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La población argentina


Enviado por   •  27 de Octubre de 2014  •  Informes  •  2.253 Palabras (10 Páginas)  •  217 Visitas

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La población argentina se duplicó entre los dos Censos realizados en el siglo XIX. Pasó de 1.877.490 habitantes en 1869 a 4.094.911 en 1895. La cantidad de extranjeros, por sí misma, explica gran parte de este espectacular crecimiento. En 1869, los inmigrantes eran 211.993, poco más del 10 por ciento del total; en 1895, eran 1.004.527, la cuarta parte de la población. Este aluvión de personas llegaba, en su mayoría, desde Europa, y no era espontáneo. El gobierno argentino tomó diversas medidas para favorecer la radiación de extranjeros. Desde la sanción de Ley de Inmigración N° 817, en 1876, hasta la apertura de agencias que, en Europa, difundían las ventajas de llegar hasta el Cono Sur. Aunque la crisis de 1890 produjo una baja en la llegada de inmigrantes, el fenómeno continuaría las décadas siguientes. Así, en 1906, Buenos Aires contó con el Hotel de Inmigrantes, donde los recién llegados podían alojarse gratuitamente durante cinco días. La ciudad tuvo un espectacular crecimiento en la época, absorbiendo los pueblos de Barracas, Belgrano y Flores. Muchos de los inmigrantes vivían en conventillos, donde conseguían cuartos a cambio de un alquiler.

También crecieron Rosario, Córdoba y La Plata, y las colonias agrícolas favorecieron la radicación en Entre Ríos y Santa Fe. Pronto, este aporte poblacional dejó sus rastros en el lenguaje y las costumbres. Además, incorporó ideologías como el socialismo y el anarquismo. Y aunque la Argentina abría sus brazos, también hubo resistencia, expresada en la Ley de Residencia de 1902, que autorizaba la expulsión de "indeseables". Hacia fines del siglo XIX, ya era perceptible para la elite que los efectos de la

tan ansiada inmigración europea no eran los deseados. Los recién llegados no eran

ingleses, ni suizos, ni franceses. Tampoco tenían tradiciones republicanas. Además,

comenzaron a sindicalizarse y a introducir reclamos y disputas clasistas en una

sociedad que sólo reconocía y permitía el enfrentamiento entre fracciones de la

burguesía. Así, en 1902, y ante la evidencia de que, junto con su equipaje, el

inmigrante había “contrabandeado” ideas políticas, en un breve debate de dos

horas, el Congreso Nacional aprobó la ley de Residencia y Extrañamiento de

Extranjeros (4144/1902). En tan solo cuatro artículos, esta ley autorizaba al Poder

Ejecutivo a acusar, detener, juzgar y expulsar a los inmigrantes, sustrayéndolos por

completo de la esfera judicial. A contrapelo de la igualdad de derechos civiles entre

nativos y extranjeros que establece la Constitución Nacional, la ley de Residencia

inauguraba las jurisdicciones diferenciales: el juez para el argentino, el policía para el

inmigrante8.

La ley

Carta de un inmigrante a "El Obrero"

Buenos Ayres, 26 de Septiembre de 1891

"Aprovecho la ida de un amigo a la ciudad para volver a escribirles. No sé si mi anterior habrá llegado a sus manos. Aquí estoy sin comunicación con nadie en el mundo. Sé que las cartas que mandé a mis amigos no llegaron. Es probable que éstos nuestros patrones que nos explotan y nos tratan como a esclavos, intercepten nuestra correspondencia para que nuestras quejas no lleguen a conocerse.

"Vine al país halagado por las grandes promesas que nos hicieron los agentes argentinos en Viena. Estos vendedores de almas humanas sin conciencia, hacían descripciones tan brillantes de la riqueza del país y del bienestar que esperaba aquí a los trabajadores, que a mí con otros amigos nos halagaron y nos vinimos.

"Todo había sido mentira y engaño. "En B. Ayres no he hallado ocupación y en el Hotel de Inmigrantes, una inmunda cueva sucia, los empleados nos trataron como si hubiésemos sido esclavos. Nos amenazaron de echarnos a la calle si no aceptábamos su oferta de ir como jornaleros para el trabajo en plantaciones a Tucumán. Prometían que se nos daría habitación, manutención y $20 al mes de salario. Ellos se empeñaron hacernos creer que $20 equivalen a 100 francos, y cuando yo les dije que eso no era cierto, que $20 no valían más hoy en día que apenas 25 francos, me insultaron, me decían Gringo de m... y otras abominaciones por el estilo, y que si no me callara me iban hacer llevar preso por la policía.

"Comprendí que no había más que obedecer. "¿Qué podía yo hacer? No tenía más que 2,15 francos en el bolsillo.

"Hacían ya diez días que andaba por estas largas calles sin fin buscando trabajo sin hallar algo y estaba cansado de esta incertidumbre.

"En fin resolví irme a Tucumán y con unos setenta compañeros de miseria y desgracia me embarqué en el tren que salía a las 5 p.m. El viaje duró 42 horas. Dos noches y un día y medio. Sentados y apretados como las sardinas en una caja estábamos. A cada uno nos habían dado en el Hotel de Inmigrantes un kilo de pan y una libra de carne para el viaje. Hacía mucho frío y soplaba un aire heladísimo por el carruaje. Las noches eran insufribles y los pobres niños que iban sobre las faldas de sus madres sufrían mucho. Los carneros que iban en el vagón jaula iban mucho mejor que nosotros, podían y tenían pasto de los que querían comer.

"Molidos a más no poder y muertos de hambre, llegamos al fin a Tucumán. Muchos iban enfermos y fue aquello un toser continuo. "En Tucumán nos hicieron bajar del tren. Nos recibió un empleado de la oficina de inmigración que se daba aires y gritaba como un bajá turco. Tuvimos que cargar nuestros equipajes sobre los hombros y de ese modo en larga procesión nos obligaron a caminar al Hotel de Inmigrantes. Los buenos tucumanos se apiñaban en la calle para vernos pasar. Aquello fue una chacota y risa sin interrupción. íAh Gringo! íGringo de m...a! Los muchachos silbaban y gritaban, fue aquello una algazara endiablada. "Al fin llegamos al hotel y pudimos tirarnos sobre el suelo. Nos dieron pan por toda comida. A nadie permitían salir de la puerta de calle. Estábamos presos y bien presos.

"A la tarde nos obligaron a subir en unos carros. Iban 24 inmigrantes parados en cada carro, apretados uno contra el otro de un modo terrible, y así nos llevaron hasta muy tarde en la

...

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