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NARRATIVA PEDAGOGICA


Enviado por   •  27 de Noviembre de 2015  •  Documentos de Investigación  •  3.254 Palabras (14 Páginas)  •  412 Visitas

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EL CAMINO

DE LA

ENSEÑANZA

Apellido y Nombre: Silva, Isabel Janet

Cátedra: Práctica, Residencia e Investigación Educativa IV

Ciclo lectivo: 2015

Profesores: CARRIZO, Alejandra.

                     LEROUC, Eva.

                     ORTIZ, María Alejandra.

                     ROMERO, Marcela.

                     SOSA, Daniel.

Comencé a transitar por este camino hace un largo tiempo,  para ser más específica en el  2006. Después de muchas idas y vueltas, altos y bajos con el paso de los años me encontré con la última cita de mi carrera: “Las Prácticas”. Son muchos los comentarios negativos y desalentadores que se escucha de ellas, pareciera ser que es más fácil ganarle una carrera a Usain Bolt[1] que disfrutarlas y salir invicta. Pero decidí que iba a ser yo la protagonista de esta etapa y que, de mi dependía si las disfrutaba o las padecía.

La enseñanza es algo que realmente me apasiona y siempre digo que la historia es el plus de mi vida, aunque para llegar a este momento si me tuve que armar de paciencia, ya que no fui muy constante en toda la carrera pero como no soy tampoco de las personas que dejan a mitad de camino, seguí adelante y acá estoy, al final de un ciclo y a la puerta de otro.

Al comienzo de las prácticas me sentía un poco insegura, ya que no sabía lo que iba a encontrar en el camino, pero con el paso de cada experiencia, de cada clase, de cada corrección fui sintiéndome más fuerte y con más seguridad de mi misma, o mejor dicho comencé a recobrar la seguridad que los miedos y la incertidumbre me habían arrebatado.

Me encontré con miles de miedos y preguntas que nadie me contestaba, pero no porque no hubiese nadie a quién preguntar, sino porque esas preguntas  solo yo las podía responder. Algunas de las tantas con las que tuve que lidiar fueron: ¿Será esto para lo cual me preparé tantos años? ¿Estaré a la altura de la situación? ¿Y qué pasa si me quedo sin palabras en medio de una clase? Y así como estas hay muchas más. Pero, con el correr del tiempo las respuestas fueron apareciendo poco a poco y confirmándome que no había cometido un error al elegir la docencia no solo como profesión sino también como modo de vida.

Durante las clases de socialización noté que no solo yo tenía una mezcla de sensaciones que iban desde el miedo a la alegría y emoción, la euforia y el desánimo,  porque ya estábamos en la recta final para ser al fin  “Profesores” con todas las letras, asique en este sentido no me sentía tan sola.

La primera etapa de las mismas la realicé en la escuela 9-001 “Gral. José de San Martín”, esta escuela fue elegida por un acuerdo entre mi compañera y yo como punto medio ya que ella vivía en Palmira y yo en Ingeniero Giagnoni, el curso sería 1° 4° a cargo de la Profesora Lorena Méndez.

En nuestro primer día nos encontramos con un grupo inquieto y revoltoso, lo que es de esperar si estamos hablando de un 1° año, de chicos de 12 y 13 años. A lo largo de mis observaciones noté que todos los alumnos eran muy participativos, muy rápidos para responder y eran bastante demandantes y curiosos a la vez, siempre querían saber más. Pero también noté que si bien eran todo esto también eran muy chicos y había que estar acompañándolos y guiándolos en la resolución de las actividades. Estas observaciones nos permitieron tener en cuenta el número de actividades que podíamos planificar y cuánto tiempo podíamos invertir en cada una de ellas.

En medio de las observaciones surgió el interrogante sobre quién empezaría primero y quién segunda, algo muy importante ya que había que repartir los temas a desarrollar y así comenzar a planificar. Insólitamente tanto mi compañera Gabriela y yo queríamos empezar primero no sé si por ansiedad o porque empezar primero implicaba terminar y relajarse primero. Pero Gabriela tenía una excusa más válida que la mía, ella quería empezar primero para terminar y poder dedicarse de lleno a su trabajo, por lo que decidimos que fuera ella la que empezaría. Esto le jugó en su contra y luego de su tercera clase los profesores de la práctica deciden suspender sus prácticas y que ella me siga observando a mí y a mi nueva pareja María, para luego ella empezar de nuevo sus prácticas en ciclo básico, una vez que María terminara con sus prácticas en ese curso.

El mismo día que a mi compañera la suspenden de sus prácticas a mí me informan que en una semana inicio mis prácticas por lo que tengo que ponerme a hacer los planes de clase lo más rápido posible para que sean corregidos.

Cuando me senté a armar mis clases me di cuenta que no sabía cómo armar los planes de clases- era algo nuevo que desconocía completamente, pues nunca me lo habían presentado de esa manera, fue algo que me  costó mucho pues no sabía cuál  era el orden en el que debían presentarse las estrategias para que fuese más fácil entender qué era lo que yo quería hacer en mi clase y lo que quería que hicieran los alumnos. Esto significó más de un dolor de cabeza, pero que con el tiempo lo aprendí a hacer.

Me desorientaba el hecho de ser innovadora, de darles a mis alumnos actividades creativas que llamaran su atención y que con ellos pudieran aprender lo que yo les enseñaba. Lo primero que me planteé fue cómo me hubiese gustado a mí que me enseñarán la historia y me puse en el lugar del alumno, mucho no me costó, ya que yo era una alumna. Quizás las estrategias que utilicé no fueron muy innovadoras, pero si me propuse ser dinámica, entretenida y creativa a la hora de pararme en frente de mis alumnos, lo que me costó más de lo que pensaba porque mi carácter y forma de ser no se corresponden totalmente con lo que me proponía, sobre todo la parte de ser divertida, pues soy más bien seria o apática como muchos me han dicho.

Cuando me tocó comenzar a dar clases en un principio me noté un poco nerviosa y por momentos insegura ya que no sabía cómo iba a resultar. Mientras tanto seguía  encontrándome con varios sentimientos encontrados  como ansiedad, extrañeza, incomodidad, desasosiego, incerteza ante lo desconocido; en fin, nada que hiciera pensar a las prácticas como algo sencillo.

No estaba equivocada. Mi práctica implicó un despliegue de estrategias, no sólo como docente en formación, sino también como sujeto, debiendo recurrir más de una vez a aquellos valores que me forjaron e hicieron de mí lo que hoy soy. Valores humanos como la solidaridad, el compromiso, el respeto, el reconocimiento de los otros como semejantes en su condición de seres humanos.

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