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La comunidad indígena frente a la conquista. Los pueblos de indios

Yesica Yael GomezApuntes28 de Agosto de 2025

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La comunidad indígena frente a la conquista. Los pueblos de indios.

Giudeccelli explica que existían Dos clases de indios ocupaban la primitiva provincia de Tucumán, Juríes y Diaguitas, indios de llanuras y los Juríes, indios serranos. Estos perdieron su rango (Juríes) y lo tuvieron que ceder a otros indios, originarios del Chaco los lules.  Lules  no tienen asiento y se sustenta de la caza y pesca (Diego Sotelo). Por otro lado, Alonso de Barzana evoca que la nación lules estaban esparcidos por diversas regiones como árabes sin casas ni herencias. Esto evoca a un nómada infiel y que es parte de un paradigma, el de la barbarie indiferenciada.

El proceso de descalificación de los indios serranos tomo otras sendas, por una parte debido al respeto infundido a los colonos por la fuerza bélica de los diaguitas que complicó la implantación en la región valliserrana y por otro lado, las relaciones más complejas que los españoles siempre tuvieron con estos indios.

Si  no se los incluye en el rubro genérico de barbaros, desnudos y vagabundos. Se los define por ausencia: de autoridad, de capacidad política. Corresponden por tanto a la categoría de BEHETRIA que, para los conquistadores, correspondía a un estado preprolitico donde la ausencia de toda autoridad superior era fuente de guerra perpetua entre una cantidad de parcialidades.

Tanto las behetrías diaguitas como los chichimecas aparecen definidos por ausencia: De rey, de ley, de Dios y hasta del papa.  La conceptualización genérica de esas poblaciones prepara simbólicamente las operaciones concretas de disciplinamiento. Vuelve necesario el establecimiento de los dispositivos dichos de la frontera: frente militar agrícola, misionero, militares, reducciones, etc.

La intervención española será tratada igualmente como una causa exterior de deculturacion, responsable de una inexorable perdida de la identidad. En la mayor parte de la región las transformaciones coloniales le ganaron la batalla a las fuerzas conservativas de las identidades y tradiciones prehispánicas a pesar de las rebeliones o resistencias armadas (Lorandi) Las guerras lanzadas por los grupos calchaquíes eran guerras preservación, resistencias arcaicas al cambio.

Tanto los diaguitas de Londres y de la rioja como del valle calchaquí habían sido encomendados desde los albores de la conquista.

Para dar cuenta de los diferentes grupos indígenas que van integrando en su espacio de control, los diversos agentes coloniales, recurren al vocabulario socio político español. El mundo indígena se hace fragmentario en las fuentes: se multiplican naciones y parcialidades, se encumbran caciques, caciques principales, curacas y curacas principales. La NACIÓN y la PARCIALIDAD, eran dos herramientas conceptuales con las que los españoles clasificaban y encasillaban a los indios. Estas indican que se trataba de herramientas extremadamente plásticas, que se amoldaban al nomos colonial.

El concepto de Nación designa un grupo humano que comparte un mismo origen, un mismo territorio y aunque no explícitamente, una misma organización política y una misma lengua. Las naciones indígenas nacen en la heteronomía más completa y absoluta. Son la expresión y la materialización del poder colonial.

El concepto de parcialidad, forma parte también de las principales herramientas de clasificación y ordenamiento de la masa indígena primero delimitada por el proyecto colonial e integrado en los dispositivos de vigilancia y explotación. Termino que encontramos en toda la geografía del imperio, con unas sobre representación en las zonas de frontera. Este concepto es inseparable de la figura cacique. Ya que una parcialidad es  una facción, un bando reunido en torno a un líder.

Ana Lorandi enfatiza que la colonización española del noroeste argentino debió enfrentar la hostilidad de los indígenas desde la época de las primeras entradas o expediciones descubridoras.  Desde su inicio, los indígenas conspiraron para impedir y hostigar a los nuevos invasores, con prácticas ya experimentadas durante la conquista incaica.

De esta manera, Lorandi explica que el norte argentino estuvo poblado por numerosos grupos organizados en distintos rangos de complejidad política y, por lo tanto, con diferentes niveles de estratificación social. Asimismo, ella explica que se trataba de unidades políticas cuyas poblaciones comprendían entre los 2500 y 250 individuos. En los valles Calchaquíes, donde residían jefaturas importantes, los pueblos se escalonaban entre la puna y el fondo del valle o entre los pisos altos de la sierra y las yungas.  Esto es relevante ya que la capacidad del medio ambiente para asegurar la autosuficiencia mediante la explotación de pisos ecológicos que se encuentran próximos y a los que se podía acceder mediante desplazamientos no superaban los dos días de viaje.

Además, la autora manifiesta que las jefaturas o cacicazgos más fuertes del noroeste argentino se encontraban en la quebrada de Humahuaca en los valles Calchaquíes. Cada grupo se autoindentifico o fue identificado por los demás con nombres particulares, lo que les permitía reconocerse a sí mismos y diferenciarse de los otros y simultáneamente desarrollar un sentido de pertenencia y adscripción étnica. Sin embargo, los europeos demoraron en reconocerlos y en comprender que frente a esa fragmentación no podían aplicar los mismos recursos de dominio y colonización que habían sido utilizados en los Andes Centrales.

