ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

La Literatura En La Etapa Inpendentista En El Peru Hispanoamericano

1415199512 de Octubre de 2014

8.204 Palabras (33 Páginas)266 Visitas

Página 1 de 33

Orígenes[editar]

La imagen de América se va develando en su literatura. América, como dijo Alfonso Reyes, siempre fue tierra de asombro y se forjó a partir del enfrentamiento de dos culturas: la aborigen y la europea.

Sin embargo, la primera, por el sentido que tiene la palabra conquista, quedó truncada. Recién en el siglo XX la cultura americana, descuajada de su raíz primitiva, de la cultura precolombina, se reencuentra con ella debido al interés de arqueólogos y etnólogos que sacan a la luz esta extraordinaria cultura. Descubrir y asumir esa raíz que había quedado sepultada, determinó que desde el siglo XX se tendiera una alianza entre la cultura precolombina y la nueva cultura que se impuso durante la conquista y la colonización. La literatura precolombina, que había quedado oculta, fue entonces valorizada. Con la llegada de los conquistadores, la literatura hispanoamericana fue creándose en un proceso de hibridación entre lo ajeno y lo propio. Desde el siglo XVI, con las Crónicas, expresión de la literatura del descubrimiento y la conquista, pasando por la literatura de la colonia, hasta llegar a la época de la independencia, se incorporan temas como la naturaleza, el hombre, las luchas por la independencia, pero sigue sujeta a los cánones estéticos heredados de Europa.

Pero la dinámica de los conflictos propiamente americanos y su desenvolvimiento histórico fue generando en los escritores una preocupación cada vez mayor por lograr una literatura original. Casi a finales del siglo XIX, la búsqueda de los escritores para encontrar "un lenguaje propio" comienza a tomar forma. La originalidad de la literatura hispanoamericana no estalla súbitamente sino que se va dando en un proceso en el que sufre fenómenos comunes: caudillismos, mezcla de razas, influencia del paisaje, injusticias sociales, dictaduras, etc.Se puede afirmar que actualmente existe una literatura hispanoamericana que expresa la problemática del hombre frente a una realidad telúrica e histórica propia con sus variantes regionales. En el siglo XX el escritor contemporáneo recupera los mitos y experimenta con el lenguaje logrando originalidad y ubicando a la literatura hispanoamericana en el mismo nivel de la literatura europea.

Hispanoamérica soportó la enajenación de sus riquezas, su libertad y su destino político por mercaderes que veían sólo un medio de enriquecimiento en este continente. Les corresponde a los pueblos de América superar la alienación y des-cubrir su identidad. La literatura es un camino posible porque a través de ella el lector asume su tierra y sus conflictos y se siente comprometido con el devenir histórico.

Los estudios literarios coloniales[editar]

En la búsqueda de nuevas formas de afrontar el referente literario, se plantearon nuevas formas de abordaje a través de estudios de varias disciplinas afines. Un caso que ilustra este problema son los estudios literarios coloniales. Walter Mignolo plantea esa problemática en su artículo «La lengua, la letra, el territorio (o la crisis de los estudios literarios coloniales)». Parte de la problemática de configurar un corpus de obras de estudio y de definir los parámetros que se usarían para hacer la selección. Tal problema se inicia con la perspectiva de críticos anteriores, como Enrique Anderson Imbert, que afirma que la literatura en América sólo la conforman aquellos textos que hacen "uso expresivo de la lengua española en América". Descarta las producciones en lenguas indígenas, los escritores hispanoamericanos que escribieron en latín como Rafael Landívar, en francés como Jules Supervielle o César Moro, o en inglés como Guillermo Enrique Hudson.

Por el contrario, la complejidad idiomática de las colonias y las confrontaciones de culturas basadas en la oralidad y en la escritura hacen del período colonial un contexto ideal para estudiar tanto las culturas y variables idiomáticas como el espectro de interacciones discursivas. La crisis aludida en el título se entiende como el reconocimiento, por parte de los investigadores, "de que la relevancia de la circulación de discursos en el Nuevo Mundo y entre el Nuevo Mundo y Europa para la comprensión del periodo va más allá de lo escrito (puesto que importan las tradiciones orales y las escrituras no alfabéticas) y de lo escrito en castellano por hispanos" (Mignolo, 4). En esta revisión de los estudios coloniales se ven cuatro proyecciones que contribuyen a examinar la imagen heredada de la literatura colonial. La primera comienza antes de 1980. Se refiere a los estudios de neolatín y los estudios de la literatura náhuatl, en la época del México colonial. La segunda proyección es un esfuerzo por justificar la atribución de propiedades estéticas o culturales a un conjunto de textos, que nos resulta hoy obvia, aunque no sus rasgos literarios. A la vez es un esfuerzo por ahondar en el origen de la literatura latinoamericana en el siglo XVI, con estudios como el de Enrique Pupo-Walker, que se esfuerza por encontrar las propiedades literarias en los escritos del Inca Garcilaso de la Vega y conjugar lo imaginario y lo retórico con lo literario en el pensamiento histórico, estudiando el uso de técnicas narrativas en discursos historiográficos. También hay que mencionar los trabajos de Noé Jitrik sobre Colón y de Beatriz Pastor en sus estudios del discurso narrativo. Estas investigaciones tienen dos elementos en común, que son el crear un espacio crítico sobre la naturaleza de lo literario y lo hispanoamericano, y proyectar las técnicas del análisis literario hacia el análisis de discursos no-literarios.

