La educación en Colombia finales del siglo XIX e inicios de siglo XX
Jeisson ForeroApuntes7 de Mayo de 2017
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La Educación en Colombia finales del siglo XIX e inicios de siglo XX.
“Superados” los problemas políticos “importantes” es necesario establecer un canal para la preservación de la república independiente, sabemos bien que uno de los factores más importantes es la educación, puesto que al tener un pueblo educado las probabilidades de crecimiento del país aumentan, es decir se puede alcanzar un desarrollo económico político cultural y social para hacer frente a las situaciones que a nivel mundial se estaban llevando a cabo y además, se puede fomentar una opinión pública particular y un ideal común entre los integrantes de la sociedad.
El periodo que comprenderemos será de 1880 a 1830 con dominio completamente conservador, y luego de Enrique Olaya Herrera el dominio de la educación liberal.
La educación nunca estuvo fuera de las luchas políticas, que para este tiempo se daban entre dos partidos, Liberales y Conservadores, pero no precisamente luchas netamente ideológicas sino hasta en algunos casos bélicas impulsadas por un pequeño grupo de personas (sector dominante) muchas veces por lealtades regionales en extremo pasionales y ciegas, pero con la constante de un grupo mucho más grande sometido.
La reforma educativa radical de 1870.
Después de 1860 y bajo la vigencia de federalismo que los liberales habían conseguido instaurar en la constitución de Rionegro de 1863 se da inicio a una reforma educativa la cual propone el establecimiento de una escuela pública, gratuita y obligatoria. Esta reforma se dividió en dos grupos, por un lado los que estaban a favor de dicha reforma y quienes fueron llamados “Instruccionistas” su idea era la concepción de la educación como puerta principal en el camino hacia la libertad, palabra que curiosamente siempre iba antes de progreso. Y del otro lado, aquellos que no estaban de acuerdo con dicha reforma bajo el pretexto de que el estado estaba involucrándose en terrenos que no eran de su incumbencia además de considerar dicha reforma como una tendencia antirreligiosa que acababa con uno de los valores supremos legados a la tradición, este pensamiento estaba fuertemente influenciado por la supresión de las comunidades religiosas en el año de 1861. A este grupo se les llamo, con el epíteto despectivo de “Ignorantistas o partidarios de la ignorancia”.
Es claro que este pensamiento no está ligado directamente a los partidos políticos como tal, pero si se observa una dualidad que bien refleja los ideales liberales enfrentados a los conservadores, pero también es entendible considerando la fuerte tradición ya impuesta, y el interés en separar por completo el estado del poder eclesiástico, aún en nuestros días observamos que esta separación no se ha llevado a cabo en un ciento por ciento.
Llama la atención la forma integral en la que se buscó enfrentar la situación educativa y cultural del país en todos sus niveles. Puesto que dicha reforma sería controlada por la Dirección Nacional de instrucción pública, recién creada, y una visión pedagógica y política que incluía a los alumnos, a los maestros y a los padres de familia quienes serían los encargados de ser el soporte social de la reforma. Además d esto se estableció una estrategia financiera y administrativa entre el estado central, los estados federales y los distritos municipales, quedando así las tres instancias de lestado comprometidas con lo que se supondría el despegue de la educación en el país.
Refiriendonos ya a la educación superior, constituye mérito del proyecto radical, la organización de la Universidad Nacional, en el año de 1869 bajo la presidencia del general Santos Acosta, su rector Ezequiel Rojas y Manuel Ancízar, y sus facultades iniciales, la facultad de jurisprudencia ( la que hoy conocemos como derecho), filosofía y medicina, a las que se les agregaba un sistema de escuelas en su mayor parte de carácter técnico: Ingeniería, arquitectura y una más de artes y oficios.
Aunque el panorama lucía prometedor, dado que en el país habían alrededor de 1646 escuelas y 79123 estudiantes registrados, para 1880 sólo quedaban 1395 escuelas y 71500 estudiantes mostrando que esta reforma estaba muriendo, los principales factores de que se diera esta reducción fueron aspectos relacionados con el tradicionalismo y el pensamiento colectivo de una gran parte religiosa del país de que el estado estaba empeñado en desvincular la religión de todos los aspectos formadores, también se le suma la crisis económica mundial y el ambiente caldeado de una nueva guerra civil.
