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Nuevo Orden Mundial - Chantal Muffe

jm201426 de Agosto de 2014

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Nuevo orden mundial: Factores que influyen hacia una multipolaridad.

Introducción:

El mundo ha sufrido profundas transformaciones en las dos últimas décadas impulsadas por la caída del muro de Berlín, la penetración de Internet, la violenta irrupción del terrorismo y la crisis económica occidental. Entre las consecuencias de ese cambio sobresale la posibilidad de establecer un orden internacional multipolar, influida por el resurgimiento de las potencias emergentes que modifica el eje de gravedad de poder global hacia el este y hacia el sur.

La humanidad entera se enfrenta a importantes retos comunes (sobrepoblación, calentamiento global, dependencia energética, proliferación de armas nucleares, pobreza, terrorismo, Derechos Humanos y crimen organizado, entre otros) que exigen respuestas también comunes y, en muchos casos, inmediatas, basadas en la participación de una multiplicidad de países y actores. Esto supone una modificación en las estructuras de las instituciones internacionales, así como del anticuado orden mundial unipolar, en donde las decisiones del mundo son tomadas por un escaso número de actores.

El atraso en la aplicación de respuestas, y la falta de una firme dirección en los asuntos globales provoca preocupación. La aparición en la escena internacional de nuevos actores –como podemos considerar al BRIC, la UNASUR, G20, G 77 mas China, CELAC, entre otros distintos foros de discusión de las temáticas globales - es a la vez una oportunidad de desarrollo económico y un desafío para el medio ambiente, la escasez de energía y otros recursos naturales, como también lo es para encontrar un sistema adecuado de gobernanza al nuevo orden – o desorden – mundial.

El reciente orden mundial unipolar:

Los cambios acontecidos nos han traído un mundo muy diferente al que la humanidad se había acostumbrado a vivir hasta 1990, donde la escena internacional estaba dividida en una bipolaridad. En efecto: El fin de la guerra fría, simbolizado por la caída del Muro de Berlín, trajo consigo igualmente el fin de la confrontación entre dos polos ideológicamente opuestos. Con la finalidad de ese mundo bipolar nacía, al mismo tiempo, un breve período de predominio unipolar norteamericano y, con él, el de su modelo de democracia política y liberalismo económico. Una doble coincidencia que llevaría a Francis Fukuyama a predecir “el fin de la Historia” cuando ese modelo se extendiera indefectiblemente por todo el planeta.

Esta situación global se enmarca en la teoría realista. La misma se centra en el cambio del reparto del poder entre los estados. El realismo propaga una apreciación pragmática de la función de poder, pero también advierte de que los estados sufrirán si caen en exceso. La base de esta es la idea de que las relaciones internacionales son una lucha por el poder entre los estados que defienden sus propios intereses. Los estados astutos pueden atenuar las causas de la guerra si encuentran formas de disminuir el peligro que representan unos para otros.

El realismo nacido en Europa al terminar la segunda guerra mundial, pretendía ser un antídoto contra la fe ingenua de que las instituciones y leyes internacionales bastaban para mantener la paz, una idea equivocada, que según estudios realizados había preparado el terreno para la guerra.

Los acontecimientos posteriores al 11 de septiembre de 2001 (el atentado terrorista en Estados Unidos) parecen restar fuerza a uno de los conceptos del realismo: el equilibrio de poder. La doctrina realista habitual predice que los estados mas débiles se alían para protegerse de los más fuertes y, de esa manera, forman una y otra vez equilibrios de poder.

En sintonía con este análisis del realismo, Stephen Walt plantea las relaciones internacionales como una lucha por el poder entre Estados interesados en sus objetivos, y es pesimista sobre los prospectos para eliminar el conflicto y la guerra .

Los realistas clásicos creyeron que los estados, como seres humanos, tenían un innato deseo de dominar a los otros, lo cual les condujo a la guerra. La teoría neorrealista desarrollada por Waltz ignoró la naturaleza humana y centro su atención en los efectos del sistema internacional. Para Waltz, el sistema internacional consistía en un numero de superpotencias, cada una tratando de sobrevivir, debido a que el sistema es anárquico, cada estado debía subsistir a su manera. La teoría ofensiva – defensiva se basaba en que los estados débiles se debían defender de los mas poderosos.

