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Los Barbaros

erick03710 de Noviembre de 2013

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LOS BÁRBAROS Y LOS ORÍGENES DE

LAS NACIONES EUROPEAS

Las grandes invasiones que se abatieron sobre el Imperio romano desde finales del

siglo IV hasta mediados del siglo VI, empezando por los godos de Alarico y terminando

con los longobardos de Alboino, constituyeron objeto privilegiado de la historiografía

alemana desde el siglo XIX. Y ello por razones obvias. La mayoría de sus principales

actores político-militares eran germanos, que habrían protagonizado así la primera

gran gesta de la nación germana, precedente histórico de la nación alemana (deutsche),

que ahora con la constitución del segundo Reich en el salón de los espejos del palacio

de Versalles parecía poder volver a cumplir con su pretendido destino de grandeza en

Europa. Por otro lado, y siguiendo la metodología institucionalista de entonces, parecía

oportuno prestar especial atención a las instituciones sociopolíticas (Verfassungsgeschichte)

que habían encauzado esa dinámica de migración y fundación de nuevos Estados

y etnias, en un proceso contradictorio de unificación y fragmentación política.

Esa historiografía alemana ochocentista llamaba “período de la migración de los

pueblos” (Völkerwanderungszeit) a la historia europea desde finales del siglo IV a mediados

del VI. Centurias en las que se habrían desarrollado las grandes invasiones protagonizadas

por pueblos, en su mayoría germanos, que habitaban al norte y al noreste

de las fronteras europeas del Imperio romano, que habrían acabado con la realidad estatal

de este último en su porción occidental, dando en su lugar nacimiento a una serie

de reinos romanogermánicos. Este concepto de “migración de pueblos” quería ser fundamentalmente

descriptivo, evitando cualquier valoración moral o política del proceso,

como hubiera sido la utilización del término “bárbaro” o similar, con evidentes connotaciones

éticas. Prototipo de esa historiografía alemana sería la obra de Ludwig Schmidt

(1859-1917), Historia de las estirpes alemanas durante el período de la migración de

los pueblos, con un volumen dedicado a los llamados pueblos germanos occidentales y

otro a los orientales.1 Y resulta significativo que esta nomenclatura haya sido capaz de

superar el terrible trauma que para toda la cultura alemana supuso la derrota en la Se-

CHE LXXX, 2006, pp. 7-23.

1 Geschichte der deutschen Stämme bis zum Ausgang der Völkerwanderung. De ella hay dos ediciones

diferentes, una de 1909 (Berlín-Munich) y otra de 1938-1940 (Die Westgermanen) y 1934 (Die Ostgermanen).

En la solapa de la segunda edición dedicada a los orientales el editor muniqués se ufanaba de que

se trataba de un libro que el Führer consideraba especialmente útil para ser tenido por cada buen alemán en

su mesilla de noche; más significativos son los famosos Tischgespräche de A. Hitler en la fase final de la

guerra, en los que afirmó que de los períodos de la historia alemana el todavía más valioso era el del Imperio

medieval, “esa gran epopeya” iniciada con la destrucción del Imperio romano (citado por E. NOLTE, Der

8 LUIS GARCÍA MORENO

gunda Guerra Mundial y la vergonzosa caída del III Imperio. De esta forma la veremos

usada en dos modernas síntesis debidas a historiadores de cultura alemana, de los que

uno es de tradición marxista. La primera sería la síntesis realizada por un grupo de historiadores

y arqueólogos, bajo la dirección de Bruno Krüger y bajo los auspicios científicos

y editoriales de la Academia de Ciencias de Berlín, de hecho un organismo estatal

de la extinta República Democrática Alemana.2 La segunda síntesis se debe a la pluma

del académico austríaco Herwig Wolfram, sin duda el historiador vivo más prestigioso

en lengua alemana y especialista en esta época.3

Frente a esos usos propios de la historiografía de tradición alemana, las lenguas románicas

han popularizado la expresión “las invasiones bárbaras” para referirse a esos

mismos hechos históricos. Ejemplo expresivo de un tal uso puede ser la última gran síntesis

francesa sobre esos siglos decisivos de la historia europea: la escrita por la profesora

de Montpellier Emilienne Demougeot con el título de La formación de Europa y

las invasiones bárbaras.4 Lo que constituye todo un símbolo, pues había sido la historiografía

francesa del XIX la que tuvo más interés en hacer una valoración negativa de

las invasiones germanas, por más que el mismo origen de Francia como nación debiera

mucho a la monarquía franca de los Merovingios. Así, por ejemplo, la síntesis sobre

el Imperio romano del siglo IV que a finales de los años treinta publicó el gran André

