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La Historia Del Los 80


Enviado por   •  22 de Octubre de 2014  •  926 Palabras (4 Páginas)  •  155 Visitas

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Mi nombre es Jonathan Hamilton, soy vástago de una familia noble venida a menos, el mayor de siete hermanos. Cuando Padre comenzó a enfermar yo contaba con 18 años. Era invierno de 1859, el más crudo en décadas. Londres se hallaba bajo un manto blanco de nieve y hielo, y mis delgadas piernas apenas podían caminar a causa del frío, cuando marchaba calle abajo a por medicinas. Nuestro boticario, el señor James, no nos cobraba por los medicamentos, pues conocía la situación familiar y se lamentaba mucho por el estado de mi padre. Siempre me recibía cortésmente y mandaba caramelos para mis hermanos menores. Menos agradable era cruzarse por la ventana de la señora Hakewill. Cuando pasaba al lado podía sentirla clavando sus diminutos ojos en mi espalda. Sostenía en su diestra un crucifijo y murmurada maldiciones las cuales ahora mismo me resisto a recordar. Sólo me viene a la memoria una palabra que aún resuena en mi cabeza: “Nosferatu”. Posteriormente concluí que la vieja arpía pensaba que mi padre estaba siendo hostigado por alguna clase de demonio o cosa similar. Pero este hecho no guarda la menor importancia. A continuación pasaré a describir los síntomas de mi padre y el estado de horror que reinaba en mi casa.

Todo comenzó a finales del verano, cuando mi padre, Odgred Hamilton, comenzó a padecer graves cefaleas de forma reiterada durante el día. Tanto fue así que se pasaba las veinticuatro horas postrado en la cama, gimiendo de dolor. Cabe decir que mi padre siempre había sido un hombre dicharachero y activo, feliz pese al estado paupérrimo de la familia. Los dolores se tradujeron pronto en fiebres altas. Con la llegada del otoño la enfermedad pareció haberse tomado una tregua con él, pero no fue más que un espejismo. Con la llegada de los terribles fríos volvieron los dolores y las fiebres. Padre comenzó a perder peso de forma alarmante, y a adolecer terribles sudoraciones por las noches. Madre, Mina Hamilton, sufría en silencio cierta repulsión hacia el aspecto de su marido, cuyo rostro se tornaba cada vez más pálido. Inmediatamente comenzaron las toses y la disnea. Padre sufría espantosas expectoraciones, expulsando esputos, saliva y mucosidades. El Doctor Bronte prohibió la entrada a la habitación del paciente a todos mis hermanos pequeños. Sólo teníamos acceso a Padre mi madre y yo, siempre bajo la condición de tener la nariz y la boca precavidamente cubiertas. En pocos días mi padre comenzó a dar síntomas de una aterradora hemoptisis, sangrando continuamente del árbol respiratorio. Ya no cabía la menor duda, Odgred Hamilton estaba siendo azotado por la más severa tuberculosis.

Dada la condición de mi padre, Madre asumió el timón de la familia, tratando de dar la mayor imagen de normalidad posible. Aún sin tener nada que llevarse a la boca Mina hacía alarde de sus hermosos vestidos por las calles, y esbozaba una sonrisa fingida ante las miradas curiosas de nuestros

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