En el plano de las relaciones de poder, el sistema internacional está también experimentando un cambio radical, que reclama respuestas igualmente novedosas. El “momento unipolar” que sucedió a la bipolaridad propia de la guerra fría no fue más que eso, un episodio pasajero. El poderío militar de los Estados Unidos sigue siendo ciertamente considerable, esto es innegable. Pero también lo es el hecho de que cada vez resulta menos relevante para poder afrontar por sí solo los desórdenes globales.

Factores que modificaron dicho régimen: El acceso casi universal a las redes digitales, (Internet en particular) junto con otros avances tecnológicos sorprendentes en el campo de las comunicaciones, dieron lugar al nacimiento de un fenómeno conocido como “globalización” y que, básicamente, significa que todo lo que sucede en un lugar de la tierra, se conoce y repercute en su otro extremo inmediatamente, en tiempo real. Esta situación es la que describe Octavio Ianni al definir la teoría de la “aldea global” para representar este fenómeno. Esta idea sugiere que, finalmente, se forma una comunidad, concretada en las realizaciones y las posibilidades de comunicación, información, y fabulación abiertas por la electrónica. Propone que están en curso la armonización y la homogeneización progresivas. Se basa en la convicción de que la organización, el funcionamiento y el cambio de la vida social, en el sentido amplio, que comprende evidentemente la globalización, están ocasionados por la técnica y en este caso, por la electrónica. En poco tiempo, las provincias, naciones, y regiones, así como las culturas y civilizaciones, son permeadas y articuladas por los sistemas de información, comunicación, y fabulación agilizados por la electrónica.

La reciente crisis financiera y sus todavía persistentes y graves secuelas económicas, ha golpeado con mayor intensidad que en otros lugares a las llamadas democracias occidentales, poniendo de relieve las debilidades del sistema capitalista – liberal, el fracaso de “la mano invisible” (Laissez Faire) para regular los mercados y la necesidad de volver a los orígenes y recuperar una mano más firme y más visible: la de la Política, lo que llevaría a una ampliación de las funciones de los Estados.

La disminución de la hegemonía estadounidense y de su momento unipolar, y la aparición de un mundo crecientemente multipolar, definido por el renacer de potencias emergentes –no todas ellas democráticas (como podemos nombrar a China principalmente, entre otros de menor relieve)-, y el desplazamiento progresivo del centro de gravedad político y económico hacia el este y el sur, justifica la adopción de un nuevo orden.

Esto es necesario, en primer lugar, a causa de la incertidumbre que define a estos tiempos extremadamente complejos. Es la llamada incertidumbre o malestar ante una crisis económica global que golpea a países hasta ahora centrales en lo político y en lo económico, donde se desconoce el rumbo de solución al cual puede conducir el nuevo orden mundial. Este cambio global, si bien se presenta como incierto, es necesario, ante las ya demostradas fallidas recetas a los problemas mundiales que presentaba el viejo orden, predominado por un sistema de instituciones y políticas liberales.

Desafíos para el nuevo orden mundial:

El desafío más importante es hoy sin duda cómo preservar nuestro planeta de la sobrepoblación, el agotamiento de los recursos naturales, la destrucción de la biodiversidad, las crisis económicas financieras, y el cambio climático.

La traslación del eje político - económico desde el Oeste hacia el Este y el Sur, hoy ya en avanzado proceso, se irá acelerando en los próximos años. Ya en 2007 un informe del Instituto McKinsey mostraba cómo los mercados financieros en las denominadas “economías emergentes” representaron ese año la mitad del crecimiento del total de los activos financieros. Hoy ese porcentaje es muy superior. Dicho informe estipula que en 2050, el PIB de siete economías emergentes (los BRIC – Brasil, Rusia, India y China – más Indonesia, México y Turquía) se estima será un 25% superior al de los Estados Unidos, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia y Canadá juntos. Esto significa que el peso relativo de EE.UU., la UE y sus aliados naturales irá disminuyendo relativamente. Esto es obvio y no tiene por qué preocuparnos, en tanto en cuanto ese relativo declinar de los actuales países desarrollados frente a los emergentes no se convierta en una pérdida de peso absoluta, en un juego de suma cero en el que haya necesariamente ganadores y perdedores. No es irracional pensar que el crecimiento de los países emergentes vaya acompañado de mejoras tecnológicas e innovadoras en los países del actual primer mundo que les permita aumentos en la productividad y, por ende, en su capacidad de competir en los mercados globales.

Así, y solo así, podremos hablar de una situación en la que todos resulten ganadores (win – win). Maurice Allice define esta situación como la búsqueda de un acuerdo basada en un proceso de colaboración o de solución de problemas donde la negociación es considerada un asunto en el cual

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