La reforma constitucional de 1886 y sus consecuencias educativas (La regeneración).
El ideal de paz establecía que una vez se consiguiera se podría poner orden en un país lleno de problemas, pero más de veinte años entre enfrentamientos, levantamientos y guerras civiles convencieron a comerciantes, banqueros y terratenientes a dar inicio a una política que pusiera en orden todo lo anteriormente mencionado, así empezaba a forjarse la constitución de 1886, enfrentada a la federalista de Rionegro de 1863 que poseía bastantes tendencias de la colonia española.
Una coalición de liberales y conservadores independientes, opuestos al radicalismo, llevaron a la presidencia en nombre del partido Nacional al cartagenero Rafael Nuñez, quien era un partidario de la reforma radical. Este inició inmediatamente una reestructuración de la educación quitando de manera irreversible el hecho de que la educación debía ser una obligación del estado, dándole a este el papel para ayudar y regular las instituciones que quisieran ser parte del libre comercio, es decir, que la educación pasa a ser un negocio de sectores privados, y el estado solo tiene la función de estimular proteger y ayudar pero ahí debe concluir su intervención.
Quizás el punto más fuerte en cuanto a educación se refiere tiene que ver con la declaración de la religión católica como la religión del país, declarando esta como un elemento esencial de orden social, por lo que la educación pública será organizada y dirigida en concordancia con la religión católica.
La reforma educativa de 1903
Luego de haberse terminado la Guerra de los Mil Días, el país entró en un proceso de reconstrucción político y económico. Para el año de 1903 se estipula una ley que formalice la enseñanza oficial en los niveles de primaria, secundaria, industrial, profesional y artística. De igual forma, asignó la responsabilidad de la educación primaria (gratuita mas no obligatoria) a la iglesias católica. Así mismo se establece un interés por parte del gobierno de incentivar el nacionalismo basándose en el himno nacional y el juramento a la bandera, esto con el fin de crear en los jóvenes, especialmente los niños un sentido de amor a la patria.
Los gobiernos liberales.
Con el fin de los gobiernos conservadores, la llegada de Enrique Olaya Herrera dio apertura a otra etapa de la educación. Pese a que la Política Educativa continuó casi igual, esta etapa decide centralizar el proceso de la educación a cargo del Gobierno.
Bajo los gobiernos liberales que se inician a partir de 1930, se trató de imprimir a la nación un curso más acorde con el proceso de transformaciones que registraba el período. La llegada al poder del partido liberal coincidió con el debilitamiento de la hegemonía de los sectores agrarios y exportadores tradicionales, y aunque éstos aún determinaban el campo de las transformaciones posibles, paulatinamente se llevó a cabo un desplazamiento del poder hacia los sectores urbanos —industriales, comerciantes, exportadores— que buscará inicialmente apoyo en los sectores populares y de manera especial en el proletariado naciente. El desplazamiento de la hegemonía hacia los grupos exportadores e industriales y la crisis económica de 1929, propiciaron el incremento de las funciones estatales y el impulso de un modelo de desarrollo basado en la industrialización, cuyas limitaciones estructurales se habrían de revelar tempranamente. El primer presidente liberal de más de 40 años de dominio conservador fue Enrique Olaya Herrera, éste subió al poder a nombre del “movimiento de concentración nacional” (1930-1934), dando inicio a una fase de transición de la hegemonía conservadora a la hegemonía liberal. Las reformas educativas siguieron un ritmo lento debido a la recesión económica y al carácter de transición de dicho gobierno; se avanzó en la reglamentación de algunos aspectos de la Ley 56 de 1927, en donde el último gobierno conservador había trazado disposiciones tendientes a propiciar una reforma educativa de carácter nacional. Se unificó la educación rural y urbana, se crearon las Facultades de Educación y se aplicaron en la enseñanza primaria los métodos pedagógicos de la Escuela Activa europea. Es durante el cuatrienio conocido como “la revolución en marcha” (1934-1938), cuando las reformas cobran mayor alcance, colocando de modo decidido la educación al servicio de la integración nacional. Las