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La Vida Del Libertador


Enviado por   •  17 de Octubre de 2012  •  3.360 Palabras (14 Páginas)  •  482 Visitas

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ALGUNOS DETALLES DE LA VIDA DEL LIBERTADOR

En su infancia, plenitud, descenso y en su proyección actual y futura

Apartes de la publicación No. 5 (Enero-Julio 1987) de la Sociedad Bolivariana de Antioquia:

Fue la afro americana Hipólita quien brindó su abundante leche tanto para su hijo como para el niño llamado "Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios". Doña Concepción Palacios –la madre del Libertador, no pudo lactarlo por problemas de salud. Antes de que Hipólita diera a luz su hijo, por algunas semanas también fue Bolívar amamantado por Doña Inés Mancebo de Miyares, una dama realista (como también lo era el dueño de la Quinta donde pasó sus últimos días).

Recordemos que el nombre de Hipólita es célebre por corresponder a la reina amazona de Escitia, vencida por Hércules. La "vía láctea" en el poderoso eterno femenino de piel oscura de Hipólita –la nodriza de Bolívar, paradójicamente pareciera que hubiera preparado al cuerpo del niño para ser un jinete. Recordemos que nuestro escudo nacional tenía inicialmente en la franja media el caballo blanco de Bolívar como símbolo de la Independencia, cambiado por el gorro frigio, símbolo de la libertad (página 50 del folleto No. 5 mencionado). Pero, el caballo blanco ha sido también símbolo de Neptuno –la más catártica o purificadora de las divinidades en los misterios Órficos, de donde emerge la "sal" simbolizante del espíritu pletórico de Vida, el relevante del Marte harto de sangre.

En los antiguos relatos hindúes, concretamente en el Kalika Purana se habla de "La Oscura Señora", la Gran Diosa Madre, la Tejedora del mundo. Brahma, la cabeza divina productora del mundo, en meditación, ya había hecho emanar cierto número de apariciones que habían entrado en la esfera del tiempo y del espacio; Sus visiones eran puras como el cristal. Brahma, hundiéndose aún más hondamente en la límpida oscuridad de su propio interior (luego de haber hecho surgir en meditación, desde las profundidades vivificadas de su propia sustancia divina y que todo lo abarca, al universo y sus múltiples seres), llegó a una nueva profundidad: súbitamente, la más hermosa mujer de piel oscura emanó de su visión y se irguió desnuda ante la vista de todos. Era AURORA, y estaba radiante de vívida juventud. Entre muchos otros atributos, tal purana dice que sus senos eran turgentes, con sus dos pezones oscuros, suficiente para hacer desvariar a un santo. Elegantemente torneado, como el astil de una lanza, era su cuerpo, y sus piernas pulidas eran como trompas de elefantes. Resplandecía su piel recubierta de pequeñas y delicadas perlas de transpiración. (Ver "El Rey y el cadáver. Cuentos sicológicos sobre la conquista del mal" de Heinrich Zimmer, Ediciones Marymar, páginas 172 y 173).

La anterior es una de tantas muestras del valor metafórico dado a una de las grandes razas humanas actuales: la afrodescendiente, a destacar para su propia autoestima y para la afirmación de nuestra identidad mestiza nacional multiétnica y pluricultural. Y, más ahora que estamos por conmemorar los 500 años de la llegada del primer barco con esclavos a Santo Domingo en el Nuevo Mundo, en el año 2004.

La inspiración de Rafael Nuñez destaca en el himno nacional la luz del Triángulo divino que irrumpe en la oscuridad siniestra, iluminando el camino de Colombia. "Cesó la horrible noche, la libertad sublime derrama las auroras de su invencible luz". La aurora de Bolivar, tuvo en la presencia de Hipólita, una distinguida descendiente de AURORA.

Hipólita no sólo amamantó a Bolívar sino que también le correspondió guiarle los primeros pasos y tolerar sus travesuras infantiles. Él, era un niño rebelde, inquieto, voluntarioso, audaz ... sencillamente insoportable. José Sáenz y otros tutores mostraron su incapacidad para "domarlo", devolviéndolo nuevamente a la familia. Sólo la negra Hipólita, cariñosa, solícita y condescendiente, supo entregarse a este niño travieso, descargando en él todo su cariño, soportando muchos desvelos por dar al pequeño de casa divertidos ratos de ocio, formándolo a base de condescendencia. Justamente este hecho llevó al pequeño Simón a tener un espíritu de superioridad y de mando, que seguramente influyeron más tarde en el carácter recio del Libertador.

Con el correr de los años y la cosecha de triunfos, Bolívar nunca se olvidó de sus dos nodrizas, especialmente de su negra Hipólita, haciendo que no les faltara una pensión. Desde el Cuzco, el 10 de julio de 1825, Bolívar envió a su hermana Maria Antonia una carta que revela el sentimiento de gratitud que el Libertador guardó por esta esclava: "... Te mando una carta de mi madre Hipólita, para que le des todo lo que ella quiere; para que hagas por ella como si fuera tu madre, su leche ha alimentado mi vida ..."

Hipólita estuvo acompañando al Libertador en las batallas de San Mateo, y cuando Bolívar entró triunfante por calles de Caracas en 1827, bajo palio, al divisar a Hipólita en medio del gentío, abandonó su puesto y se arrojó en brazos de la negra que lloraba de regozijo. ("Las Nodrizas del Libertador" de Germán Londoño Carvajal, páginas 70 y 71 del folleto No. 5 arriba mencionado).

El Delirio "clarividente" de Bolívar, previo al del Chimborazo:

"GRAN VIOSIONARIO" ha sido denominado también el Libertador; lo confirman muchos episodios de su vida, su correspondencia, el "Manifiesto de Cartagena", la "Carta de Jamaica".

El 4 de Julio de 1817 (dice Alfonso Salazar G. en su aporte al folleto No. 5 bajo el título "Bolívar parasicólogo") Bolívar se salvó de caer prisionero de los realistas al arrojarse al agua. Junto con otros acompañantes como Soublette, J. B. Arismendi, Pedro León Torres y otros más, nadaron la mayor parte del tiempo sumergidos, buscando refugio en un estero. Fueron cubiertos por algunos soldados patriotas quienes devolvieron el fuego, impidiendo la persecución. El Capitán Martel refirió que Bolívar determinó poner fin a su vida degollándose (los demás imitarían su acción), antes de caer en manos enemigas. Durante la noche, entre los peligros naturales de la selva, y bajo algunos relámpagos lejanos, súbitamente el Libertador se pone de pie –como si a su mente hubiera llegado la descarga de una misteriosa fuerza superior, y en el silencio de la noche empieza a hablar, mejor, a profetizar. Con palabras convincentes traza la libertad de la Nueva Granada y la campaña de Venezuela; vislumbra

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