La Lucha Por El Derecho
MarianaAlvarez23 de Febrero de 2015
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“La idea del derecho: la lucha y la paz; la paz es el término del derecho, la lucha es el medio para alcanzarla”.
Todo derecho en el mundo debió ser adquirido por la lucha y ha ido modificándose conforme a las consecuencias de ésta. El motivo de la lucha por el derecho no es otro más que la protección y defensa del mismo.
Mientras algunos lograron llegar a él trabajando arduamente o arriesgando sus vidas en batallas otros lo disfrutan gracias al del trabajo duro de sus antecesores.
Se señalan dos teorías, una es la de Savigny que invita a esperar diciendo que las cosas se hacen por sí solas, que es mejor quedarse de brazos cruzados y esperar confiablemente lo que saldrá de la opinión pública en materia de legislación.
El cobarde que abandona el campo de batalla, salva lo que otros sacrifican, su vida, pero la salva al precio de su honor.
En épocas anteriores las sociedades se regían bajo las costumbres para mantener un orden bajo lo que ellos consideraban justo y así lograron permanecer estables durante años, había unión y entendimiento entre ellos. Pero no solamente la costumbre quien da vida a los lazos que ligan a los pueblos con su derecho, sino que el sacrificio es quien los hace duraderos.
Ningún derecho esta fuera del cambio y variación.
Conforme pasan los años el derecho ha tenido que irse modificando gracias al cambio en la forma de pensar de la sociedad. Un ejemplo claro como lo marca el libro es lo sucedido en el derecho romano de la antigüedad en el que la mayoría de los casos las sanciones dadas a quien cometía algún delito no era suficientemente satisfactoria para el afectado.
Cuando un individuo es lesionado en su derecho, si debe resistir al adversario o si debe ceder, cualquiera que sea la solución deberá haber siempre un sacrificio: el derecho a la paz o la paz al derecho.
Cuando se comete una injusticia en contra de nuestra persona comúnmente optamos por la opción de no hacer nada al respecto para ahorrarnos tanto alboroto, sin embargo la sensación de insatisfacción e injusticia nos sigue quedando muy dentro de nosotros.
Tenemos el deber de defender nuestro derecho, nuestra existencia moral es directa y esencialmente atacada en su conservación; desistir completamente de la defensa equivale a un suicidio moral.
Para bienestar de nuestra moral, de nuestra integridad y aún más de nuestro honor es preciso llevar a la práctica nuestro derecho tanto de defendernos como de que se nos haga justicia. No quedarnos callados.
El sentimiento del derecho en tanto que no ha sido lesionado no se le conoce ordinariamente y no se sabe lo que es capaz, pero la injusticia le hace manifestarse.
El que se ve atacado en su derecho, debe resistir; éste es un deber que tiene para consigo mismo.
En este caso podría mencionarse lo señalado en el capítulo dos: la teoría de la manía de litigar: “no se litiga por el valor mezquino sino por una razón ideal, la defensa de la persona y de su sentimiento de el derecho, cuando el que litiga se propone semejante fin y va guiado por tales sentimientos, no hay sacrificio ni esfuerzo que tenga ante su vista peso alguno, pues ve en el fin a que atiende, la recompensa de todos los medios que emplea”.
Tratándose de mis derechos y de la defensa de ellos nada importa ni tiene más valor que ello, un daño a un bien material no se compara en nada al daño hacia mi persona física o emocionalmente, el daño hacia mi moral afecta hacia mi integridad como persona.
No es el interés material atacado quien pone al individuo que recibe tal lesión en camino de reclamar una satisfacción, sino el dolor moral que le causa la injusticia de que ha sido víctima.
Sentir el dolor y permanecer indiferente, soportarlo con paciencia sin defenderse, constituye
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