políticas educativas formuladas por el presidente Alfonso López Pumarejo, hacían parte de un plan global que intentaba dotar al estado de los elementos necesarios para ejercer una mayor intervención económica, política y social. Este plan se consagró a nivel jurídico en el proyecto de reforma constitucional de 1936, en donde se impulsó el cambio de algunos artículos de la Constitución de 1886. Allí se propuso una reforma fiscal que reforzaba la tasa tributaria, así como la prerrogativa del Estado para intervenir en asuntos privados y en los litigios obrero-patronales; además se introdujo la noción de utilidad social que reemplazaría a la de utilidad pública. A nivel de las relaciones Estado-Iglesia el proyecto propuso la renegociación de los términos del Concordato, con el objeto de recuperar para la esfera del Estado, ciertas órbitas de lo social dentro de las que se encontraba la educación. El Acto Legislativo No. 1 de 1936 dio curso a la reforma constitucional y buscó precisar la injerencia estatal en el terreno educativo, pero de igual modo dejó expresas las estrechas dimensiones de este intento. Por un lado, a pesar de las pretensiones discursivas de extender la educación a la mayoría del pueblo colombiano, la reforma no declaró la educación primaria gratuita y obligatoria. Por otra parte, no se redefinieron las relaciones Estado-Iglesia con las consecuentes modificaciones del Concordato, el cual ponía cortapisas en algunos de sus artículos a las aspiraciones de acción estatal en la educación. A pesar de esto, la reforma asignó al Estado la inspección y vigilancia de la educación, al tiempo que declaró la libertad de cultos y de conciencia, lo cual es un indicio que señala la tendencia a delimitar las órbitas de lo civil y religioso en el terreno social y educativo. Entre 1938 y 1942 el gobierno de Eduardo Santos, conocido como “la pausa a la revolución en marcha”, no trajo mayores modificaciones en educación, las políticas se limitaron a reglamentaciones sobre la legislación existente; se impulsó la construcción escolar, se creó el Patronato Escolar para dar impulso a la educación popular y se intentó nacionalizar la educación primaria. Después de “la pausa”, la segunda administración de Alfonso López Pumarejo (1942-1 946) —culminada en su último año por Alberto Lleras Camargo—, evidenció con claridad las inconsistencias de su proyecto, las cuales no se debían al “presunto aplazamiento de las tareas de la revolución en marcha, sino a los límites inherentes a una lógica del desarrollo capitalista”, dentro de las particularidades de la sociedad colombiana, lo cual hizo fracasar el modelo de desarrollo industrial que trató de imponerse en el período y del cual López Pumarejo era su representante. Esta situación llevó a la consolidación en último término de un esquema de desarrollo “liberal-dependiente”, en el que el papel del Estado se vería muy limitado ya que a excepción del esfuerzo por respaldar el consumo industrial de materias primas nacionales, fueron pocos los terrenos en los que pudo operar efectivamente y con carácter autónomo, fenómeno que incidió en los alcances de la reforma educativa que se registró en estas décadas. El período estuvo caracterizado por la riqueza en el debate ideológico y en los intentos por ampliar la cobertura educativa bajo la óptica de la actualización y modernización del aparato educativo; esta necesidad de modernización permitió la formulación de diversos matices respecto al tipo de reforma educativa requerida y puso de presente las pugnas partidistas por los puestos burocráticos —que muchas veces tomaron el ropaje de diferencias ideológicas—, pugnas en las que se expresaba el ambiente de violencia política que se acentuó con mayor fuerza a partir de 1940. Al final del período el entusiasmo expresado por los gobernantes hacia la educación, empezó a declinar y si bien ya no aparece como un objetivo de primer orden para los dirigentes políticos, entre los diversos estamentos educativos sí persistió el interés por dar prioridad a la tarea de modernización educativa. Esto es a grandes rasgos los elementos que caracterizaron la dinámica de la educación a lo largo de estos 16 años. Veamos a continuación algunos aspectos concretos con el fin de precisar mejor lo que fueron los logros alcanzados en los distintos niveles del sistema educativo.
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