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Los Estados Europeos Y Las Guerras De Italia


Enviado por   •  1 de Octubre de 2014  •  2.583 Palabras (11 Páginas)  •  359 Visitas

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LOS ESTADOS EUROPEOS Y LAS GUERRAS DE ITALIA.

Hacia los estados nacionales

La modernidad se ha manifestado por grados en la historia europea, en el plano de la organización estatal, esa modernidad logra imponerse de formar bastante débil antes del siglo XVIII. Para concretar ese desarrollo se recurrió a varias fórmulas: la del Estado nacional y la del Estado renacentista; hablar de estados nacionales es correcto, a condición de no otorgar al adjetivo el sentido que asume tras la revolución francesa. Entre el siglo XV y el XVII no se puede incluir casi en absoluto al pueblo en el concepto de nación, ya que en aquel periodo la conciencia de esta no se traduce en representación política adecuada ni en el apoyo libre y convencido de los gobiernos por parte de la mayoría (con las excepciones parciales de Holanda e Inglaterra).

La homogeneidad nacional en este periodo constituyó más la excepción que la regla e incluso cuando fue posible se debió más a razones administrativas o financieras que por solidaridades políticas. Por consiguiente en este periodo nos encontramos un conjunto de fenómenos dispares que tienen como denominador común el poder principesco.

Por un lado se caracteriza tanto por la subsistencia de una concepción contractual de la autoridad como por el lento avance de un Estado absolutista. Así, el soberano fue considerado legítimo mientras respetaba las exigencias fundamentales y tradicionales, mientras que las necesidades fueron haciendo más eficiente una dirección centralizada de los asuntos públicos.

A excepción de lo que ocurrió en Holanda e Inglaterra, todo el mundo se sentía mucho más vinculado a la fidelidad hacia el príncipe que al valor incierto de nación, se admitía que era necesario obedecer al rey, y éste tenía que someter muchas de sus decisiones a las asambleas generales.

En el transcurso del siglo XV al XVI las monarquías se encontraron con funciones cada vez más pesadas tanto en el plano militar, como en el financiero. Es dentro de este entorno que los soberanos se ven obligados a recurrir al crédito público, es decir, a una especie de hipoteca sobre el gobierno por parte de las clases sociales más pudientes, lo cual les permitía a menudo controlar muchas de las gestiones del gobierno.

En torno a esta época el trazado de las fronteras se daba sobre la base de derechos hereditarios y de la concepción patrimonial del territorio, la continuidad territorial no se imponía en absoluto por sí misma y tampoco faltaban los choques directos de intereses económicos sin embargo, fueron las disputas dinásticas o religiosas lo que constituyó la base de la lógica de poder que marcó la historia europea. El factor religioso fue el primer gran factor que contribuyó a cimentar las auténticas alianzas políticas en la época moderna, a partir del siglo XVI.

Mientras el viejo feudalismo estaba en decadencia, en toda Europa se erigió un nuevo orden laico: el de los nobles. Frente a ellos estaba ahora el príncipe con su corte y su burocracia, un poder central que se estaba articulando de un modo cada vez más eficaz. El consejo real compuesto por una veintena de personas, bastaba para desempeñar la función de motor del estado y para constituir un órgano consultivo y ejecutivo en manos del príncipe.

Los reinos de Europa occidental

De manera irregular durante el siglo XV aparecieron en Francia los parlamentos. Desde la primera mitad del siglo XIV, la monarquía francesa estaba regida por leyes fundamentales, como la ley sálica; a lo largo de la segunda mitad del siglo XV, el rey pudo manejar mejor cada vez el gran Consejo, que tenía reservada la administración suprema de justicia.

Fue en Francia precisamente donde se había ido aceptando sistema fiscal bajo las presiones de las necesidades impuestas por la Guerra de los 100 años. Este sistema se basaba en el monopolio de la sal, el impuesto directo y el subsidio. Tal sistema de impuestos llevaba a una falta de equidad, ya que no estaban obligados a ellos los nobles, el clero, los altos funcionarios, y tampoco las personas influyentes.

La administración francesa resultaba la más completa y también la más costosa, aunque también era más capaz que las demás de responder los impulsos y a las solicitudes del aparato central.

La situación española era distinta; las coronas de Castilla y Aragón se unieron relativamente tarde y hasta el final del siglo XVII las regiones mediterráneas se opusieron con éxito el centralismo.

En general los estados europeos de ese periodo no contaban con un gobierno en el sentido moderno del término, ya que aunque el rey se rodeara de ministros para auxiliarse en la administración, éstos no eran personalmente responsables, ni tenían competencias muy específicas o sectoriales. Se trataba de colaboradores que desempeñaban diversas funciones. A medida que se organizaban y se articulaban los consejos reales, se perfilaba una lucha entre quienes pretendían formar parte de ellos por su sangre o rango y los hombres de procedencia más modesta, los burgueses.

Un hecho estaba surgiendo con claridad: el príncipe y su corte constituían la suprema instancia de decisión; con todo, la teoría del derecho divino de los Reyes se formuló y se sostuvo tardíamente, hacia finales del siglo XVI, por lo tanto la autoridad real, se impuso en principio como autoridad laica, a veces en conflicto con el papado y en otras aprovechando las debilidades de la Iglesia. La autoridad del príncipe se incrementó en función de la asignación de los distintos cargos y funciones públicas, ya que al controlar estas podía tener bajo control a las familias de nobles y ganar el favor de la burguesía, asegurando su fortuna por medio de la otorgación de monopolios y contratos públicos. De este modo, la vía de acceso a la fortuna personal y familiar dependía en general del soberano y de su corte.

Burocracias y oligarquías.

Si bien el instrumento de la acción monárquica era ya la burocracia, esta no era un cuerpo impersonal y autónomo al servicio del Estado. Mientras que en Inglaterra varios cargos siguieron durante mucho tiempo siendo honoríficos, en Francia se practicó frecuentemente la elección de los funcionarios entre la mitad del siglo XIV y las primeras décadas del siglo siguiente, hasta que el rey se decidió vender directamente los cargos durante una época de la crisis financiera.

El Estado se parecía mucho a una empresa de gestión pública, que apenas se estaba montando y cuyos beneficios iban apareciendo; así no tenía que esforzarse en buscar aquellos que necesitaba, muchos acudieron a él, para servir al soberano, pero ante todo para invertir

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