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La Violencia


Enviado por   •  1 de Junio de 2014  •  4.005 Palabras (17 Páginas)  •  182 Visitas

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I. Introducción [arriba] -

La notable importancia asumida por el Fútbol en la sociedad contemporánea, traducida por su innegable e irrefrenable protagonismo socio-cultural y económico, y los contornos que hoy le son peculiares, señalan claramente que la fórmula ontológica que le dio origen se ha vuelto obsoleta.

Observándose el estadio actual del deporte, particularmente del fútbol, visto como industria, como negocio, es de ponderarse respecto de las innúmeras mutaciones genéticas a las que parece haber sido sometido el fútbol. En efecto, aunque el elemento formativo más significativo de su ADN sea el carácter lúdico, cierto es que afloran de modo cada vez menos frecuente las manifestaciones concretas del fenómeno futbolístico que podrían afirmar esta característica.

La cuestión que se plantea es: En la medida en que el Fútbol ha sido creado por el hombre para su deleite y fruición, no tratándose de un reto o fenómeno natural a cuyo enfrentamiento el hombre no se podría abstraer, ¿cómo concebirse que tal creación, en algunas de sus manifestaciones concretas, pueda volverse contra el hombre mismo?

¿Cómo admitirse que el espectáculo futbolístico sea palco de violencia, en sus formas más extremadas y dando lugar a las más terribles consecuencias, literalmente conspirando contra la humanidad?

El espectro de la violencia en los estadios es un tema actual e importante, que viene desafiando a varios sectores del conocimiento científico. Pues, es exactamente para provocar alguna reflexión filosófica, aunque no profundizada – fruto del reconocido inhábil manejo de los conceptos filosóficos invocados, por parte de este autor-, respecto de tan compleja problemática, que se propone este trabajo.

II. El juego de fútbol [arriba] -

El fútbol, originalmente –o sea, lejos de su nivel profesional actual- fue creado como una actividad estrictamente lúdica, la cual, según Kretchmar, tiene lugar cuando

(...) uno se involucra libremente en un proyecto, sin ser forzado por la necesidad, interesado en el “hacer” de la actividad, y cuando este “hacer” constituye una recompensa en sí mismo, entonces, dicha actividad entra en el dominio de la experiencia lúdica, del jugar. Este tipo de actividad es típicamente identificada como autotélica. (...)[2]

Además, prosigue el mismo autor, valiéndose de la lección de Suits y Huizinga, la actividad lúdica es relacional, o sea, se muestra experimentable en contraste con otra cosa, particularmente en contrapunto con la experiencia cotidiana u ordinaria, o como un lapso interruptivo “del proceso de satisfacción directa de necesidades y deseos (...)”[3].

Pero, ¿qué especie de actividad lúdica exactamente es el fútbol, considerándose que, por ejemplo, una buena lectura, un viaje, asistir una película, caminar en el parque, cuidar del jardín o incluso una revigorizante siesta, sin duda alguna también se encuadran en esta categoría? Pues bien, el fútbol es un juego. Y un juego, a su vez, es un problema.

No se trata, sin embargo, de un problema real, fruto de circunstancias naturales, sociales, políticas o económicas a cuyo enfrentamiento el hombre no pueda simplemente escaparse. Trátase el fútbol, al revés, de un problema artificial. Conforme explica Kretchmar con propiedad, el juego

[e]s un problema artificial, que nosotros mismos creamos para poder experimentar nuestros intentos de resolverlo. La creación o invención de un juego requiere que identifiquemos un objetivo –algo que hacer– y que luego establezcamos una serie de medios para alcanzarlo. La relación entre los medios y el objetivo tiene que presentar un problema artificial que sea “apropiado” –es decir, que no sea ni muy difícil ni muy fácil-.[4]

Hechas tales aclaraciones breves, importa realzar que la actividad lúdica –de la cual el fútbol puede ser considerado una de las especies (o subespecies)-, “parece ser el socio normativo más importante en nuestras vidas. Como argumentó Aristóteles, las actividades que son un fin en sí mismas son superiores a las actividades que son simplemente medios para lograr un fin.”[5]. Por este motivo, “la experiencia lúdica merece una calificación axiológica más alta.”[6]

Huizinga, partiendo del concepto de racionalidad empleado por Aristóteles para distinguir el hombre (“animal racional”), llega a definirlo como “homo ludens”.[7] Se trata al fútbol, así, por lo menos apriorísticamente, “mientras conserve el modo, la belleza y el orden”, según San Agustín[8], de una cosa creada para ser buena, virtuosa, que ha sido idealizada e implementada para deleite y satisfacción de este homo ludens al cual se refiere Huizinga.

III. Los objetivos positivos alcanzados por el fútbol [arriba] -

Con el paso del tiempo, desde las manifestaciones más remotas y distintas sobre la práctica de esta modalidad deportiva, se constata que la finalidad lúdica trazada para el fútbol fue alcanzada e incluso superada.

Basta que se observe el hecho de que, además de los participantes directos de la disputa deportiva - los jugadores-, otras personas (en número mucho más significativo, como se sabe), las cuales no están involucradas directamente en la misma dentro del campo de juego, eso es, los aficionados, pasaron también a participar, a disfrutar, si bien que de otra manera – ¡hinchando! - de esta actividad lúdica en particular, dando origen a un fenómeno especial, sin precedentes, que se conoce por el nombre de “popularización mundial del fútbol”.

La envergadura de este proceso de popularización da motivo incluso a manifestaciones que identifican en el fútbol una nueva forma de religión, por tener un ritual universal, unos símbolos propios, una liturgia específica, días de precepto y de devoción y ocasiones solemnes; proporciona una catarsis colectiva, una elevación del ánimo y una felicidad indescriptible; promueve arrebatos casi místicos, sentimientos de fraternidad, fanatismos incontenibles y vocaciones irrefrenables. Lo que es incuestionable es que el fútbol se vive como un auténtico culto. Por eso, quizá estemos ante la forma más perfecta y acabada de la nueva religión.[9]

Simbolismos o posibles exageraciones (a nuestro modo de ver) aparte, se observa, bajo otro prisma, que el fútbol, con el paso del tiempo, acabó por extravasar su finalidad estrictamente lúdica, para la cual fue originalmente diseñado – presente en su ADN -, permitiéndose utilizar como un tablero de la vida real (en el sentido opuesto

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