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Memoria en el siglo XXI


Enviado por   •  1 de Abril de 2019  •  Ensayos  •  2.360 Palabras (10 Páginas)  •  172 Visitas

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Memoria en el Siglo XXI*

Juan José Santiago Del Valle

UNAM-FFyL

A grandes rasgos voy a hablar de la necesidad de la memoria, de lo que es la memoria, después hablaré de lo que no debemos olvidar del holocausto, para luego hablar sobre la memoria en el siglo XXI vinculada a la educación.

Solo para precisar, en este trabajo; los términos holocausto y Auschwitz, hacen referencia al exterminio planificado y organizado por parte del régimen alemán nazi en contra del pueblo judío y otros grupo sociales.

***

Tener memoria de nuestra historia es sumamente importante. Quiero pensar que muchas de las ideas que las personas tienen en relación a los judíos, se deben a que ignoran, y como ignoran no es posible hacer un ejercicio de memoria o rememoración. A casi 70 años de que acabo la segunda guerra mundial me he encontrado con personas de diferentes condiciones socioculturales que hablan de los judíos como gente a las que les gusta hacerse las víctimas, que controlan la economía mundial, que ellos hacen lo mismo a los palestinos, que padecieron a causa de una especie de castigo por haber condenado al fundador del cristianismo a la muerte.

Me he encontrado con personas que llevan, sin duda, una huella de antisemitismo, que según Jean Paul Sartre, son ignorantes y fundamentalmente pasionales, que descargan sus prejuicios en los judíos. El antisemita, dice Sartre, es un hombre que tiene miedo. No de los judíos, desde luego: de sí mismo, de su conciencia, de su libertad, de sus instintos, de sus responsabilidades, de la soledad, del cambio, de la sociedad y del mundo; de todo, salvo de los judíos. Es un cobarde que no quiere confesar su cobardía; un asesino que reprime y censura su tendencia al crimen sin poder refrenarla y que, sin embargo, sólo se atreve a matar en efigie o en medio del anonimato de una multitud; un descontento que no osa rebelarse por medio a las consecuencias de su rebelión. [1] 

Por eso es necesario no olvidar y en su caso enseñar qué es el holocausto producido en la segunda guerra mundial, para que la ignorancia no se torne acción.

Pero, ¿Qué es la memoria? Según Mèlich:

La memoria es la facultad de rememorar, la que nos instala y reinstala constantemente en los distintos tiempos y espacios, en los contextos y en las situaciones…[2] 

Sin embargo, para Mèlich, la memoria está vinculada al acto de leer. Leer, para Mèlich, es rememorar y rememorar es interpretar; interpretar es construir una identidad, este es el verdadero sentido de leer, especialmente de leer los testimonios de los sobrevivientes del Holocausto. Rememorar, entonces, es mantener vivo el recuerdo.

El problema de la memoria es que sin ella no hay Identidad; como persona y como pueblo la identidad es necesaria para encontrarle sentido a la vida; en este sentido la primera pregunta que tenemos que hacernos es ¿Quiénes somos? Esta pregunta remite a la identidad y no se puede responder si antes no contestamos otra pregunta ¿Quiénes hemos sido? Parecen preguntas superficiales, sin embargo no lo son. La identidad va unida a la Memoria. Tampoco podemos decir qué queremos ser o a qué aspiramos a convertirnos si no hacemos un examen de lo que hemos sido. ¿Cómo podemos determinar en qué queremos convertirnos o qué tipo de civilización aspiramos ser si no hemos revisado nuestro pasado?

Esta revisión nos lleva, indefectiblemente, a pensar en el pasado, a pensar en el holocausto. Y ¿Por qué precisamente en el holocausto? Porque el holocausto se convirtió en el “parteaguas de la civilización occidental”, en la “ruptura de la civilización” (Adorno), porque el holocausto fue la “experiencia central de nuestra época” (Arendt), o como dijo Améry: “Auschwitz es el pasado, presente y el futuro de la humanidad”.

Creo que el holocausto es la máxima expresión de lo que el hombre le puede hacer a otro hombre, no quiero decir que sea la única atrocidad de este tipo, en la historia del hombre hay cientos de estas atrocidades y todas ellas han arrojado cientos de miles de muertos; es preciso aclarar que el holocausto es una más de estas atrocidades, sin embargo, el holocausto tiene ciertas características que nos permiten pensar conceptos fundamentales para entendernos como personas y como pueblo, conceptos como humanidad, educación, razón, singularidad, técnica, mal, memoria.

Al mismo tiempo que el holocausto causó una ruptura en la civilización occidental, ha provocado un debate sobre su singularidad, como dice Reyes Mates: “ninguna otra barbarie conocida ha provocado este debate […]”.

Considero que todas las barbaries tienen sus propias peculiaridades, al respeto Primo Levi señala lo propio del holocausto:

El sistema de los campos de concentración nazi continúa siendo un unicum, en cuanto a magnitud y calidad. En ningún otro lugar o tiempo se ha asistido a un fenómeno tan imprevisto y tan complejo: nunca han sido extinguidas tantas vidas humanas en tan poco tiempo ni con una combinación tan lúcida de ingenio tecnológico, fanatismo y crueldad.[3]

Unos de los temas que suscita el holocausto, como ya dije, es el de la Memoria. ¿Por qué mejor no olvidar esta barbarie? ¿Por qué mejor no enterrarla y continuar con nuestras vidas como si nunca hubiera pasado? La posibilidad de que se repita otro holocausto es permanente, no podemos simplemente olvidarlos y ya. Debemos conocer la historia, esta historia, para poder ver los signos que anticipen otro posible holocausto; no olvidemos que en los días de Hitler las personas se resistían a creer que algo tal atroz estuviera pasando en sus campos.

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De acuerdo con Hobsbawn, el siglo XX fue el siglo de la barbarie, en ese siglo de la barbarie, en palabras de Bataille “la imagen del hombre ya es inseparable de una cámara de gas”, Auschwitz es sinónimo de “muerte en masa, organizada y tecnificada”. La organización, la racionalidad y la tecnificación son los rasgos propios del Holocausto. Como escribe Traverso:

Las violencia bruta de los Einsatzgruppen no constituye el rasgo singular del nacionalsocialismo, sino lo que comparte con muchas otras masacres de este siglo terrible, un rasgo común con las ejecuciones en masa de armenios en el Imperio Otomano, con las depuraciones étnicas de la ex Yugoslavia y las ejecuciones a golpe de machete en Ruanda. El judeocidio no fue sólo una erupción de la violencia bruta, sino una masacre perpetrada “sin odio”, gracias a un sistema planificado de producción industrial de muerte, un engranaje creado por una minoría de arquitectos del crimen, puesto en práctica por una masa de ejecutores a veces afanosos, otras inconscientes, en medio de la silenciosa indiferencia de la gran mayoría de la población alemana, con la complicidad de Europa y la pasividad del mundo (La violence nazi)[4].

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