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México: La Ceniza Y La Semilla (ensayo)

Orbiil4 de Junio de 2013

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México: La ceniza y la semilla

Una fecha inmemorable para todos los mexicanos será el 2 de julio del año 2000, pues estará marcada en la historia de nuestro país como el día de “el cambio”, el día en que un régimen político de más de 70 años por fin terminó dando apertura a una “nueva era democrática” en México. Vicente Fox Quesada ascendió al poder gracias a la mayoría votante del pueblo dándole así la legitimidad de su Presidencia.

Sin embargo, antes de esta fecha hubo acontecimientos políticos muy lamentables por una hegemonía existente de parte del PRI (Partido Revolucionario Institucional). Las protestas electorales y los movimientos militarizados llevaban al poder ejecutivo a quien comandara éstos. La de 1876 llevó a Porfirio Díaz a la silla Presidencial, quien fuera derribado por un movimiento similar en 1910. A partir de esa fecha hubo varios levantamientos militares en 1919, 1923, 1927, 1929; en este último se fundó el Partido Nacional Revolucionario (PNR, abuelo del PRI) poniéndole un alto a la serie de revueltas electorales por la Presidencia. No obstante, los ejecutivos fueron determinados por un tipo de alianza o acuerdo político entre las familias revolucionarias, y fue hasta 1958 cuando por primera vez había un candidato único de estas élites políticas. Esta unanimidad se repitió por varios sexenios hasta que en 1988 la candidatura independiente de Cuauhtémoc Cárdenas, le dieron un panorama distinto al régimen del PRI, aunque sin fuerza ni contundencia. Ahí se demostró un crecimiento en la pluralidad mexicana obsesionando al país a transparentar sus elecciones, separándolas del control del gobierno y dando e primer paso a un gran acontecimiento histórico como lo fue el 2 de julio del 2000.

México tenía al fin, por primera vez en su historia, los componentes de una democracia moderna: votantes de carne y hueso partidos políticos de alcance nacional, instituciones electorales autónomas y una opinión pública independiente.

En el contexto del PRI, al PNR le sucedió en 1938 el Partido de la Revolución Mexicana (PRN), fundado por el entonces Presidente Lázaro Cárdenas. El PRM siguió siendo el partido de la familia revolucionaria, pero también de masas corporativo. Tuvo un sector obrero, un sector campesino, un sector popular y un sector militar. Al PRM sucedió, en 1947, el Partido Revolucionario Institucional, diseñado desde la presidencia de Miguel Alamán. Pese a sus hábitos arcaicos, el PRI no fue el partido de la inmovilidad, en los cincuenta y sesenta se orientó la industrialización sustitutiva de importaciones, dejando atrás la utopía socializante, corporativa y popular, del cardenismo. Inició una época de estabilidad política y crecimiento sostenido que se conoce todavía como “el milagro mexicano” (1946-1970). Sin embargo, por mala administración económica, hubo una crisis llevando a la quiebra a finanzas gubernamentales y por ende, también el Estado clientelar y corporativo. Esto provocó un segundo proceso de reforma del PRI hacia la apertura de la economía y desmantelamiento del Estado interventor.

Solo entendiendo la diversidad histórica de esos partidos se puede comprender lo que significa el 2 de julio del 2000. El régimen del PRI había sido hegemónico donde siempre hubo elecciones y partidos de oposición, más no verdadera competencia ni pluralidad política. Para el mundo, lo del PRI, era la dictadura perfecta que empezó en los cincuenta y terminando en la contienda presidencial de 1988 cuando la familia revolucionaria sufrió una escisión por parte de Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del expresidente Lázaro Cárdenas. Ese año las elecciones dejaron de significar pasearse por la República, dándose “baños de pueblo” y acercándose al mismo, se convirtió en escenario real de la disputa por el poder en un espiral ascendente que terminó con la derrota del PRI en el 2000.

Antes de la contienda electoral del “nuevo milenio” ya podía notarse la pérdida de absolutismo del PRI arrojando estadísticas donde uno de cada tres mexicanos era gobernado por este. En los municipios muchos mexicanos ya habían probado la alternancia durante la última década del siglo, y sabía que no era el fin del mundo. En el nivel federal en 1997 el PRI perdió la mayoría absoluta en el Congreso, pasó a manos de la oposición y fue lo mismo con la Ciudad de México, la más influyente y rica del país. Lo que sucedió en esas elecciones del 2000 fue la culminación de ese paso dado en 1988.

