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Mitos de norte de Santander

kaleja07Tutorial16 de Marzo de 2015

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MITOS DE NORTE DE SANTANDER

Mito barí

“Cuentan que inicialmente los barí (indígenas apodados motilones) habitaban otro planeta y lo desforestaron de tal modo que Dios, preocupado por sus hijos comenzó a mirar qué hacer y fue así como observando otros planetas se fijó en uno en especial ya que sus tres cuartas partes estaban formadas por agua y tenía bastante vegetación. Ordenó a todos sus hijos cortarse el cabello, que tenían bastante largo, a nivel de la oreja, y con estos cabellos tejieron una gran trenza tan larga, tan larga, que alcanzó el planeta por él visto y que habían bautizado tierra. El final de la trenza se posó encima del cerro Bobalí (Convención, Norte de Santander) y por allí envío una pareja de indígenas, que al posar sus pies sobre el cerro se quedaron perplejos de la vegetación, los animales, la riqueza de este planeta y no regresaron. El Dios envió a otros más y a los últimos los envió con la semilla del árbol de la vida, el árbol que controla el agua y el color del agua, un árbol tan grande que su copa traspasa las nubes y toca el cielo y tan grueso que cincuenta hombres no son capaces de abrazarlo.

Cuentan que cierto día una pareja de indígenas hombre y mujer pasaron por allí y observaron que pegado al árbol caía un bejuco de cabello y decidieron trepar por el para conocer a Dios, cuando estaban por llegar a la copa, Dios se enfureció y los castigó convirtiendo al hombre en Sol y a la mujer en Luna. Es por eso que el sol del Catatumbo alumbra tan fuerte, pues es un guerrero barí furioso por haber sido separado de su mujer y el rocío son lágrimas de la Luna que llora de tristeza por haber sido separada de su esposo.”

El árbol de la vida

“Un árbol tan alto, tan alto que su copa traspasaba las nubes y tocaba el cielo, y tan grueso, tan grueso, que cincuenta hombres no eran capaces de abrazarlo y empezaron a empujarlo y lo empujaron con tanta fuerza, que cuando el árbol cayó la tierra se estremeció y de las entrañas del árbol brotó agua y fue así como nacieron los ríos Catatumbo y de Oro, los mares y los océanos y sus aguas ahogaron a muchos hombres del color de la ceniza, los que no pudieron traspasar esas aguas para traer más odio, ambición y guerra, tuvieron que pedirle perdón al indígena barí quien fue muchas madrugadas al río Catatumbo a lavar su corazón del odio y del rencor, para poder perdonar al hombre del color de la ceniza. Por eso los indígenas nos miran sin odio y sin rencor pero si con desconfianza.” Tradición oral: Fabio Monrroy

El espanto del pueblo

Por el año de 1800 recién fundado el pueblo de Chitagá, no había párroco. El padre que administraba las parroquias de Cácota y Chitagá, acostumbraba rezar el rosario en forma solemne y piadosa, la gente del pueblo dejó de asistir al rosario porque se les aparecía un espanto.

Para solucionar el problema el padre invitó a unas personas para ir al pie de la montaña llevando una capa negra y el Santo Cristo bendito, rezando hasta llegar allí. Una vez llegados al lugar indicado, el padre ordenó a todos que miraran par atrás y pronunció estas palabras "Alma perdida, te condeno a ahuyentarte del pueblo y dejar la gente en paz, por cuarenta años, hacia las montañas del Quemado... Donde no haya latido de perro y cantar de gallo, ni llanto de niño".

Tradición oral: Ildefonso Solano Villamizar

El borracho

“En cierta ocasión en un barrio de la población de Chitagá, existía una gran cruz que había sido colocada por los vecinos de este lugar en agradecimiento a las benditas almas del purgatorio. Había un muchacho que vivía borracho. La madre preocupada por el juicio de su hijo resolvió rezarles a las benditas almas del purgatorio, quienes acudieron a su súplica.

El muchacho embriagado salió para su casa y al llegar a la esquina vio que bajaba una procesión que se detuvo frente a él, lo llevó hasta su casa y lo dejó en el andén. Mientras su mamá abría rápidamente la puerta y el hijo cayó privado en el suelo.”

Tradición oral: Judith María Carvajal Villamizar

La cueva de la iglesia

“Se le llama así por la forma de la puerta de la cueva, parecida a la de una iglesia.

Un día estando el señor Luis Antonio y sus hermanos desyerbando habas, vieron salir de la cueva una gallina clueca con pollitos. Intentaron agarrarla pero la gallina entró a la cueva y no volvió a salir. Otro día estando don Ernesto y don Adolfo Rivera sembrando papas cerca de la cueva, vieron un cabrito muy bonito de color dorado, hicieron el intento de cogerlo pero entró a la cueva y no lo volvieron a ver. Un Jueves Santo, iba un señor por el camino y oyó sonar unas campanas y a medida que avanzaba se escuchaba más duro el sonido hasta llegar a la entrada de una cueva y se dio cuenta que el sonido venía de allí, le dio tanto miedo que no fue capaz de entrar.