Piganiol, y que de inmediato se constituyó en un clásico de la historiografía francesa sobre

el Bajo Imperio, contestando a la siempre inquietante pregunta acerca de la desaparición

del Imperio romano en Occidente y sobre el fin de la cultura antigua, terminaba

afirmando que aquél “no había muerto de muerte natural, sino que había sido asesinado”

por esos invasores bárbaros.5

La verdad es que estos diversos usos y tradiciones historiográficos6 tienen su explicación

última en la misma historia de nuestra civilización occidental y europea, tal y

como ha venido desarrollándose en los tiempos contemporáneos. El testimonio más elocuente

de una tal afirmación lo ofrece el francés Fustel de Coulanges (1830-1889). El

autor de la admirable Cité antique constituyó con el épico Michelet el otro gran historiador

francés especialmente preocupado por ofrecer una versión francesa sobre la época

de la entonces llamada “primera dinastía nacional” o de los Merovingios.7 Lo que no

dejaba de ser una empresa harto arriesgada en la medida en que esa historia estaba entonces

dominada por la aparentemente imbatible historiografía alemana de inspiración

Faschismus in seiner Epoche, Munich, 1963, 614). Sobre el interés del III Reich por las llamadas también

“Antigüedades germanas” y la historia de las invasiones vid. WERNER, K.F., Das NS-Geschichtsbild und die

deutsche Geschichtswissenschaft, Stuttgart-Berlín-Colonia-Maguncia, 1967, pp. 38 y 62 y especialmente pp.

71-87.

2 KRÜGER, B. (ed.), Die Germanen. Ein Handbuch, I-II, Berlín, 1983. Como ha dicho recientemente

H. Wolfram estos dos volúmenes están llenos de algunos dogmatismos marxistas, pero especialmente de

ideas arcaicas ya superadas por la investigación a partir especialmente de los años treinta y la llamada “Nueva

doctrina” de la historiografía alemana sobre el particular.

3 WOLFRAM, H., Das Reich und die Germanen. Zwischen Antike und Mittelalter, Berlín, 1990.

4 DEMOUGEOT, E., La formation de l’Europe et les invasions barbares, I-II, París, 1969-1979.

5 PIGANIOL, A., L’Empire chrétien (325-395), París, 1947.

6 Cf. MESSMER, H., Hispania-Idee und Gotenmythos, Zurich, 1960, pp. 11-16, y GOFFART, W., “The

Theme of «The Barbarian Invasions» in Late Antique and Modern Historiography”, en CHRYSOS, E. K. y

SCHWARCZ, A. (eds)., Das Reich und die Barbaren, Viena-Colonia, 1990, pp. 93 ss.

7 Sobre la posición de ambos historiadores en las corrientes históricas e ideologías de finales del siglo

XIX en Francia vid. en último lugar BOURDÉ, G. y MARTIN, H., Les écoles historiques, París, 1983, pp.

153 ss.

LOS BÁRBAROS Y LOS ORÍGENES DE LAS NACIONES EUROPEAS 9

institucionalista-jurídica y con metodología filológica. Pues bien, en un provocativo artículo

Fustel –autor de las Instituciones de la antigua Francia, por las que sería reconocido

como una de las grandes autoridades en ese período histórico–8 se atrevió a afirmar

que las invasiones germánicas “no habían existido”. Ante una tan aparente boutade

cualquier lector tendría derecho a preguntarse si la frase no era otra cosa que el exabrupto

propio de un exaltado patriota que, como tantos otros franceses, no había digerido

aún la sangrienta derrota de Sedán, la masacre de los cadetes de Saint-Cyr, la última

carga de los coraceros imperiales y la proclamación del Segundo Reich hecha por

Bismarck y los príncipes alemanes en Versalles, precisamente la antigua Corte del Rey

Sol. Pero la verdad es que un lector más avispado y entendido en la temática podrá ver

que en el ensayo hay bastante más de genial postura historiográfica que de resentimiento

personal. Pues que Fustel no venía a negar la realidad, por lo demás incontrovertible,

de unos hechos militares y políticos, sino a señalar la mayor importancia que en la explicación

del proceso histórico tienen los fenómenos de civilización.9 Y la verdad es

que, desde esa óptica, las grandes invasiones germánicas habían terminado por modificar

muy poco el mapa lingüístico de Europa occidental, y prácticamente nada había

cambiado de las tradiciones culturales y creencias de la sociedad romana tardía, o en todo

caso eran estas últimas las que habían pasado a implantarse en las tierras de la otrora

libera Germania. Y ello por no hablar del pequeño impacto que según

...

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