Luego de la conquista española, las grandes transformaciones de México han sido cuatro: 1. El proceso de colonización y evangelización es previamente la construcción de nuestra base como nación 2. La independencia de México en 1821, luego del derrumbe del imperio español en América 3. L reforma liberal que tardó en imponerse medio siglo y 4. La Revolución Mexicana, cuya sombra cubre la mayor parte del siglo XX.

Después de esto, la quinta gran transformación podría decirse que fue el desarrollo económico y la naturaleza del régimen político (atribuido a la conglomeración en acuerdo de las élites revolucionarias de las primeras décadas del siglo) consolidando una estructura presidencialista, con un partido hegemónico, de elecciones controladas, cambiando a un sistema de mas competitividad política, opinión pública libre y una ciudadanía con alternativas de gobierno.

A partir de los años setenta, sucedió un reacomodo productivo, financiero, y técnico que alteró las coordenadas del mercado mundial. La aceleración de dichos procesos reventó fronteras nacionales y economías planificadas, se impuso en el mundo una lógica de grandes bloques económicos, con oportunidades globales para los productores en los distintos nichos del mercado internacional. Una de las consecuencias mas grandes de ese tiempo fue la rendición del mundo socialista en 1989, que evidenció su fracaso económico, su injusticia social y sus opresiones políticas. México necesitaba adecuarse a estos cambios y la clase gobernante del país tubo que plantearse entonces lo que llamaban “cambio estructural” ara reducir subsidios y el proteccionismo, achicar el Estado, abrir la economía internacional y poner al país a la hora de las realidades del mundo, porque de lo contrario, el mundo avanzaría, y no iba a esperar a México. Durante el gobierno de Miguel De la Madrid, la reforma liberalizadora tubo un ritmo gradual (1982-1988) y uno acelerado en el de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994).

En los ochentas surgieron actores políticos que no dependía del subsidio ni la protección y empezó a crecer la demando de un cambio democrático, la sociedad estaba irritada por la crisis económica, una sociedad moderna en muchos aspectos, producto de cambios enormes, aunque silenciosos, en particular el proceso de urbanización y la constitución de clases medias educadas, cuya reserva de protesta había anunciado el movimiento estudiantil del año de 1968.

La reforma liberalizadora contemplaba, según el PRI:

Un país laico que mantenía a la Iglesia católica sin derecho a participar en la vida pública.

Un país agrarista que repartiera tierra a los campesinos, apoyaba el ejido y limitaba la expansión de la propiedad privada en el campo.

Un país sindicalista que apoyaba la organización sindical de los trabajadores y la defensa de sus derechos laborales.

Un país nacionalista capaz de contener la influencia de su adversario histórico, Estados Unidos.

Un país estatista donde el Estado garantizaba el equilibrio social mediante el reparto corporativo de protecciones y subsidios.

El Estado también era propietario de los bienes mayores de la nación: el petróleo, la electricidad, los bancos, los teléfonos, las aerolíneas, los ingenios azucareros.

La reforma iniciada en 1982 desafió cada una de esas certezas. Le dijo al país laico que la Iglesia debía recobrar sus derechos públicos.

Le dijo al país agrarista que el reparto agrario y el ejido debían llegar a su fin para permitir el desarrollo del campo.

Le dijo al país sindicalista que la productividad estaba reñida con las prebendas laborales vigentes en México.

Le dijo al país nacionalista que las oportunidades de la nación no estaban en su recelo defensivo sino en la asociación abierta con el adversario histórico, Estados Unidos, a través del Tratado de Libre Comercio (TLC).

Y el país estatista le dijo que el Estado era demasiado grande y debía reformarse, hacerse más chico.

El Estado terminó vendiendo bienes nacionalizados, como la banca, las líneas de aviación, los ingenios azucareros, la compañía telefónica. Recorto subsidios a una población acostumbrada a ellos. Suprimió protecciones a una economía acostumbrada a los mercados cautivos. Redujo privilegios a una organización sindical acostumbrada al trato de esa forma. Impuso restricciones a una burocracia acostumbrada a la falta de controles.

Esta reforma golpeo a varios grupos sociales, afectó a muchas clientelas del presupuesto; fue vista por diversos sectores como una renuncia a los deberes sociales del gobierno. El fin de reparto agrario sacudió viejos intereses asociados

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