Un día en vísperas de semana santa se derrumbó la cueva, de ella bajaron grandes piedras, un cajón y una piedra amarilla que cayeron al río, desde ese entonces no se volvió a ver ni a decir nada de ella.”

Socorro Calderón

Comunidad de Ritapá, coplas y leyendas Escuela Nueva.

La Barbacoa

Hace muchos años cuando la Hacienda Burguá pertenecía al clan Higuera, ilustres personas distinguidas, uno de los mayordomos narraba esta leyenda. “Siguiendo el camino real que del puente del Frayle subía a la colmenita, de ahí se bajaba a puente de tabla, luego pasaba por Pinchote, vega Rica, después de la Chinela sobre la Cañada Carbonal no había ningún puente y el camino era estrecho, rodeado de maleza.

Aunque fuera de día daba miedo pasar, una Barbacoa que aparecía atravesada en el estrecho sendero consternaba y acobardaba a los más berracos.

Uno de los patroncitos que por cierto era mujeriego viajaba a caballo desde el cerrito y en una de aquellas tenebrosas y tétricas noches cuando pasaba la cañada el caballo se detuvo en seco, un perrito guardián que siempre lo acompañaba temblaba y aullaba debajo de la bestia, motivos suficientes para que el apuesto caballero se incorporara de tan tremenda borrachera que llevaba, un murmullo de ultratumba y unas manos yertas lo agarraban y lo abatanaban en el pozo. Ya por la madrugada, preocupados porque el patrón no había llegado, uno de los cuidanderos salió en su búsqueda y la sorpresa fue terrible al llegar a aquél sitio y ver al caballo sin jinete y al perrito escondido. Siguiendo el rastro encontró a su estimado patrón tan pálido como un difunto, los dientes trabados y maltratado todo su cuerpo. Poco a poco, a medida qué rayaba el sol y con la ayuda de botellas de agua caliente reaccionó favorablemente; seguidamente le hicieron masajes, flexiones de los músculos y ya lúcido lo llevaron a la casa de la hacienda; allí fue dónde narró la terrible pesadilla de la noche anterior.

Este suceso trascendió preocupantemente a las cuatro familias de la vereda y se divulgó rápidamente; hay quienes no se atreven a transitar por allí en altas horas de la noche.”

Escuela Nueva de Burgua, Carmen Edilma Solano de F.

Juana Naranja

El pozo de Juana Naranja es el más encantador y admirable regalo que la madre naturaleza hizo a los salazareños. Tiene una extensión de ochenta metros de largo, por ocho metros de ancho y una profundidad de tres o cuatro metros. Se encuentra rodeado por paisajes hermosos y es lugar obligado para los turistas. El pozo fue conocido entre 1914-1915, cuando se abrieron los trabajos de la toma de agua para la planta eléctrica, antes todos lo ignoraban pues era aquella una selva muy tupida.

“Una india llamada Juana habitaba en la región de Agua Caliente y acostumbraba lavar sus ropas al pie del pozo. Un día observó con especial sorpresa que sobre las aguas bajaba una naranja inmensa que despedía resplandores brillantes. Ella, atraída por el fascinante reflejo, penetró en las aguas para rescatar la naranja encantada. Al hacer contacto con ella, Juana fue conducida a las profundidades del pozo, donde aún permanece oculta”.

"Cuentan antiguas leyendas que hubo en un tiempo dos amantes pertenecientes a opuestas tribus indígenas guerreras. Los amores de estos mozos eran contra el querer y a hurtadillas de sus respectivos caciques; ambos eran de sangre real y sus citas nocturnas las efectuaban junto a un brocal de un ancho pozo, punto intermedio entre los lindes de sus pueblos. En una noche de plenilunio estaban los amantes en amoroso coloquio junto al pozo y la luna llena retrataba su disco de oro en la profundidad de las aguas. La india pidió a su galán que le regalara aquel hermoso y rutilante disco que brillaba en la cima. El amante no atreviéndose a negar nada a su amor, se arrojó a la profundidad en busca del codiciado tesoro, con tan mala suerte, que no volvió a aparecer jamás. La india desesperada por su tardanza, se lanzó a las aguas tras él para no aparecer más nunca. Cuenta la tradición que en noches de plenilunio, emerge del pozo una naranja de oro, se ve a la india llorando y dando vueltas en torno a ella, bregando por alcanzarla.

Génesis de Salazar de las Palmas, Ramón Cárdenas Silva.

La cueva de mil pesos

“Otra de las leyendas alucinantes conocida por los salazareños es la referente a la cueva de mil pesos. Está situada

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