus vidas estuvieron muy lejos de ser como las del resto de las familias de Puerto Rico.
Su alimentación
La dieta de los esclavos se basaba en el plátano, un fruto que fue introducido a la Isla como parte de los mismos intercambios comerciales que trajeron a los africanos a América. Su ración diaria, según el historiador Luis M. Díaz Soler, era de siete u ocho plátanos, que podían ser sustituidos por un equivalente en ñames, batatas u otros tubérculos.
Además, ingerían unas seis onzas de pescado salado o carne, y cuatro onzas de arroz o frijoles. En ocasiones, los esclavos también comían tortas de casabe, preparadas principalmente para el consumo de sus dueños. Al comenzar el día, bebían tazas de guarapo caliente con jengibre.
La vivienda
Los esclavos vivían en casas construidas para ellos por sus dueños. Eran muy similares a los bohíos indígenas, construidos con las resistentes tablas de la palma. Sus techos eran a "dos aguas", lo que significa que formaban dos vertientes por donde bajaba el agua de lluvia. Se elaboraban con yaguas o yerba seca, para evitar que se colara el agua en el interior de la vivienda.
Los esclavos casados podían vivir en bohíos de una sola habitación. Sin embargo, la gran mayoría de ellos vivía en barracones o cuarteles, en donde se albergaban grupos grandes de esclavos, separados según sus sexos. Para evitar los riesgos a la salud de todos los miembros de la hacienda, las viviendas de los esclavos debían ser construidas en lugares secos y bien ventilados. Además, se construían elevadas sobre postes, para evitar el contacto con la insalubridad del suelo.
Al anochecer, el mayordomo pasaba lista para cerciorarse de que estaban todos presentes. Luego, los esclavos eran encerrados en sus barracones con cadenas y cerrojos. Además, una fuerte luz se mantenía encendida sobre las viviendas, mientras uno o dos vigilantes hacían la guardia.
Su vestimenta
Díaz Soler relata que los dueños estaban obligados a suministrarles a sus esclavos al menos tres vestidos al año. Esto se hacía para todos los esclavos por igual, sin importar la edad. Las tres mudas de ropa consistían en un par de pantalones de lienzo, una camisa y un sombrero. También incluían un pañuelo y un camisón de lana para el frío. Las primeras dos mudas de ropa les eran entregadas al comenzar el año y ocho meses después, se les entregaba la tercera.
Los momentos de esparcimiento
En algunas ocasiones, los esclavos podían disfrutar de diversiones sencillas, siempre y cuando hubieran cumplido con sus deberes laborales y religiosos. Estos momentos de esparcimiento se llevaban a cabo en días festivos, entre las tres de la tarde y la puesta del sol. Así, los esclavos de una misma hacienda celebraban fiestas, bailes y juegos bajo la supervisión de los mayordomos de la estancia.
En estos momentos, los esclavos entonaban canciones y bailaban al ritmo de instrumentos de percusión, como el tam-tam africano o el tamboril desarrollado por los esclavos en la Isla. Díaz Soler menciona, además, un "guitarrillo" de cuatro cuerdas, creado por los esclavos a partir de la guitarra española.
La dura realidad
La vida de los esclavos, sin embargo, estuvo marcada por el duro trabajo que realizaban y por los terribles abusos a los que fueron sometidos. Los latigazos, los maderos del cepo, los grilletes y las argollas constituyeron los principales instrumentos de castigo para este desafortunado sector de nuestra población.
En Puerto Rico, las poblaciones esclavas se concentraron en las zonas costaneras, en donde se encontraban los cultivos de caña de azúcar y los ingenios en donde ésta se procesaba. En las plantaciones, los esclavos desarrollaron lazos con sus amos, quienes les garantizaban algunos derechos para evitar las rebeliones.
El esclavo, aunque no recibía salario por su trabajo, tenía satisfechas muchas de sus necesidades básicas. Por ejemplo, los dueños de los esclavos les suplían su vivienda, alimento, vestimenta y atención médica. Esto, sin embargo, no era producto de la generosidad del amo, sino de la necesidad de proteger una costosa inversión. Por esta razón, no era buena práctica abusar del esclavo, porque cuando éste moría, el amo perdía su valioso "instrumento" de producción.
En la Isla, los esclavos se clasificaban según las tareas que realizaban. Así, se identifican tres tipos de esclavos: los domésticos, los de tala y los jornaleros. Los esclavos domésticos eran los más privilegiados ya que, bajo el amparo de los amos, se desempeñaban en las tareas de la casa del hacendado, como cocinar, limpiar y criar a los hijos de éste. Por otra parte, los esclavos domésticos podían recibir donaciones de sus amos, en particular, el otorgamiento de su libertad.
Los esclavos de tala estaban encargados de las tareas propias de la agricultura. Éstos trabajaban en exceso de diez horas al día en el campo, realizando el más duro de los trabajos. En las haciendas azucareras, los esclavos de tala se dedicaban a cuidar a los animales de trabajo, así como cultivar y cortar la caña. Además, operaban los trapiches de caña, las pailas y los hornos. En estas tareas se desempeñaron, junto a los hombres, las mujeres y también los niños.
A diferencia de los demás esclavos, los esclavos jornaleros eran utilizados por sus dueños para realizar trabajos a cambio de un salario o jornal, que se repartía de forma desigual entre éstos y sus esclavos. Los esclavos jornaleros laboraban lejos de sus haciendas, en las obras de construcción de edificios, iglesias y caminos. Las esclavas jornaleras se desempeñaban vendiendo dulces y otros productos en las plazas y las calles del pueblo.
El camino hacia la libertad
Aun cuando el sistema esclavista regía la vida de los negros con las más estrictas normas, el codiciado premio de la libertad podía ser alcanzado, individualmente, de varias formas. Por ejemplo, si un esclavo viajaba con su amo a un territorio español en donde no existiera la esclavitud, éste podía ser liberado simplemente por "pisar tierra libre de España".
Por otra parte, existía un proceso conocido como la coartación, mediante el cual los esclavos podían pagar a su dueño la suma de dinero que éste había pagado al comprarlos, logrando así su libertad. Otra forma de burlar la esclavitud requería que el dueño muriera, siempre y cuando éste le hubiera otorgado la libertad a su
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