La tercera proyección u orientación a que se refiere Mignolo(6)es el interés en buscar las constantes más que la especificidad de un discurso, y por otro lado las normas retóricas que regían la producción literaria y la lectura de discursos entre los siglos XVI y XVII. Finalmente, la cuarta orientación se centra en la interacción entre las fronteras idiomáticas y el discurso hegemónico. Tanto la descripción como la puesta en escena del discurso requieren un “contexto de descripción” cuya configuración no la elabora la Historia, sino que la postula el investigador.

Estos ejemplos nos muestran el desplazamiento del área de estudios de la literatura hispanoamericana hacia el discurso de la colonia. También nos invitan a examinar los límites de la noción de literatura hispanoamericana, y nos exigen una revisión de la noción de “literatura” y de lo “hispanoamericano”.

Literatura argentina[editar]

Artículo principal: Literatura de Argentina

La literatura argentina desde el período de entre guerras[editar]

Jorge Luis Borges (1899), que alcanzó la fama internacional con el “boom” de los años sesenta, es un escritor que estuvo ligado, ya en los años 20, a los movimientos vanguardistas del momento. Su reconocido magisterio entre tantos escritores latinoamericanos contemporáneos no debe hacer olvidar su obra anterior a la Segunda Guerra Mundial, aunque en parte se haya revalorizado tras el “boom” , ni el medio literario del que surge. Borges se inicia como poeta con Fervor de Buenos Aires (1923), Luna de enfrente (1925) y Cuaderno San Martín (1929) y se revela al mismo tiempo como extraordinario ensayista en Inquisiciones (1925) y Evaristo Carriego (1930). Posteriormente se convierte en uno de los grandes escritores latinoamericanos con Historia universal de la infamia (1935), El jardín de senderos que se bifurcan (1941), Ficciones (1944), El Aleph (1952), El hacedor (1960) y El informe de Brodie (1970), a los que hay que sumar los volúmenes de ensayos Historia de la eternidad (1936) y Otras inquisiciones (1952).

Con respecto al medio en que aparece Borges es importante consignar los nombres de Macedonio Fernández (1874-1952), Museo de la novela de la Eterna (1967), Leopoldo Marechal (1900-1970), de la misma generación que Borges, Adán Buenosayres (1948), novela y Oliverio Girondo (1891-1967), Veinte poemas para ser leídos en el tranvía (1922). Junto a otros escritores agrupados en la revista Martín Fierro y que integraron el Grupo Florida, hay que mencionar a Leónidas Barletta como uno de los principales exponentes del Grupo Boedo, con una estética menos vanguardista y más ligada a las cuestiones sociales. Un caso aparte es Ricardo Güiraldes (1886-1927), que con Don Segundo Sombra (1926) corona la novela de la tierra en Argentina.

Un escritor de importancia en el periodo de entreguerras, y que recoge con fidelidad el ambiente crítico y desesperado de la época, es Roberto Arlt (1900-1942), autor de novelas como El juguete rabioso (1927), Los siete locos (1929) y Los lanzallamas (1931), en las que el habla porteña adquiere una categoría expresiva novedosa y literariamente original. Enrique Amorim (1900-1960), uruguayo integrado en la literatura argentina, se caracteriza por sus obras de tema rural, El paisano Aguilar (1934), El caballo y su sombra (1941). Nicolás Olivari (1900-1966), poeta tremendista y atormentado, aporta en este período los volúmenes de poesía La musa de la mala pata (1936), Diez poemas sin poesía (1938), Poemas rezagados (1946) y los libros de relatos La mosca verde (1933) y El hombre de la navaja y de la puñalada (1933). Mientras que Raúl González Tuñón (1905-1974), que combina tanto la estética de Boedo como la de Florida, se destaca como poeta en El violín del diablo (1926), La calle del agujero en la media (1930), La rosa blindada (1936) y La muerte en Madrid (1939). El poeta Fernando Guibert (1912-1983), llamado "acosador del lenguaje", logra romper con las fórmulas de la lengua abriendo nuevos niveles de percepción poética con Poeta al pie de Buenos Aires (1953) y su poema cosmogónico «Ahora

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (53 Kb)
Leer 32 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com