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Los Oises Socialistas


Enviado por   •  22 de Octubre de 2013  •  2.525 Palabras (11 Páginas)  •  257 Visitas

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Con la traducción y publicación en lengua castellana del folleto Los primeros países socialistas, escrito por Marco Martinengo y publicado el pasado mes de abril por Edizioni Rapporti Sociali de Milán (Italia), iniciamos la colecciónTextos para el debate en el movimiento comunista internacional. La inclusión de este trabajo en el primer número de la colección responde fundamentalmente a dos razones: a la necesidad que tenemos los comunistas de hacer el balance de la experiencia de los primeros países socialistas y a la contribución que, en nuestra opinión, aporta a ese balance.

Realizar una valoración de tan importante y valiosa experiencia constituye, a nuestro juicio, uno de los aspectos esenciales de la puesta al día de la teoría revolucionaria. Esta actualización teórica nos ayudará a superar los límites heredados del viejo movimiento comunista, (1) aprovechados en su día por los revisionistas para liquidar a los partidos comunistas y destruir a los países socialistas y, por tanto, a asentar e impulsar sobre unas bases teóricas sólidas el renacimiento del movimiento comunista. De esta forma podremos pertrecharnos mejor para afrontar la segunda oleada de la revolución proletaria que se está gestando, llevar a cabo la revolución socialista y avanzar hacia el comunismo.

En Los primeros países socialistas, en lugar de abordarse ampliamente la experiencia global de estos países, se centra la atención, sobre todo, en algunos aspectos concretos y fundamentales de la misma. Esto es lo que nos ha movido a dedicar a este mismo tema el segundo número de Textos para el debate, que saldrá en breve. Para ello incluiremos una selección de artículos sobre diferentes cuestiones de dicha experiencia histórica, elaborados por los Comités de Apoyo ala Resistencia

por el comunismo (CARC) de Italia. Esta selección complementa, en nuestra opinión, diversos aspectos no tratados (o simplemente abordados de pasada) en este folleto que ahora presentamos.

A diferencia de otros escritos, a los que ya estamos acostumbrados, el autor de Los primeros países socialistas no se limita a repetir las ideas de Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao sobre la transición del capitalismo al comunismo, sobre la dictadura del proletariado, sobre las bases económicas de la extinción del Estado o las características del partido comunista, sino que las reafirma precisándolas, además, en diversos aspectos. Esto es lo que sucede, sobre todo, en el caso de dos cuestiones claves: 1.la naturaleza y el papel del partido comunista y 2. el sistema de poder social establecido en los países socialistas.

Como señala Marco Martinengo, la experiencia de la construcción del socialismo aporta, efectivamente, nueva luz sobre la naturaleza y papel del partido comunista. Como vanguardia del proletariado y como columna vertebral de la sociedad y del Estado, el partido comunista y, por tanto, sus miembros no podían dejar de estar sometidos a mayores exigencias acordes con las nuevas tareas y problemas que debían afrontar y resolver para el alumbramiento de la sociedad comunista. Un ejemplo: la experiencia de los primeros países socialistas demuestra que las tres condiciones exigidas por el Partido bolchevique a sus futuros miembros, a principios del siglo XX (compartir el programa político del partido, formar parte de una de sus organizaciones y sustentarlo económicamente con sus propios medios y recursos), ya no eran suficientes. Además de estas tres condiciones, incorporadas después a los Estatutos de todos los partidos comunistas, dicha experiencia demuestra que se hace necesario establecer una cuarta condición: la de estar dispuestos«a asimilar la concepción materialista-dialéctica del mundo y el método materialista-dialéctico de actuar y pensar (centralismo democrático, crítica-autocrítica-transformación, lucha entre las dos líneas en el partido y línea de masas»). Esta condición, que conlleva una ruptura completa y radical con el modelo de partido socialdemócrata, sienta las bases para un mayor reforzamiento ideológico y orgánico del partido comunista. En cuanto a las demás consideraciones sobre el partido comunista hechas en Los primeros países socialistas, remitimos al lector al capítulo correspondiente.

Por el contrario, donde queremos detenernos es en la cuestión del sistema de dictadura del proletariado instaurado en los primeros países socialistas. No por casualidad Lenin afirma que la defensa de la dictadura del proletariado constituye la esencia del marxismo, hasta el punto de distinguir radicalmente al marxista del que no lo es.

El autor de Los primeros países socialistas reafirma y precisa las aportaciones de Mao Tse-tung acerca del sistema de dictadura del proletariado. Esto explica que, en lugar del concepto de Estado de dictadura del proletariado, utilice el de sistema de poder social. Un concepto que permite definir y diseccionar con más precisión la doble estructura interna del sistema de dictadura del proletariado, así como ponerla en estrecha relación con la lucha entre las dos vías, las dos clases y las dos líneas como una ley propia de toda la fase socialista: por un lado, la estructura principal, constituida por el partido comunista y las organizaciones de masas por él promovidas y basada en el centralismo democrático y en la línea de masas como principal método de dirección; por otro, la estructura estatal o el Estado propiamente dicho, como órgano separado de la sociedad, depositario, al menos en última instancia, del monopolio de la violencia. La combinación entre ambos tipos de estructuras fue la forma que adoptó, en realidad, la dictadura del proletariado en los primeros países socialistas. Este es el caso de los soviets que concentraban y combinaban en sí mismos ambas estructuras.

Como se manifiesta en Los primeros países socialistas, no se trataba de estructuras estrictamente separadas. Entre ambas existía una recíproca interpenetración: el partido estaba capilarmente presente en cada órgano estatal con sus células, sus comités y sus comisarios políticos y promovía el control obrero y popular sobre la actividad de los órganos estatales. Y a la inversa: el Estado estaba presente de hecho en el partido a través de sus funcionarios, al tiempo que también intervenía oficialmente por medio de sus órganos respectivos, en las funciones judiciales, policiales, militares y de planificación, etc., que también concernían a los miembros y organismos del partido y de las organizaciones de masas. Esta combinación e imbricación, como observa Marco Martinengo, «contenía, en una relación de unidad y lucha, lo nuevo que estaba llamado a desarrollarse y lo viejo que debía morir. Lo viejo estaba constituido por un Estado que, si bien era un Estado en el sentido tradicional, no lo era ya completamente». En este sentido, se trataba, como

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