Por otro lado, Lorandi señala que la historia de la conquista, revela que hacia fines del siglo XVI la provincia de “Tucumán, Juríes y Diaguitas” quedo dividida en dos grandes sectores. Un sector donde la colonización comenzaba a consolidarse, aunque con evidentes dificultades, y otro, en el corazón del territorio integrado por el complejo de los valles calchaquíes que conservó su autonomía hasta mediados del siglo XVII.

Finalmente, la autora remarca que para culminar el trazado del escenario en el cual se desenvolvieron las rebeliones es necesario considerar las particularidades del sistema regional de la encomienda. La legislación de indias proveía que el tributo que los indígenas debían al rey fuera cedido por este a los beneméritos (hijos/nietos de conquistadores) de la conquista en pago de los servicios prestados a la corona. Dicho tributo se materializaba en bienes y/o dinero. Estaba expresamente prohibido que los encomenderos utilicen los servicios personales de los indios, salvo que les pagaran los salarios correspondientes, aunque estas leyes no siempre fueron respetadas en su totalidad. El sistema que se impuso en el Tucumán fue predominante el de servicio personal.

El modelo de encomienda de servicio personal produjo alteraciones en las comunidades indígenas ya que en el Tucumán, el cacique no podía reemplazar con su trabajo, además de estar exento por ley, a cada uno de los varones tasados que no cumplieran con sus obligaciones tributarias. Esto no significaba que no hayan existido presiones sobre los caciques, sino que se aplicaban a los propios tributarios que eludían sus obligaciones, según el criterio del encomendero. Aun así, la desestructuración de la comunidad fue un proceso irreversible porque no se pudo impedir que los indios abandonaran sus pueblos o escaparan cada vez que eran convocados para cubrir sus turnos. En otros casos, la comunidad fue tentada por el encomendero a dejar sus tierras originales para instalarse en sus propiedades, donde se les reservaba parcelas para la subsistencia. Un tercer factor de la desestructuración según Lorandi fue que los hombres eran enviados con frecuencia a trabajar en las haciendas del encomendero que estaban alejadas de su pueblo, y que sus mujeres e hijos quedaban abandonados por lapsos prolongados. Por último, las Ordenanzas de Abreu de 1576 reglamentaban la tributación femenina, que aunque estaba prohibida en la legislación general de las Indias, en esta región se las obligaba a hilar y tejer cuatro días a la semana, en jornadas completas. Esto predominaba en las actuales provincias de Salta, Catamarca. La Rioja, Sgo. Del Estero y Córdoba, quedando exentas la Puna y quebrada de Capítulos.

En suma, Lorandi explica que el panorama étnico-social del Tucumán presentaba contrastes muy marcados. Los indígenas encomendados, sometidos en su mayor parte al servicio personal, sufrieron una progresiva erosión demográfica acompañada por un proceso creciente proceso de desestructuración que produjo al principio del siglo XVII. El gran alzamiento Diaguita.

De esta manera, la autora definió la resistencia sostenida por las poblaciones de los valles calchaquíes como la capacidad para organizar el rechazo de las fuerzas invasoras durante lapsos muy prolongados en el que intervinieron varias generaciones. De ese modo se logra evitar que se cercenen la independencia política y la autonomía en el control de las normas vigentes de una determinada sociedad. El rasgo esencial en este caso es una resistencia cuya organización se prolonga durante varias generaciones.

La resistencia calchaquí.

Lorandi esboza que los españoles tardaron 65 años en lograr la ocupación efectiva del noroeste, aunque en el corazón del territorio, los valles calchaquíes conservaron su autonomía durante otros 65 años.  Es preciso destacar que Núñez del Prado, en 1550, desde la ciudad de El Barco, encadenaba a los indígenas para llevarlos en nuevas expediciones de conquista y esto provocaba resistencia y constante hostigamientos. Este, busco refugio en el Valle Calchaquí, sin embargo fueron expulsados. En 1552 F. Aguirre era enviado desde La Serena a recuperar para la jurisdicción chilena las fundaciones en el Tucumán, fue entonces cuando por primera vez se hizo visible la presencia de Juan Calchaquí, cacique de Tolombón. Aguirre se dirigió al asiento de El Barco III y apresó a Núñez del Prado, quien fue remitido a Chile. Hostigados por los Juríes, los aislados colonos pasaron años muy duros, a pesar de alguna ayuda enviada desde Chile. Finalmente en 1557, llegó Juan Pérez de Zurita, en 1558 fundó Londres en el valle Quinmivil y luego se internó en el valle Calchaquí. En 1561 fue reemplazado por Castañeda. Los desacuerdos entre españoles, debilitaban la capacidad de resistir la presión indígena. Los Diaguitas de Londres confederados por Juan Calchaquí habían intentado asediar Londres, sin embargo, prefirieron atacar Córdoba. Tras las primeras escaramuzas los indígenas abandonaron el cerco y se refugiaron en los altos de sus cerros. Sin embargo, don Juan fue nuevamente apresado y luego liberado. El alzamiento se fue expandiendo hacia el norte, hacia el sur los Diaguitas continuaron hostigando a los pobladores de Londres que decidieron abandonarla. Lo mismo habían resuelto hacer los de Cañete, que temían la expansión incontrlada de la rebelión y todos juntos se refugiaron en Santiago del estero. Fue en esa época cuando el liderazgo de Juan Calchaquí adquirió una dimensión regional. Las autoridades de Charcas habían propuesto negociar con Juan C. pidiéndole que entregase rehenes en prenda de paz, a cambio aceptaban consérvale la vida.

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